
Rocío Gonzalo Fernández monta en Rociero con la ayuda de su fisioterapeuta Elena Megías. FOTO: KARINA PEPE
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LAS TERAPIAS ECUESTRES SON UNA ALTERNATIVA DE DESARROLLO INTEGRAL PARA ALUMNOS CON NECESIDADES ESPECIALES. CREADO POR LA FAMILIA GONZALO FERNÁNDEZ CON LA INTENCIÓN DE AYUDAR A SU HIJA ROCÍO, LA CORBERA ES UNO DE LOS CENTROS PIONEROS QUE HAY EN ESPAÑA.
ROCÍO GONZALO FERNÁNDEZ se acostaba y se despertaba cada noche con las piernas cruzadas. Rocío nació con espina bífida y nunca había podido caminar o mover las piernas. Hasta una noche, hace tres años, que tuvo un sueño en el cual iba montada en su caballo Rociero, galopando por el campo y cuando se despertó, ya no tenía las piernas cruzadas.
LA ESPINA BÍFIDA, o espalda abierta, es la segunda malformación congénita más frecuente después de la cardiopatía. Está provocada por una malformación de la médula espinal derivada de un defecto del tubo neural. A Rocío, que ahora tiene 21 años, la obliga a usar silla de ruedas allá donde va.
LA CORBERA FUE CONSTRUIDA EN 1987 como centro ecuestre y residencia, por Alfonso Gonzalo, el padre de Rocío. Cuando Rocío nació con espina bífida, su madre, Yuya empezó a buscar terapias apropiadas hasta que, cuando su hija cumplió los cinco años, cayó en la cuenta de que la mejor la tenía en casa. Así nació el centro.
YUYA realizó entonces la formación específica de intervenciones asistidas con caballos, siguiendo la normativa vigente de la Federación Española de Terapias Ecuestres (FETE). Después de los tres ciclos formativos de FETE y de un curso de aptitudes, Yuya obtuvo la licencia de formadora y así comenzaron a desarrollarse las terapias ecuestres en el Centro Hípico La Corbera.
AUNQUE EN UN PRINCIPIO YUYA se formó solo con la intención de ayudar a su hija, hoy La Corbera cuenta con 40 alumnos que, una vez por semana, vienen del Centro de Educación Especial Patronato de San Pelayo, además de otros nueve que acuden de manera independiente.
AQUELLA PRIMERA EXPERIENCIA montando a caballo cambió enteramente su vida. Rocío recuerda que su fisioterapeuta le susurró que cerrara los ojos y cómo entonces el caballo echó a andar. “Sentí que todo mi cuerpo estaba andando”, dice Rocío sonriendo.
DESPUÉS DE LOS TRES PRIMEROS PASOS, se echó a llorar de alegría y de asombro ante lo que estaba sintiendo. No pudo dejar de llorar hasta que acabó la sesión. No podía creer que un animal pudiera hacerle sentir que caminaba por primera vez. Estos fueron sus primeros pasos en una vida de libertad con los caballos.
SIN EMBARGO, menos de seis meses después de haber empezado a montar a caballo, sufrió una caída. Se encontró en mitad del campo, sola con la fisioterapeuta y sin la ayuda de su silla de ruedas, a la que estaba acostumbrada. La fisioterapeuta le dijo que sólo tenía dos opciones: quedarse en mitad del campo o volver a montarse en el caballo. Después de muchísimo esfuerzo y coraje, volvió a montarse.
“GRACIAS A ESTO”, admite Rocío, “sigo montando hoy en día”.
CUANDO ERA NIÑA, su confinamiento en la silla de ruedas tuvo un impacto muy grave en su autoestima pero, gracias a su habilidad para montar a caballo, todo aquello cambió. Ahora puede andar como todo el mundo y sus inseguridades han desaparecido. Cuando está sobre el caballo, se siente libre por unos momentos.
HOY EN DÍA, Rocío sólo puede montar uno de cada cinco días. Hace ocho años se sometió a una operación de espalda y los doctores le dijeron que tendría que dejar de montar, pero su amor hacia los caballos no tenía límites y Rocío acordó con su médico que podría seguir haciéndolo, pero no a diario.
“A MÍ NO ME PUEDEN DECIR que no monto”, asegura. ROCÍO SIGUE EL MISMO TIPO DE TERAPIAS que el resto de alumnos del centro. A pesar de la dificultad que supone hacerlo en silla de ruedas, siempre se las apaña para limpiar su caballo. Después, con la ayuda de su madre y de la fisioterapeuta Elena Megías, monta en Rociero.
EL EQUIPO, conformado por Elena y por otras dos ayudantes que la ayudan a controlar a Rociero y a asistir a Rocío, pasea por el campo mientras Elena trabaja con Rocío realizando ejercicios de Pilates, de conexión con su montura y de control de su espalda.
“CUANDO ESTÉS SEGURA, manos en cruz”, le dice Elena a Rocío. Elena conoce tanto las condiciones como las necesidades de Rocío. Tiene una paciencia magnífica con ella, igual que con el resto de sus estudiantes. Con Rocío, lo más importante es el enfoque en el control de su espalda con movimientos de brazos diferentes y juegos con pelotas.
CUANDO TERMINA LA SESIÓN, Rocío se baja de Rociero, se sienta en la silla de ruedas y guía a Rociero hasta la cuadra, donde le dará una galleta.
ALFONSO, EL PADRE DE ROCÍO, compró a Rociero porque tenía un carácter dócil pero un cuerpo fuerte. Hoy en día es el único caballo que Rocío monta. Recuerda un día en que no quería hablar con nadie y fue a ver a su caballo, que parecía estar esperándola a ella. Estos pequeños momentos con Rociero son muy intensos para Rocío. “Hay que vivirlo para darse cuenta de lo que estoy hablando”, explica.
ROCÍO QUIERE que todos puedan vivir este experiencia y que La Corbera esté abierta a cuantos más estudiantes mejor. Con los seis caballos terapéuticos con los que actualmente cuentan, Elena Megías y la psicóloga Selene Gómez trabajan por separado y alumno por alumno, centrándose tanto en los aspectos psicológicos como en los físicos. Hay en cambio algunos casos en los que ambas profesionales trabajan juntas para ayudar a un alumno lo más posible. Lola, una niña de cuatro años, es una de ellas. Tiene parálisis cerebral y, aunque su madre la lleva diariamente a realizar terapias a otro centro, las terapias ecuestres son gran parte de su evolución.
ELENA MONTA A CABALLO con Lola y las dos practican movimientos y ejercicios para el equilibrio. Además del trabajo físico, la sesión de Lola también incorpora ejercicios de logopedia que Selene le sugiere a Elena y que ayudan a Lola en sus dificultades de habla. Cuando empezó la terapia ecuestre hace dos años, no podía hablar ni caminar. Hoy camina con cierta ayuda y puede comunicarse mucho mejor.
HISTORIAS COMO LAS DE LOLA Y ROCÍO son habituales en La Corbera. Después de 16 años, el centro sigue avanzado. Yuya cuenta que en España las terapias ecuestres están muy poco avanzadas, pero que con la ayuda de centros como La Corbera, el acceso a las mismas está creciendo muchísimo. La creación de la Federación Española de Terapias Ecuestres (FETE) en 2004 ha supuesto un paso muy grande para su desarrollo y para centros como La Corbera, que forma parte de la misma desde el año 2006.
“TODO ESTO EMPEZÓ con la idea de ayudar”, explica Yuya. La Corbera sigue creciendo y ayudando a todos los que por allí se acercan.