
foto: Vista de El Cairo / SAVANNAH TRIFIRO
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MAGDY MOHAMED, PROPIETARIO DE UN RESTAURANTE, TRABAJA LEJOS DE SU HOGAR Y SU FAMILIA DE EL CAIRO.
MAGDY MOHAMED ESTÁ SENTADO SOLO en una mesa para cuatro de su restaurante. La iluminación es tenue, con las únicas luces de los destellos coloridos de una televisión que hay cerca con videoclips de música pop de Oriente Medio y una partida de solitario en la pantalla del ordenador de Mohamed. La mesa está llena de papeleo. Vestido con una camisa gris abotonada y unos vaqueros azules, encorva en soledad su corpulenta figura sobre la pequeña mesa.
UNA PARED SEPARA A MOHAMED del resto del restaurante El Egipcio, en el número 49 de la calle Trajano de Sevilla, donde los clientes comen y charlan. Los camareros, vestidos de negro, vienen y van entre las mesas y la cocina, separada del comedor por un mostrador que se abre al pasar.
EL RESTAURANTE OFRECE una gran variedad de platos de Oriente Medio. La carta, expuesta en la entrada, presume de pizzas, kebabs, hummus y falafel.
MAGDY MOHAMED, nacido en Egipto, no suele hablar con los clientes. Aunque lleva viviendo
en España tres años y medio, no habla español o, al menos, como él dice, “no lo suficiente”. Le habla en árabe a sus empleados, un sirio y cuatro marroquíes, que luego se dirigen a los clientes en español. Sólo cuando los camareros se encuentran con un cliente de habla inglesa, sale Mohamed de su escondite y se apresura hacia la mesa, les sonríe amablemente y les pregunta si les gusta la comida. Su discreta simpatía es acogedora y enternecedora.
“CONSIDERA ESTE RESTAURANTE COMO TUYO, no mío”, me dice cuando lo llamé para quedar con él, “ven cuando quieras, estoy siempre aquí”. Mohamed llega al restaurante a las tres de la tarde y se queda hasta la hora del cierre, a las dos de la mañana. Allí tiene a sus empleados, a sus amigos y a sus clientes; en casa, está solo. Toda la familia de Mohamed, excepto un primo, vive en El Cairo.
MOHAMED PASÓ LOS PRIMEROS 29 AÑOS DE SU VIDA en El Cairo, donde trabajaba en una herrería familiar. En una esquina del restaurante, ha colocado uno de sus diseños, una cachimba metálica ornamentada. El negocio exportaba al exterior, lo que permitió a Mohamed continuar trabajando con ellos y perseguir el sueño americano. No estaba casado en aquel momento pero dejó atrás a sus padres y a cinco hermanos y una hermana que le desearon buena suerte.
“CLARO QUE ESTABAN… no enfadados pero se sentían como si fueran a perder a alguien”, recuerda. Mohamed le prometió a su madre que volvería en un año. Cumplió su promesa y regresó de vacaciones a El Cario dos meses. Después, volvió a Nueva Jersey, donde vivió y trabajó durante los siguientes 23 años.
MOHAMED TODAVÍA SE REFIERE A ESTADOS UNIDOS como su segundo hogar. Sin embargo, se terminó cansando del estresante estilo de vida norteamericano. “Me hice mayor. Allí, en Estados Unidos, se gana más pero aquí se vive mejor”, dice Mohamed, que ahora tiene 56 años.
EL RESTAURANTE DE SEVILLA era de su primo durante el tiempo que Mohamed estuvo trabajando en Estados Unidos. Aparte de servir comida, también se vendían cachimbas del negocio familiar de Mohamed. A menudo, entre viaje y viaje de Egipto a Estados Unidos, Mohamed se pasaba por el restaurante para ver cómo iba. “Me di cuenta de que había problemas entre mi primo y los otros dos socios del restaurante, por lo que intervine, arreglé el problema y me hice cargo del negocio. Eso fue hace tres años y medio”, explica. Les enseñó a los cocineros algunas recetas egipcias que se añadieron al menú de platos sirios y marroquíes. “Así es como llegué aquí y me siento a gusto. Ni bien, ni mal. Me gusta más vivir aquí que en Estados Unidos”.
