Lo que hay detrás de los expositores

Mei tras el mostrador de su bazar en la calle Alfonso XII. / KYLE TIZIO

Mei tras el mostrador de su bazar en la calle Alfonso XII. FOTO: KYLE TIZIO

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MÁS DE 3.000 PERSONAS CHINAS VIVEN EN LA PROVINCIA DE SEVILLA. PARA MUCHAS DE ELLAS, ABRIR SUS PROPIOS BAZARES ES UNA OCUPACIÓN TAN DURA COMO RENTABLE. SU DEDICACIÓN A ESTOS NEGOCIOS LAS HAN HECHO ESENCIALES PARA SU COMUNIDAD DE ACOGIDA AUNQUE, AL MISMO TIEMPO, HA PROVOCADO EL RECELO DE LOS COMERCIANTES LOCALES, QUE LOS CONSIDERAN COMPETIDORES DESLEALES.

SENTADO TRAS LA CAJA REGISTRADORA, Li Wei mira el móvil que tiene en el regazo, que reproduce un programa claramente extranjero. Delante de él tiene un bosque de pasillos abarrotados con una variedad inmensa de artículos en venta, desde chupetes a utensilios de cocina, pasando por fiambres y licores. En la parte de atrás de la tienda, hasta el más brillante sol de Sevilla queda oculto por las gruesas filas de mercancías.

UNA CLIENTA SE ACERCA desde el fondo de la tienda con un cuaderno. Cuando lo pone encima del mostrador, Li abandona inmediatamente su programa de televisión. Sonriendo de oreja a oreja, examina lo que su cliente ha escogido. El cuaderno no tiene etiqueta, pero Li rápidamente le dice el precio del artículo. “80 céntimos”, anuncia ahuecando una mano para coger el dinero.

“ME GUSTA ESTO”, dice cuando sale la clienta. “El barrio es muy tranquilo, la mayoría es gente de la ciudad, y algunos turistas también, y todos son simpáticos”. Li llegó a Sevilla desde su China natal a finales de 2008, cuando España estaba en pleno apogeo de crisis económica. Abrió su “Supermarket Bazar” en la calle Alfonso XII, a sólo unas manzanas del Museo de Bellas Artes, a principios del año siguiente. Li planeó su viaje Subasándose en la información de sus amigos y su familia, que ya estaban en España y ensalzaban sus ventajas potenciales. Mientras Li pasa la mayor parte del día lidiando con los asuntos de su negocio, su esposa Huilang cuida a sus hijos, una niña pequeña de sólo un año y un niño de ocho años que rebosa entusiasmo. La esposa de Li también se encarga de la caja registradora durante las horas que Li está fuera de la tienda.

HUILANG, al ser la que mejor habla español de los dos, tiene muchas veces que intervenir en la conversación para ayudar con la traducción. Li se obliga encantado a expresar exactamente lo que piensa en su segunda lengua, pero delega en su mujer para los temas más complicados.

HUILANG EXPLICA que, de donde vienen, cerca de Guangzhou, una ciudad del sur de China, la competencia empresarial es brutal.

“ES MUCHO MÁS DIFÍCIL tener un negocio y ganar dinero llevando un negocio. Puedes ganar mucho más en España que desempeñando el mismo trabajo en China. Cuando llegamos aquí, decidimos que queríamos abrir la tienda”. Sin embargo, Li y su familia no tenían dinero para abrir su comercio inmediatamente. Trabajaron muchos meses en una fábrica textil, hasta que el dinero que ganaron y un préstamo de un amigo cuyo negocio ya era rentable les permitió abrir la tienda.

CUALQUIER SEVILLANO te dirá que la industria de las llamadas ‘tiendas de conveniencia’ se ha visto inundada últimamente de población china. El censo de 2011 indicaba que hay 3.617 nativos de China residiendo en la provincia de Sevilla, pero se cree que esa cifra es inferior a la actual. Como resultado, es casi imposible encontrar una tienda de conveniencia similar regentada por un español, lo que posiblemente explique de dónde viene el nombre de estas tiendas. En un sociedad donde el término competencia amarilla es el término técnico aceptado y usado por altos cargos y periodistas españoles, no es sorprendente que se utilice un nombre igualmente controvertido para dedignar estas tiendas. ¿Pero este uso directo de una nacionalidad para nombrar un establecimiento es simplemente un factor cultural español o implica un resentimiento hacia dicha nacionalidad?

