
foto de Nayib Morán: Ibusuki Hiroshi (centro) jugando con el Sevilla FC Atlético
Read this article in ENGLISH / PDF en español de esta revista
El primer futbolista japonés en la historia del Sevilla FC recuerda la aventura que empezó cuando era tan sólo un niño en Nagareyama.
“Aquel día por la mañana teníamos entrenamiento en el Sánchez Pizjuán. Vino mucha gente para animarnos”, dice, aplaudiendo para explicarse. “Cuando salimos del hotel para irnos al partido, mucha gente nos gritaba ‘¡Ánimo, chavales!’ y no sé qué más”.
El joven de veintiún años, nacido el 2 de febrero de 1991, se detiene por un instante y digiere el recuerdo de aquel momento con la mirada perdida en el cielo de terciopelo azul. “Dentro del campo, yo sólo quiero jugar fútbol, lo demás me da igual, pero llegando al campo del Betis, todas las calles estaban abarrotadas de gente del Betis tirando manzanas o botellas de agua a nuestro autobús y gritando ‘¡Sevilla fuera!’. Increíble”.
El verano pasado, el japonés Ibusuki Hiroshi, de 1,93 de estatura, firmó con el Sevilla Fútbol Club convirtiéndose en el primer jugador asiático de este equipo, uno de los mejores de la liga española. Pero no era un recién llegado: durante un periodo de tres años, Hiroshi había jugado para equipos españoles como el Girona FC, Real Zaragoza B y el CF Sabadell. Quiere crecer como futbolista, y ahora mismo disfruta día a día de su capítulo en el Sevilla.
Su pasión por el fútbol empezó en Negareyama, una ciudad tranquila de 165.000 habitantes a treinta minutos de Tokyo. Entre los diez y los diecisiete años, Hiroshi jugó con el Kashiwa Reysol. Su vida giró siempre en torno a un balón de fútbol. “Normalmente me levantaba a las siete de la mañana e iba al colegio de nueve a tres. A las cuatro tenía entrenamiento hasta las seis y media, ahí en la Ciudad Deportiva cenaba y al final me iba a casa a dormir. Así era mi rutina”.
“Cuando decidí venir a España, más exactamente a jugar en el Girona, tenía diecisiete años, pero mis padres apoyaron mi decisión y me dieron fuerzas. Siempre les agradeceré el apoyo que me brindaron” decía el joven, que llegó a España sabiendo un poco de inglés y nada de español.
Durante los primeros meses que Hiroshi viajó con su equipo, el Girona, la arquitectura y la religiosidad españolas le causaron un gran asombro. “Hay algo especial aquí porque son muy católicos, y cada pueblo tiene su catedral, y eso a mí me sorprendió porque Japón es budista y cada pueblo tiene su templo, pero no son tan grandes. Cada casa o edificio es totalmente diferente que en Japón”.
Según avanza la tarde, empieza a refrescar; él lleva una chaqueta azul de piel para resguardarse del frío. Con su evidente acento andaluz, omitiendo las últimas consonantes de las palabras, Hiroshi, o Hiro, como algunos de sus compañeros de equipo lo llaman, recuerda su primera visita a Sevilla, su nuevo hogar desde el verano pasado. “Cuando estaba en Girona, vine una vez y jugué en Ciudad Deportiva en Sevilla, cuando el Sevilla Atlético [equipo filial del Sevilla FC] estaba en la Liga Adelante [liga de segunda división]. Ese día me di cuenta que la gente era muy amable”. Y tres años después, se vino a vivir aquí. Un gran paso en su carrera.
Hiroshi hizo su debut en primera división en un Betis 1 Sevilla 1, el 21 de enero de 2012, en el minuto ochenta y dos, entrando al campo por Álvaro Negredo, el número nueve del Sevilla. La multitud en los bares, en el estadio y en las calles estaba ansiosa por ver al delantero japonés hacer su debut en el que es quizá el más grande de los escenarios imaginables: el derby sevillano.
La capital andaluza ha acogido a Hiroshi con los brazos abiertos, poniéndole difícil decidir qué ciudad le gusta más: Nagareyama o Sevilla. “Yo no puedo decir cuál es mejor, es que hay diferencias en comida, cultura, historia, y personalidad. A mí me encanta España y Sevilla también, pero siempre tengo ganas de ir a mi pueblo. Me siento cómodo en los dos lugares”. Hiroshi echa de menos a sus amigos y a su familia, y echa de menos la comida de su madre, en especial el pescado, el cual dice que tiene que aprender a preparar. En su casa, cocina sobre todo arroz, pollo y ternera.
Jugar principalmente en el filial del Sevilla FC le permite sacar tiempo para salir y visitar la ciudad. “No es tan complicado salir en Sevilla porque todavía no soy muy famoso”, dice, aunque es consciente de que llegará el día en que tenga que firmar autógrafos durante más de cinco minutos. Le queda poco para ello: Hiroshi se sorprende de lo amable que es la gente con él. “Cuando voy a bares, todo el mundo me saluda y pregunta cómo estoy, y después de unas horas, nos hacemos amigos. Eso es impresionante”.
En el campo, Hiroshi lleva el número veinte (y el veintiocho en el primer equipo), tiene una potente zurda y es un prototipo de delantero a lo Fernando Llorente –jugador del Athletic de Bilbao y uno de los delanteros de la élite española–, bueno en el aire, aguantando el balón, elegante al primer toque y depredador dentro del área. Durante esta temporada con el Sevilla Atlético, jugando en Segunda B (tercera división), ha marcado dieciséis goles.
Ahora, casi a punto de cumplir su primera temporada en el Sevilla, Hiroshi reflexiona sobre su presente y su futuro como jugador de fútbol. Con la barbilla apoyada en su mano izquierda, explica con diligencia el dilema del futbolista: “A mí me gusta mucho la ciudad de Sevilla, pero la vida de fútbol no es normal. Mira, en tres años, ya he ido a cuatro diferentes sitios – Girona, Zaragoza, Sabadell y Sevilla”, cuenta con sus dedos. “Si mañana me avisa alguien de que un equipo me quiere fichar, a lo mejor no tendré otra opción más que aceptar. Por eso no puedo decir que quiero vivir aquí mucho tiempo”.
Desde los cinco años, Hiroshi se propuso como objetivo principal convertirse en futbolista profesional; hoy está en el Sevilla y espera jugar algún día un mundial representando a Japón.
En su país, Hiroshi se está convirtiendo en embajador de un deporte que hace veinte años ocupaba el segundo lugar después del béisbol. Hoy, ambos deportes van parejos en la lucha por convertirse en el deporte favorito del país.
El japonés está orgulloso del legado que está dejando en la Península Ibérica, pero también bromea sobre ello: “¡Vaya donde vaya, siempre soy el primer japonés del club!”