
El hombre está agachado frente a su sustento, desenredando un montón de pulseras de madera y cuerda escarlata. Parece una tarea imposible para los regordetes dedos de Paco Martinez-Gallardo, pero él continúa tratando de arreglar su artículo más rentable en el mercadillo: la joyería. Su chaqueta marrón parece aún más grande cuando este hombre bajo se agacha mientras trabaja, mostrando una cabeza calva. Todas sus cosas se organizan sin ritmo en una manta modelada como un diamante en la acera, con una gama más amplia que la de cualquier otro vendedor y un gran contraste con el día gris. Quizás Paco sabe el secreto del éxito en el Mercadillo de la calle Feria, donde ha estado todos los jueves por la mañana durante los últimos 30 años.
El resto de la semana, Paco va en su moto por toda Sevilla, deteniéndose a buscar en la basura de las casas más bonitas para encontrar artículos para el mercadillo. Sobre la manta se encuentran sus descubrimientos, que incluyen una colección de gafas de sol de cada color, viejos móviles Motorola y una máscara de soldadura que mira fijamente a todos que los que pasan. Esta variedad de objetos es el microcosmos de la vida del viejo vendedor, que ha trabajado como albañil, mecánico de coches, maestro de obra, cocinero y restaurador de los jardines del Real Alcázar desde que dejó escuela cuando tenía 15 años.
Lo único consistente para este sevillano es el mercadillo cada mañana de jueves. Un cliente se agacha junto a Paco para inspeccionar cuidadosamente uno de los teléfonos celulares antiguos. En ese momento, Paco no sabe si va a hacer la venta o no, pero tiene experiencia con la incertidumbre. “Más sabe el diablo por viejo que por diablo”, dirá luego Paco. El refrán describe la vida del hombre que lo sabe todo por haber vivido y trabajado, vivido y trabajado.