«Por Jesús y por hacer el bien a los demás»

Mercedes, Nani, Marisa y Filly, voluntarias de la Fundación Benéfica Virgen de Valvanuz / TAYLOR FAUST

Detrás de una fachada que no llama la atención, en la Calle Pagés del Corro del barrio de Triana, Filly y sus compañeras trabajan para ayudar a las personas necesitadas de dentro y fuera de Sevilla.

Es martes por la tarde. Dos mujeres entran en la Fundación Benéfica Virgen de Valvanuz y le piden a la persona que las atiende ropa de talla grande. «Toda es muy chiquitita”, les dice Filly, pero la voluntaria sigue buscando ropa y extendiéndola sobre la mesa que hay al lado de la puerta. Las mujeres la revisan y deciden que algunas prendas no les valen. “¡Que rollo!”, comenta Filly mientras siguen preguntándole por las mismas cosas que la fundación no tiene. Otra mujer entra. Filly le pide algunos datos y los anota en un libro. Está buscando vaqueros de la talla 46. No hay, así que Filly le ofrece ropa para su hija.

Cuando las mujeres entran en la parte de la fundación en la que se distribuye la ropa, pueden oír a las voluntarias ayudando a otras personas o charlando entre ellas. Hay una habitación abierta a la derecha con zapatos de mujer, hombre y niños, además de algunos artículos de ropa de mujer, colgados en perchas y también sobre un estante. Detrás de una cortina, está la sección de ropa de caballero, cerrada ahora porque su distribución no tiene lugar los martes por la tarde. Otra habitación contiene la mayor parte de la ropa de niños y de mujer. La de los niños está a la izquierda detrás de la mesa donde las voluntarias le preguntan a la gente por sus necesidades. Hay cinco estantes de ropa de mujer, incluyendo uno específico para las más jóvenes. Además, hay chaquetas que cuelgan de una barra muy alta suspendida en la pared, y cajas y bolsas de ropa que no cabe en los estantes o no es de temporada.

Aprender el nombre de Filly es fácil para todo el que llega. Está escrito con rotulador negro sobre su chaqueta blanca. Pero también porque es el nombre que más se oye de entre todas las mujeres que trabajan en la fundación. “¡Filly!” “¡Filly!”, la llaman Marisa, Nani o Mercedes. Muchas veces, Filly decide las actividades del día o el lugar al que debe ir algún artículo de ropa. Filly se mueve con seguridad, aunque a veces tiene que subirse a una silla para poner la ropa en los estantes altos.

Cuando no está dedicando su tiempo a las personas que visitan la fundación, Filly tiene sus aficiones. “Me gusta el cine, me gustan las exposiciones de cuadros, pasearme por Sevilla, que es muy bonita: me gusta mucho darme una vuelta por el centro para ver la Giralda, el barrio de Santa Cruz, y leo también cuando tengo tiempo”. Especialmente le gustan los libros de María Dueñas.

Filly creció en el barrio de Los Remedios de Sevilla. Antes de trabajar en la fundación, estaba empleada en una farmacia, pero la dejó cuando se casó. Desde ese momento, su trabajo estuvo en la casa y con sus dos hijas: Setefilla y María Ángeles. Su marido falleció hace 17 años, en un accidente de moto.

Filly ayuda a una usuaria /TAYLOR FAUST

Hace más de 20 años, Filly le preguntó a su párroco por un lugar para ayudar a los demás a través de la organización católica Cáritas Diocesana, que realiza una labor social muy intensa en Sevilla. “Cada parroquia tiene sus calles, así que ayudamos a las personas necesitadas de nuestro entorno a pagar la luz, el alquiler, los alimentos, el agua, y todo lo que podemos. Depende del dinero que tengamos”. Luego, gracias a una mujer a la que conoció en Cáritas, Filly encontró Virgen de Valvanuz. “No tenía ni idea de que iba a colaborar con este tipo de fundación… pero parece que Dios te llama”.

