
Un avión de la fuerza aérea francesa derribado durante la guerra que enfrentó al Frente Polisario con Marruecos y Mauritania. FOTO: DAH MOHAMED ABDERRAHMAN
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DAH CRECIÓ EN UNO DE LOS CAMPAMENTOS DE REFUGIADOS SAHARAUIS QUE SE LEVANTARON EN ARGELIA EN 1975 TRAS LA INVASIÓN MARROQUÍ DEL SÁHARA OCCIDENTAL. GRACIAS AL PROGRAMA VACACIONES EN PAZ Y A LA FAMILIA QUE LO ACOGIÓ, PUDO VENIR POR PRIMERA VEZ A ESPAÑA EN 2003. AUNQUE AHORA VIVE EN ESTE PAÍS DE MANERA PERMANENTE, SIGUE IDENTIFICÁNDOSE CON SU CULTURA DE ORIGEN.
EL NIÑO SE LEVANTA TEMPRANO y lo primero que hace es rezar. Después, se pone un chaquetón y unos pantalones, la ropa necesaria para las mañanas frías. Hoy es martes y tendrá que esperar hasta el viernes para poder lavarla, así que debe tener cuidado para que no se le manche antes.
LUEGO VA A LA COCINA para desayunar con el pan que su madre ha hecho. Tras el desayuno, a las ocho, sale de la jaima con su hermano mayor. El aire frío les escuece en la piel según caminan por el desierto. Dah y Mohamed, como se llaman los niños, no ven más que la arena del desierto, las jaimas y las casas de adobe. No hay otra gente. Todo está tranquilo en el campamento de refugiados saharaui de Dajla.
EL DESIERTO se extiende infinito.
A LAS OCHO Y CUARTO, tras recoger en sus respectivas casas a sus amigos Alí, Salek, Ibrahim y Omar, los niños llegan puntuales a la escuela Ali Ablaila.
LA PRIMERA CLASE es Educación Islámica. El profesor Lejlifa habla de Muhammad, su vida y su recibimiento del Corán. Dah escucha atentamente, ansioso por aprender más. A sus seis años, la historia de Muhammad suena como un cuento de hadas.
EN LA CLASE DE LENGUA, el mismo profesor ayuda a los estudiantes a practicar la lectura. Dah se fija en una etiqueta en árabe pegada en su libro: “Fabricado en Argelia”.
AL MEDIODÍA, tras un bocadillo rápido en casa y un rato de fútbol con los amigos, toca clase de español con el profesor Nayem. Es una lengua que Dah apenas habla aún.
A LA UNA Y VEINTE, los hermanos almuerzan en casa con su madre Suadu: lentejas, garbanzos o alubias, que su familia ha recibido a través de la ayuda humanitaria de ACNUR, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. Hoy no hay carne de camello.
DE TRES Y MEDIA a cinco y veinte de la tarde, Lejlifa imparte las últimas clases del día. Todos los niños regresan a sus casas para dejar las mochilas y jugar de nuevo al fútbol, hasta que, sobre las ocho, comienza a oscurecer. El calor intenso del día se convierte en frío según el sol del desierto se comienza a poner.
UNA VEZ QUE HA ANOCHECIDO, Dah hace su tarea para la escuela en casa y cena con su familia – sus hermanos mayores Mohamed y Ahmed, su madre Suadu y su padre Mohamed. Comen arroz y verduras, lo habitual. Finalmente, se acuesta, esperando que mañana haya carne.
SIETE AÑOS MÁS TARDE, Dah se levanta temprano y lo primero que hace es rezar. Después, se cepilla los dientes y se pone un chaquetón ligero y unos vaqueros que se han lavado el día anterior. Baja por las escaleras hasta la cocina para desayunar cereales y, cuando termina, sale de su casa andaluza, camino de la escuela, a las ocho menos cinco.
DAH, que ha cumplido ya los trece años, inspira el aire fresco y sonríe. Hace frío, pero no es el de las mañanas del desierto. Según camina, va mirando a su alrededor. Ve casas de ladrillo y estuco con azulejos amarillos, palmeras, calles pavimentadas y una multitud de coches. Hay mucha gente por las calles. Dah pasa junto a bancos, tiendas de ropa, iglesias antiguas y pastelerías que venden mostachones. Ahora vive en Utrera, una ciudad de algo más de 50.000 habitantes en el sureste de la provincia de Sevilla, a escasos 30 kilómetros de la capital.
