Las muletas de mi vida

ankle injury

Cuando me desperté aquella mañana, me quedé tumbada en la cama preguntándome qué atuendo me iba a poner. Quería vestirme para mi primer año en la escuela secundaria, ya que se consideraba el año de los más débiles. Por lo tanto, elegí mi par de jeans favoritos y un lindo top para combinarlos. Más difícil fue elegir después entre un par de sandalias marrones y mis nuevos tenis de Ed Hardy. En última instancia, elegí usar las sandalias porque era la opción más linda para mi atuendo. Después, bajé las escaleras para prepararme el desayuno. Mi mamá estaba en la ducha, así que decidí hacer algo fácil para desayunar: gofres.Encima de la nevera solíamos tener una enorme jarra de vidrio muy grueso con caramelos. Estaba medio llena en ese momento. Cuando abrí el congelador (¿la nevera?) para sacar mis gofres, instantáneamente me arrepentí de haber elegido sandalias para ese día. ¡Crash! La jarra, que estaba medio apoyada sobre la puerta, se cayó por la abertura del congelador (¿de la nevera?). Grité de dolor; no ayudaba que hubiera sangre por todas partes. Comencé a sollozar y, arrastrándome por el suelo, traté de subir las escaleras para llegar adonde estaba mi madre. Mientras me arrastraba hacia las escaleras, mi vecina debió de escucharme gritar y empezó a hablarme a través de la puerta de mi casa. “¿Estás bien? ¿Qué pasó?” No pude formar oraciones sin el sonido de mi llanto. “Mi dedo–sollozo–está sangrando–sollozo.” “¿Necesitas ayuda? ¿Quieres que llame a alguien?” “Voy a–sollozo–tratar de arrastrarme hacia arriba–sollozo–de las escaleras”. “Está bien, estaré aquí por si acaso”. Agarré una toalla de papel, la envolví alrededor de mi dedo del pie y comencé a subir las escaleras.

Cuando llegué a la habitación de mi madre, abrí la puerta del baño y empecé a llorar aún más fuerte. No creo que me escuchara al principio, ya que estaba en la ducha. “Mamá–sollozo–me he lastimado el–sollozo–dedo. Está sangrando mucho”. “Dios mío, ¿estás bien?” Inmediatamente, mi madre salió de la ducha y me vio tirada en el suelo sosteniendo mi dedo del pie con un dolor insoportable. “Vamos al hospital, me preocupa que haya vidrio en el dedo”. Reunimos nuestras cosas mientras ella me ayudaba a bajar las escaleras. Mi vecina todavía estaba esperando afuera con su perro, y fue muy útil. Ella me ayudó a subir al coche y me dijo que todo iba a salir bien. Después de ir en el coche por un tiempo, dejé de llorar y empecé a sentirme un poco mejor, a pesar de que todavía tenía mucho dolor.

Llegamos al hospital y la enfermera pudo ver cuán angustiada estaba y me preguntó si alguna vez había estado en una silla de ruedas. Le respondí que no, pero que siempre había querido ser empujada en una. La enfermera me empujó a la habitación en una silla de ruedas, lo cual hizo que inmediatamente me sintiera mucho mejor. Los médicos tomaron una radiografía de mi dedo del pie y nos dieron la noticia de que estaba fracturado. Afortunadamente, no tenía ningún vidrio clavado en él. Entonces, el doctor me dio la mejor noticia: ¡iba a tener que usar una bota y muletas durante una semana! Durante mucho tiempo había querido usar muletas por lo divertido que se veía. Además, ahora tenía una excusa para salir temprano de la clase.

Llegué a la escuela y fui a la oficina de las enfermeras donde recibí mi Pase de Caracol. Cuando llegué a clase, todos empezaron a preguntarme, “¡Dios mío, ¿qué pasó?” Les expliqué la historia y todos quisieron que los eligiera para poder salir temprano conmigo. En general, sabía que estaba rodeado de buenas personas, que siempre estaban listas para ayudarme, y una situación terrible terminó convirtiéndose en una buena.