
Clara Duarte Ceballos en el Parque del Prado de San Sebastián / EMILY MILAKOVIC
Cuando Clara se dio cuenta que era lesbiana, el matrimonio entre personas del mismo sexo llevaba siendo legal en España algunos años. Sin embargo, el mundo en el que ella vivía no se había puesto al día. «Yo pensaba que era la única chica en el mundo a la que le gustaban otras chicas».
Clara Duarte Ceballos, estudiante de Filología Hispánica de 21 años, tiene parte de la cabeza rasurada, se sonroja cuando se ríe, y quiere ser escritora. Es tímida frente a la cámara y le encanta el autor Gabriel García Márquez. No se define por su sexualidad, aunque al principio tampoco sabía definirse.
“Era curioso, porque mi familia no hablaba de esto”, cuenta Clara. “Mi amiga Claudia fue una de las primeras a las que se lo dije. Yo tenía 13 años. En aquel momento, no había hablado todavía con mi familia. Mis padres nunca me habían dicho qué era ser “gay”, ser lesbiana, así que yo pensaba que era la única chica en el mundo a la que le gustaban otras chicas. Pensaba que estaba sola”.
Aunque no tenía una palabra para definir lo que sentía, ni sabía que muchas otras mujeres tienen los mismos sentimientos, ella sabía lo que sentía.
“Creo que siempre hay un momento en que te das cuenta de estas cosas”, explica. “Creo que fue más o menos sobre los 12 o 13 años que empecé a pensar mucho en actrices. Me gustaba Kristen Stewart, de Crepúsculo. Estaba enamorada de ella, pensaba mucho en ella, tenía posters y todo, y al final, pues me dije a mi misma que creía que me gustaban las chicas”.
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La vida para las personas LGBTQ ha cambiado mucho en España a lo largo de las últimas décadas. Durante el siglo XIX y principios del XX, no existían leyes que prohibieran las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo, lo cual no quiere decir que éstas fueran aceptadas. Ser gay pasó a ser ilegal durante la dictadura de Franco. Muchas personas LGBTQ fueron perseguidas, encarceladas, o asesinadas hasta que el 26 de diciembre de 1978 se derogó la ley sobre Peligrosidad y Rehabilitación Social. Sin embargo, hasta 2001, los antecedentes penales derivados de aquella ley de la dictadura no quedaron anulados. El 3 de julio de 2005, auspiciada por el Gobierno socialista que presidía José Luis Rodríguez Zapatero, se aprobó la ley que modificaba el Código Civil y permitía no sólo el matrimonio entre personas del mismo sexo, sino también la adopción conjunta, la herencia, y la pensión entre los cónyuges. España fue el tercer país del mundo en legalizarlo.
Sin embargo, persisten ciertos sentimientos negativos y discriminación. En 2013, el Ministro del Interior del nuevo gobierno conservador, Jorge Fernández Díaz, dijo que los matrimonios homosexuales no debían tener la misma protección legal que los heterosexuales y que eran un riesgo para “la supervivencia de la especie”.
A pesar de eso, Clara se muestra optimista. “España es realmente el país de Europa en el que mejor se acepta esto, y eso dice mucho porque yo he vivido muchísima discriminación en me colegio”, explica Clara con una risa.

El problema al que se enfrentó es uno de los mayores obstáculos para los derechos de las personas LGBTQ: la religión. Aunque los españoles sean ahora menos religiosos que nunca en la práctica, el catolicismo todavía tiene un rol fuerte en la sociedad y en la cultura.
“En España hay mucha más tradición católica, muchísima más tradición religiosa, que en el resto de los países de Europa”, explica Clara. “Obviamente, hay gente muy cristiana, cerrada, que utiliza la religión para justificar su odio”.
La posición oficial de la Iglesia Católica todavía determina que actuar con deseos homosexuales es pecado y que las uniones entre personas del mismo sexo deben ser rechazadas. También determina que las personas LGBTQ deben ser tratadas con respeto y compasión; sin embargo, esto no es así siempre. En su escuela católica, Clara tuvo profesores y amigos que la apoyaban, pero las voces en contra podían ser más fuertes.
“En mi colegio, pues sí, la religión influyó, en muchos profesores incluso. La profesora de inglés es la que más me dijo: “el problema eres tú, no los demás, tienes que cambiar y buscarte un novio”, recuerda Clara. “Creo que los profesores en general fueron muy, no sé, positivos y me ayudaron mucho, pero los niños que eran muy cristianos por sus padres venían de sus casas ya con ideas negativas”.
Mensajes así de personas cercanas en su vida crearon algunas dudas en Clara, que sentía que tenían que gustarle los chicos. Su primer beso en el instituto fue con un chico, aunque realmente sólo porque a ella le gustaba una chica con quien él había salido antes.
“Todo el mundo pasa por esa época en la que dice ‘¿Quién soy’? Pensaba que me gustaban también los chicos porque te sientes obligada”, cuenta Clara. Sin embargo, fue honesta consigo misma y con los demás cuando se dio cuenta. “En aquel momento, recuerdo que tenía novio y le dije ‘lo siento, no puedo estar contigo porque soy lesbiana. Me he dado cuenta’”.
Afortunadamente, Clara recibió el apoyo de la mayoría de su familia, a la que ha presentado a sus novias serias. Su madre la ha acompañado en el desfile del “Orgullo”.
“En principio, a mi madre le sorprendió, porque es algo que todavía parece un poco raro. Ahora, mi madre es la mejor con ese tema”, dice Clara. “Me defiende muchísimo, mi padre también, e incluso mis abuelos, que ya son de otra época. Ellos también son personas que lo aceptan muy bien”.

Sin embargo, otras personas cercanas prefieren fingir que ella no es como es. Hay miembros de la familia de su padre que lo rechazan, personas que, según Clara, no preguntan nada porque no quieren saberlo.
“Algunos en mi familia no dicen ‘es la novia de Clara’ sino ‘es la amiga de Clara’. Siempre intentan evitar la palabra ‘novia,’” se queja. “Esto me molesta mucho porque son mis novias, no mis amigas, pero bueno”.
A pesar de tener una cultura LGBTQ más progresista que la de otros países, todavía persiste una cierta invisibilidad. Líderes de la Fundación Triángulo de Sevilla, fundada en 1996 para conseguir la igualdad de derechos políticos y sociales para gays, lesbianas, bisexuales y trans, explican que había más bares y discotecas para gays en Sevilla en los años noventa que ahora, y nada específicamente para mujeres.
“La primera novia que tuve fue en mi colegio”, explica Clara. “Ahora, más por internet. Las relaciones más largas han sido a distancia. Por ejemplo, mi novia vive en Madrid. Es difícil encontrar en Sevilla”.
Ahora, no le importa si otros la aceptan. Clara ha aceptado su sexualidad sin tener que definirse por ella. Es abierta con el mundo sobre sus relaciones y su verdad.
“Así que sí, he sufrido de homofobia cuando era más pequeña, pero ya vivo con toda naturalidad”, explica Clara. “Soy una persona abierta, habladora, y con mucha fuerza, mucha. Y ya está”.