Celestino el ferretero

Hannah Scott

Al pasear por las sinuosas calles de Sevilla un jueves por la mañana, es posible que se encuentre como invitado en el mercadillo de la calle Feria. Con solo girar una esquina, se puede viajar a un Sevilla complemente diferente y distinta, donde hay eclécticos productos de segunda mano, más o menos organizados en filas dispersas de puestos. Las calles que solo un día antes estaban llenas con el zumbido de los coches y las motos son ahora ocupadas por la conversación colectiva de negociar precios y las risas amistosas entre los vendedores.

Mesitas y alfombras llenas hasta los bordes atrapan en sus límites carteles icónicos, cámaras antiguas, juguetes, frágiles lámparas de araña, joyas vintage, imanes turísticos y libros clásicos, como un cementerio de posesiones olvidadas.

Los turistas y los sevillanos por igual examinan el mercadillo en busca de sus propios tesoros escondidos.

Celestino, tiene el pelo gris pero conserva la sonrisa de un joven. Detrás de su mesa, cada jueves vigila su selección de piezas de coleccionista a la venta. Confundidas entre un surtido de monedas extranjeras, sellos raros y postales antiguas, hay varias estatuas hechas de clavos de herradura. Los clavos de hierro están retorcidos en cada dirección posible para producir cuentos de la vida diaria y de la historia. Hay escenas de levantadores de pesas, pianistas o jugadores de baloncesto. Hay escenas toreros, de un Jesús cargando la cruz y otra de Don Quijote. También hay un caballo con su carruaje y un guerrero preparado para la batalla. Solo la creatividad de la mente de Celestino puede limitar sus temas.

Este trabajo no es algo nuevo para él. Desde que tiene memoria, ha estado trabajando con el hierro de alguna manera. Ahora que está retirado como ferretero, dedica su tiempo libre a diseñar y construir esta obras de arte a partir de un objeto reutilizado. Celestino y sus estatuas encarnan el espíritu de El Jueves, viendo lo ordinario como algo más, como lo que podría ser.

Se acercan las dos de la tarde y el mercadillo empieza a desaparecer casi tan rápidamente como apareció solo unas horas antes. Uno por uno, los vendedores empacan sus diversas reliquias y las compactan dentro de sus carritos o de sus coches. Todos se dispersan por las calles empedradas y encuentran el camino de regreso a las casas y tiendas de donde vinieron. Allí, los tesoros escondidos esperarán pacientemente hasta el próximo jueves, cuando de nuevo les llegue la oportunidad de encontrar una segunda vida.

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Courtney Thomas

Bajo el sol de otoño, los clientes todavía sudan en el mercadillo de El Jueves y, sin embargo, siguen comprando. Los vendedores se abanicaban con cualquier objeto a la mano y tratan de hacer alguna venta. Algunos vendedores tienen un tema específico, como posters viejos y postales, pero otros venden un poco de todo, como muñecas Barbie, DVDs de películas o billetes y monedas antiguas. Para algunos, los objetos a la venta pueden parecer desechos, pero para los vendedores son oro. La mayoría de artículos son antigüedades u objetos de segunda mano, pero Celestino Huerga Motero, cercano a los 70 años, con pelo gris, y aspecto más limpio y profesional que la mayoría de vendedores, vende estatuas hechas de clavos de herradura que él mismo ha hecho en su patio. Mientras que solamente ha acudido al mercadillo desde hace cinco años, él lleva toda su vida haciendo estatuas que representan escenas de Don Quijote, bailarinas de flamenco, guitarristas, ciclistas, la crucifixión de cristo, caballos tirando de un carro, y hasta una escena de Triana. Las escenas son claras y simples y cuentan la historia de la escena, tanto como la historia de la vida de Motero.