AQUÍ NO HAY DESIERTO. No hay arena.
EN LA ESCUELA JOSÉ MARÍA INFANTES, su primera clase es Ciencias Sociales, con el profesor Pepe Marín, que lo ha ayudado mucho este año. En la de Biología, la clase favorita del niño, el profesor Salvador Moreno lo saluda: “¿Cómo va todo, Dah?” Todas las clases se imparten en español.
DESPUÉS MATEMÁTICAS y luego viene el recreo. Los estudiantes salen pero no para jugar. En vez de eso, hablan de lo que hicieron ayer, del partido de fútbol de anoche, de la serie de televisión que están viendo. El niño come su bocadillo sentando en una esquina del patio de recreo con sus amigos José María, Fernando y Jesús.
TRAS LAS ÚLTIMAS TRES CLASES DEL DÍA, Dah sale de la escuela y compra el pan para su madre. En casa, come con toda la familia – su hermana Mercedes, su hermano Salvador, su madre Mercedes y su padre Diego. El menú es jamón ibérico (aunque él no lo come, siguiendo los preceptos islámicos) y tortilla de patatas, típico de la dieta mediterránea española. Los productos son frescos, de buena calidad. Aquí no hay garbanzos o alubias provenientes de la ayuda humanitaria.
JUSTO DESPUÉS DE COMER, Dah sube las escaleras hasta su dormitorio. Desde las tres hasta las nueve trabaja muy duro. Su madre está a su lado todo el tiempo, enseñándole tanto como puede pero sobre todo palabras en español que Dah no entiende aún.
A LAS NUEVE SE DUCHA y cena con su familia, salmorejo y cocido con papas. Ve un poquito de televisión y luego se acuesta, esperando poder entender algo más de su nueva cultura mañana.
DAH MOHAMED ABDERRAHMAN vino a España en 2003, cuando tenía 13 años, gracias al programa Vacaciones en Paz, organizado por la Asociación de Amistad con el Pueblo Saharaui de Sevilla con la intención de traer a pasar el verano en ciudades españolas a niños de los campamentos de refugiados situados en la provincia argelina de Tindouf . Los niños son acogidos durante dos meses por familias españolas y así pueden escapar de las muy elevadas temperaturas del desierto además de disfrutar de unas vacaciones en un lugar completamente distinto.
LA NECESIDAD de este programa se deriva del conflicto existente en el Sáhara Occidental, un territorio en litigio ocupado por Marruecos desde 1975, cuando la que era colonia y provincia española fue abandonada por el ejército español. Marruecos, guiado férreamente por su rey Hassan II, aprovechó la debilidad española, ante la muerte inminente del General Franco, para ocupar pacíficamente el Sáhara el 6 de noviembre de 1975 en la que se conoció como la Marcha Verde. 350.000 civiles marcharon a pie desde Marruecos hasta la colonia. Cuando se consumó la marcha del ejército español, 25.000 soldados marroquíes ocuparon el Sáhara. Hassan II reivindicó el Sáhara como parte de su propio país y, a partir de entonces, comenzó el éxodo y la expulsión al desierto de decenas de miles de saharauis. Al éxodo siguió una sistemática represión de aquellos saharauis que quedaron en los territorios ocupados, además de una guerra que se extendió de 1975 a 1991 entre Marruecos y el Frente Polisario, el movimiento guerrillero de liberación que ya luchaba por la independencia del Sáhara y por los derechos de los saharauis en los últimos años de existencia de la colonia.
EN 1980, Marruecos empezó a construir un muro de separación entre el territorio ocupado en el noroeste y el territorio libre en el sudeste, que con el tiempo llegaría a alcanzar los 2.720 kilómetros de longitud–casi 18 veces más grande que el Muro de Berlín y considerado el campo de minas continuo más grande del mundo. Con la ocupación marroquí, muchos saharauis siguieron viviendo en los territorios ocupados, pero muchos otros huyeron hasta cruzar la frontera del este con la vecina Argelia, fundando los campamentos de refugiados de la provincia de Tindouf.
Allí podrían evitar las violaciones de derechos humanos cometidas por Marruecos en los territorios ocupados; podrían sentirse saharauis y señalar su bandera sin miedo a la muerte de un familiar o a ir a la cárcel por defender su causa.