La fe católica es una parte muy importante en la vida de Filly. “Estaba siempre metida en la iglesia”, recuerda. También, asistió a una escuela católica de niña. Solamente dejó de ir a la iglesia cuando sus dos hijas eran pequeñas. “Con los niños es más difícil ir a misa, porque te molestan”. Pero regresó con sus hijas cuando empezaron a hacerse mayores. Y ahora, estas hijas tienen 43 y 46 años y son madres, por lo que Filly tiene dos nietas y dos nietos: Setefilla, Cayetana, Juan, y Miguel.

La Fundación Benéfica Virgen de Valvanuz fue creada en 1983 y tiene centros en Cádiz, donde está la sede central de la fundación, Málaga y Sevilla, además de en la ciudad de San José, en el distrito de Cambyretá-Itapúa de Paraguay. Además de darle ropa a la gente que la necesita, los martes y jueves la fundación está abierta para que las personas sintecho puedan desayunar y ducharse.  “Estuve unos años ayudando en las duchas, pero me pasó un episodio y cogí un poco de miedo y ya dejé de venir… Mi marido no quería que viniera”. Ahora su voluntariado está centrado en la distribución de ropa.

La fundación recibe más usuarios durante los meses más fríos del año, cuando quienes dependen de ella necesitan combatir el frío. En verano, desde los últimos días de junio hasta los últimos días de septiembre, la fundación no ofrece ninguno de sus servicios.

La ropa, donada por personas que conocen la fundación, es evaluada antes de colgarla o ponerla en el estante, caja o bolsa donde haya ropa similar. Las voluntarias ponen la ropa que no tiene suficiente calidad en una bolsa de plástico para enviarla a otra fundación de la ciudad, Madre Coraje. Es ropa que está manchada o que parece demasiada vieja, pero las personas de Madre Coraje arreglan algunos artículos de ropa y los venden en sus propias tiendas. Otros artículos van a otros sitios. La ropa sin usar va a Perú, donde es distribuida por los Jesuitas y Cáritas Perú en 11 departamentos diferentes del país.

“Lo que más me gusta es ordenar la ropa”, dice Filly riendo. “Tirarla no me gusta”. La voluntaria reconoce que no todo es fácil en la fundación. “El trato con las personas cada vez es más difícil, porque vienen todo tipo de personas, algunas más educadas, otras menos, así que hay que tener mucha paciencia”.

La fundación no discrimina en cuanto a qué tipo de personas pueden usar sus servicios. Algunas son de Sevilla, pero otras vienen de fuera. De hecho, los marroquíes conforman uno de los grupos más numerosos. Algunos piden ropa para sí mismos y otros la piden para sus niños. Con frecuencia, algunos rostros empiezan a hacerse más familiares y, después de algún tiempo, entablan amistad con Filly.

Las voluntarias de la Fundación Virgen de Valvanuz atienden a entre cuatro y seis personas al día, quizás hasta 12. Esta cifra supone un gran cambio desde los días de la crisis económica que se inició en 2008 en España. “Venían muchas más personas a pedir ropa… hasta 20 o veintitantas”. Sólo entre 2008 y 2009, 1,5 millones de personas perdieron sus empleos en el país. En ese mismo periodo, el porcentaje de desempleo alcanzó el 18,7%. En el peor momento de la crisis, a finales de 2011, llegó al 23%.

El trabajo de las voluntarias no se desarrolla a gran escala, solamente de persona a persona. “Tampoco vas a resolver o a cambiar el mundo pero… las pequeñas cositas que cada una pueda hacer, yo creo que están bien”, dice Filly.

Cuando todas las mujeres han salido con sus bolsas llenas de ropa y todo está organizado en la sede de la fundación, Filly cierra con llave la puerta y baja las escaleras que dan a la calle Pagés del Corro. Gira a la izquierda y camina los 122 metros que hay hasta su casa en la calle Troya. Su trabajo ha terminado hasta la próxima semana.