AUNQUE LA VIDA EN SEVILLA ES AGRADABLE, para Mohammed también es muy solitaria. Vive solo, ya que su mujer y sus tres hijas de 11, 16 y 18 años siguen en El Cairo. Mohamed llama
a su familia todos los días y los visita cada dos meses y medio. Todos los veranos, van a Estados Unidos de vacaciones. “Vivir solo es muy triste”, comenta, “pero, como dicen los franceses, c’est la vie. Así es la vida”.
MUCHOS EGIPCIOS, que antes habían resuelto quedarse en su país, han elegido emigrar. La familia de Mohamed ha escogido quedarse allí. “No creo que nadie, ya sea en América, Australia o Japón, esté conforme con la vida. Nadie está contento con su vida. Siempre se persigue un sueño”, dice.
LA HIJA MAYOR DE MOHAMED está estudiando Administración de Empresas en la Universidad Internacional de El Cairo. Tiene puestas muchas esperanzas en ella y en sus otras dos hijas. Se
ríe al decir que su hija pequeña está a punto de entrar en la adolescencia, con los quebraderos de cabeza que eso supone para un padre. Su sonrisa se desvanece cuando añade “estos días, con lo que está ocurriendo en Egipto, tienes que tener mil ojos para cuidar de tus hijos. Ahora no es un lugar seguro”.
EN 2011, DURANTE LA PRESIDENCIA DE HOSNI MUBARAK,
Egipto estalló en protestas. Mohamed estaba en Estados Unidos en ese momento pero volvió a El Cairo para estar con su familia.
SABÍA QUE ERA CUESTIÓN DE TIEMPO que comenzaran las revueltas. “Los pobres eran cada vez más y más pobres. Antes, teníamos una clase media
pero desapareció. Podía ver que había gente que no tenía suficiente que comer o que hacer, por lo que lo veía venir… pero la gente del régimen de Mubarak estaba demasiado ciega para verlo”.
“LA REVOLUCIÓN le llegó al pueblo egipcio con todo lo bueno y todo lo malo. Nos mantuvimos unidos ante todos los problemas a los que nos enfrentamos allí pero, al mismo tiempo, aparecieron muchas cosas malas”, recuerda. Mohamed cree vehementemente que Estado y religión deberían ir por separado. “La religión es algo inalterable”, dice, “el Islam es inocente”.
MOHAMED NO VEÍA NINGUNA DIFERENCIA entre el reinado de Morsi y el de Mubarak. Explica que Morsi llegó al poder e inmediatamente intentó impartir cambios radicales. “Habíamos estado sometidos al antiguo régimen 60 años y estaba muy arraigado en la sociedad. [Morsi] intentaba cambiar el antiguo régimen por el suyo sin tener en cuenta a la población”.
SOBRE EL ACTUAL GOBIERNO PROVISIONAL con apoyo militar, Mohamed dice, “confiamos mucho en nuestro ejército; sin él habría una guerra civil. Todo Egipto está dividido, un 30% está con los Hermanos Musulmanes y el 70% restante con la otra parte”.
AUNQUE ES DIFÍCIL VISLUMBRAR UNA SOLUCIÓN en el futuro cercano de Egipto, Mohamed es optimista. Dice de los egipcios que “son muy amables, puedes confiar mucho en ellos y se merecen algo más”.
MOHAMED TIENE SUEÑOS TAMBIéN PARA ESTADOS UNIDOS, su segunda casa. Sueña “que se recupere, que sepa lo que es ser justo”.
“¿PARA MÍ?”, pregunta, “creo que yo ya he cumplido. Para mis hijas, mi sueño es que estén a salvo. No creo que nadie sepa lo que es estar a salvo. Ya no se tiene la sensación de seguridad de antes. Antes, en Estados Unidos, la gente no cerraba la puerta con llave. Ahora, todo el mundo lo hace”.
“¿QUé ES LO CONTRARIO DE OPTIMISTA?”, pregunta en alto en un lapsus de inglés. Y, aunque Mohammed es pesimista, no se siente inquieto. “Tengo esperanza en mi futuro pero no tengo esperanza en el futuro del resto del mundo. Pero soy musulmán y, antes de irme a la cama, digo: ‘vale, Dios, lo he hecho lo mejor que he podido, perdóname si lo hice mal’ y me duermo. Siempre confío en Dios. Lo que tenga que ser, será. No me preocupa”.