“NO PASA NADA, al fin y al cabo somos chinos”, dice Li, tomándose a broma la cuestión. Seis años observando y coexistiendo con su sociedad adoptiva han dejado sin duda una huella en él.

LITERALMENTE ENFRENTE del “Supermarket Bazar” de Li está el idénticamente llamado “Bazar Supermercado”. Esto no es casualidad, ya que muchos ‘chinos’ de Sevilla tienen una o ambas palabras en el nombre de su tienda. En su interior, Mei aguarda de pie atentamente detrás del mostrador, lo que contrasta drásticamente con el estilo despreocupado de gerencia de Li. Esto se refleja especialmente en el nivel de organización de su tienda. Los mismos miles de artículos están disponibles, pero bien colocados y organizados, en parte porque cuenta con algo de más espacio pero también gracias en la misma medida a su siempre atenta mirada. Mei parece desconfiar del extranjero que quiere entrevistarla y sacar fotos de su tienda.

“¿DE VERDAD VIVES AQUÍ? Nunca te había visto”. Su español es mucho mejor que el de los de al lado, seguramente porque ha llevado la tienda ella sola. Algo cambia en ella cuando se da cuenta de mis buenas intenciones. La historia de Mei es casi idéntica a la de sus vecinos. Su marido, que tiene su propio negocio en la industria textil sevillana, se enteró de las muchas ventajas de mudarse a esta zona.

“LOS CHINOS SON MUY BUENOS TRABAJADORES. Podemos dar un gran servicio a la gente de aquí”. Mei describe la vida en España como mucho más fácil que su vida en el noroeste de China. “Mi familia era muy, muy pobre”, me dice. “Tuvimos parientes que murieron de hambre”. Aun así, Mei insiste en que hay cosas que echa de menos de su patria. “En casa éramos una gran familia… Es difícil estar lejos de eso”. La percepción que Mei tiene de ella misma como una marginada social está clara: “Ofrecemos un buen servicio, en lo textil y en las tiendas, pero algunos no quieren que prosperemos”.

MEI HABLA DE LA LEGISLACIÓN orientada a evitar la apertura de más bazares chinos y también a restringir sus horarios. La Ley de Comercio Interior de Andalucía establece que cualquier establecimiento que mida menos de 300 metros cuadrados (requisito que cumple fácilmente la mayoría de bazares chinos) puede determinar su propio horario de apertura. De este modo, los “chinos” abren 12 horas al día, incluyendo domingos y festivos. Teniendo en cuenta la estricta observancia de la siesta en Sevilla y la tranquilidad de los domingos, esto proporciona sin duda una gran ventaja a los empresarios chinos frente al resto de dueños de negocios.

¿DEBERÍAN LOS “CHINOS” ADAPTARSE a la reducida semana laboral de los españoles o deberían permitirles seguir prosperando en un ambiente mucho menos competitivo que su China natal? Esto es exactamente lo que trajo a las familias de Li y de Mei a este país. La desbordante población en auge china genera una cultura de trabajadores tremendamente dedicados dispuestos a enfrentarse unos a otros por una oportunidad laboral. Actualmente, hay más de 175.000 inmigrantes chinos en España, un número que sigue creciendo.

AUNQUE EL ESPAÑOL DE LI aún tiene que mejorar mucho, no cabe duda del impacto que su país adoptivo ha tenido en él. Nunca parece estresado o tener prisa, y pasa sus mañanas y tardes en calma, tranquilamente.

“ME GUSTA ESTE MOMENTO DEL DÍA… es muy tranquilo”, dice mirando hacia la entrada desde el batiburrillo que es el infinito universo de artículos del hogar de su tienda. Finalmente, devuelve su atención al móvil de su regazo.