LA GRAN MAYORÍA DE LAS FAMILIAS HUIDAS siguen viviendo allí hoy en día. Según ACNUR, hay unos 90.000 refugiados viviendo en Tindouf. La familia de Dah es parte de ellos.
SUADU Y MOHAMED, los padres de Dah, han vivido en el campamento de Dajla desde hace casi 40 años. Llegaron allí en 1975, tras la Marcha Verde. Durante aquellos primeros años, la madre de Dah trabajaba con el Frente Polisario como jefa del movimiento de mujeres de su campamento. Su padre fue oficial en el Frente Polisario también. Dah y sus tres hermanos nacieron y crecieron allí, en un lugar que realmente no es su hogar legítimo, mientras el Frente Polisario continúa tratando de recuperar la tierra que los marroquíes les quitaron.
DAH EXPLICA que siempre tendrá una deuda de gratitud con su madre biológica. “Mi madre [saharaui] ha luchado por mis tres hermanos y por mí y eso es lo más grande. En el desierto luchó por nosotros, se movió para que nosotros estuviéramos bien”, dice.
CUANDO DAH VINO A ESPAÑA por primera vez con Vacaciones en Paz, pensaba que estaría en Sevilla solamente para el verano, pero contrajo una enfermedad gastrointestinal seria y tuvo que quedarse en España para recibir tratamiento. No pudo volver a su hogar en Tindouf como los otros chicos del programa y siguió viviendo con su familia de acogida en Utrera. Es la misma familia con la que él todavía vive hoy – sus padres Mercedes y Diego, su hermano Salvador, de 30 años, y su hermana Mercedes, de 32. Es una familia que, durante los últimos 11 años, lo ha tratado “siempre como a un hijo más”.
HOY EN DÍA, Dah es un chico alto y atractivo que habla un español fluido. Su postura, su confianza y la seguridad y amabilidad de su voz demuestran una rápida madurez. Sus confiados ojos marrones complementan su amplia sonrisa. Cuando habla, se inclina hacia adelante y no deja de mover las manos con energía.
DAH SABE LO QUE QUIERE y en lo que cree y no tiene miedo de decirlo. Con 24 años, acaba de terminar la carrera de Enfermería en la Universidad de Sevilla y, como tantos otros chicos de la ciudad en la que vive, busca un trabajo.
EN EL OTOÑO DE 2003, cuando empezó en el instituto, no sabía hablar español y sus profesoras y familia lo ayudaron mucho a acostumbrarse a la nueva cultura. “Tenían mucha paciencia porque sabían que yo no tenía ningún conocimiento”, dice Dah. “Una familia que te echa cuenta, que está encima de ti, que te ayuda a resolver tus dudas es súper importante”.
A PESAR DE SU GRAN ADAPTACIÓN a la cultura que lo acogió, Dah no se ha olvidado de su religión o cultura de origen – todavía reza cinco veces al día y habla árabe con su tía biológica que también vive en Utrera.
DAH VISITA A SU FAMILIA en el Sáhara cada verano: sus padres, Suadu y Mohamed, su hermano Ahmed de 41 años, su hermano Mohamed de 27 y sus otros hermanos, Alieen y Lamina, que tienen 17 y 9 años respectivamente. Su otra hermana Lamina, que tiene 15 años, vive en Granada con una familia española también.
DAH EXPLICA QUE, aunque le encanta visitar a su familia en verano, siempre hay un contraste de emociones muy intenso. “Llegas con una alegría inmensa y te vas con una tristeza increíble”, cuenta. “Yo he llorado muchísimas veces en el aeropuerto”.
CON DOS FAMILIAS y dos culturas en dos países distintos, Dah dice que tiene una “doble vida”. “Tengo una vida allí y tengo una vida aquí. Es una vida diferente porque realmente la cultura es diferente, la religión es diferente”.
“COMO CON MI FAMILIA SAHARAUI, con mi familia [española] estaré siempre en deuda y les estaré agradecido el resto de mi vida”, dice.
DAH TIENE DOS PAÍSES, dos familias, dos casas y dos vidas que aprecia profundamente, pero insiste en que por encima de todo nunca abandonará a su patria. “Siempre iré allí cuando me llamen. Siempre estaré preparado. Tenemos la esperanza y no vamos a abandonar la lucha”, dice en relación al conflicto. “Vamos a seguir allí, luchando por algo que nos pertenece”.