Ciudad en coma

foto de Max Landerman: ciudadanos de Sevilla tras participar en la manifestación de la pasa huelga general, 29 de marzo de 2012

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Con la intención de competir a escala global, la capital andaluza se enfrenta al reto de convertirse en una sociedad moderna conservando al mismo tiempo sus tradiciones. Hemos hablado sobre la ciudad y el futuro de ésta con Juan Carlos Blanco, director del diario El Correo de Andalucía, y con Raquel Rico, presidenta del movimiento cívico por el cambio Iniciativa Sevilla Abierta.

Con un clima agradable, edificios pintorescos, su rica historia y un sol resplandeciente… Sevilla, a ojos de cualquier visitante, parece respirar al ritmo de una atmósfera relajada y un tranquilo entorno cordial. No hay más que pararse a apreciar su cautivadora Semana Santa o contemplar la plaza de toros de la Maestranza que espera a la orilla del río la próxima temporada taurina.

La gente de la ciudad está orgullosa de pertenecer a esta sociedad sevillana que es también un pedazo de historia en sí misma. Sin embargo, la ciudad cuenta con mucho más aparte de su presencia como atractivo turístico, y su estética anacrónica, nos dice Juan Carlos Blanco, director de El Correo de Andalucía, el periódico más antiguo de la ciudad, fundado en 1899.

“El sevillano se siente muy sevillano. Se identifica muchísimo con su ciudad, con el sitio en el que vive, pero no se siente muy responsable de cómo van las cosas aquí. Es una pertenencia más sentimental que política. A la gente le falta compromiso ciudadano”.

Juan Carlos Blanco nos cuenta que se pone demasiado énfasis en la importancia de las tradiciones y que los que tienen el poder de incitar al cambio parecen compartir esa misma mentalidad: “Sevilla es demasiado conservadora. Hay todo tipo de corrientes, pero la religiosidad y el conservadurismo dominan y concentran el discurso informativo. Tienen mucha fuerza, y eso se nota en los periódicos y en los demás medios de comunicación”.

De hecho, para Blanco, la relación entre la ciudadanía y aquéllos que la representan está marcada por la falta de capacidad de respuesta y de conexión. “Hay un problema de representatividad; una gran falta de músculo de la sociedad civil. Los políticos son espejo de su propia sociedad, que permite que la política entre en todo. La sociedad sevillana está fuertemente controlada por sus colectivos religiosos y por las hermandades; expresiones conservadoras de la religiosidad popular”.

La incapacidad de Sevilla a la hora de adaptarse a una cultura global en constante cambio puede pasarle factura, critica el periodista. “Necesitamos algo más que diversión y entretenimiento. Los principales actores sociales deben premiar, incentivar y motivar el esfuerzo, la innovación y el talento. Deben estar más a la vanguardia. No se cultivan las actitudes empedradoras y aperturistas, sino más bien lo contrario. No es culpa de las hermandades, sino de los ciudadanos, que no invitan a cultivar el talento ni la creatividad”.

Como respuesta a este problema, el movimiento cívico Iniciativa Sevilla Abierta (ISA) promueve una comunidad “menos ensimismada, más abierta a la innovación y a la contemporaneidad, más cosmopolita, sin dejar por ello de identificarse con lo más atractivo de su historia”.

Raquel Rico, presidenta de dicha asociación y profesora de Historia del Derecho en la Universidad de Sevilla, explica la dificultad que conlleva traspasar estas barreras. Durante las pasadas elecciones locales, en mayo de 2011, “nos entrevistamos con todos los candidatos para presentarles el documento llamado Acuerdos por Sevilla, en el que se comprometen a escuchar las propuestas de los ciudadanos. Todos dicen que están de acuerdo, pero en realidad ninguno ha hecho nada”.

Rico opina que los intentos de creatividad e innovación se han recibido con apatía e incluso con hostilidad, y cita un ejemplo artístico de esta supuesta mentalidad anti-progresista: “El escultor Anis Kapoor, que construyó “La Alubia” de Chicago, hizo también una estatua similar aquí en 1992. La de Sevilla ya no existe, la destruyeron, y donde estaba la estatua, ahora tenemos el parque temático Isla Mágica. Esto demuestra la falta de sensibilidad contemporánea. De las trece estatuas que había, ya no queda casi ninguna”.

A la luz de esta resistencia a la creatividad por parte de un importante porcentaje de la población sevillana, la juventud es quizás en el sector más marginado, según Juan Carlos Blanco. Las generaciones más viejas “saben lo difícil que fue construir el actual sistema democrático”, sin embargo, las más jóvenes, nacidas tras la muerte del dictador Francisco Franco en 1975, han crecido durante un periodo de estabilidad y libertad y “se lo han dado todo hecho”. Por eso, según Blanco, “los jóvenes se creen con derecho a todo y luchan menos para conseguir las cosas”, incluso ahora que la crisis económica les está afectando sobre todo a ellos. “Uno de cada dos jóvenes está parado. El desempleo les deja fuera del sistema tradicional impidiéndoles sentir una identidad individual”.

Raquel Rico ha presenciado en primera persona esta falta de activismo en su propia aula: “En la universidad, cada vez hay menos movimiento. Es una sociedad conformista. No hay movimiento ecologista, por ejemplo, como lo hay en otras partes del mundo entre los jóvenes. No hay mucho activismo juvenil, sobre todo en la universidad”. Por esta razón, ella pone el énfasis en la necesidad de una mentalidad más europea.

Karla Nahra Illesca, estudiante de comunicación audiovisual en la Universidad de Sevilla, está de acuerdo en que el activismo simplemente no está presente entre la población universitaria, y coincide con Blanco y Rico cuando dicen que esto se debe a una cultura de pasividad.

Aunque los estudiantes cuentan con ciertos organismos de representación, su campo de acción es muy limitado. Karla explica que “cada facultad cuenta con una delegación de alumnos que los representa, pero estos delegados sólo luchan por los derechos educativos. Cuando se convoca una asamblea es para tratar problemas presupuestarios o económicos de otro tipo, pero nunca se tratan problemas más sociales”. Asegura que ni ella ni sus compañeros sienten una conexión personal muy fuerte con sus representantes.

El auge de las redes sociales ha animado a más gente a hablar sobre diferentes asuntos, pero Karla considera que hay una gran diferencia entre hablar sobre un asunto y trabajar realmente hacia el cambio: “La gente joven prefiere quejarse desde casa por el ordenador que echarse a la calle para luchar por sus derechos”.

Poco a poco, deben irse sentando las bases para el futuro de Sevilla. El director del diario El Correo de Andalucía sugiere que el sacrificio, individual y colectivo, puede ser la clave para ello: “Muchos se quejan y protestan pero tampoco participan. Tienen una actitud anti-sistema, pero si quieres cambiar algo, tienes que participar y ser más activo y trabajar para mejorarlo. Si no, tu conducta será pasiva y no servirá para mejorar la situación”.

“Algunos se han despertado y otros no”, añade Blanco. “Muchos se han dado cuenta de que, como individuos, deben centrarse más y de que hay que saber sacrificarse para lograr un objetivo. Sevilla tiene que aprender colectivamente la importancia de la innovación. Una imagen tópica y recurrente no funcionará. Es una ciudad que tiene muchísimo potencial, pero necesita progreso; le falta ambición y ganas de mejorar. Tiene que mirar más hacia el exterior. Se mira mucho a sí misma pero no mira al resto del mundo”.

Nadie pretende demonizar el orgullo regional o arremeter contra la tradición. Todo lo contrario: la coexistencia entre la faceta histórica de Sevilla y el mundo contemporáneo abrirá las puertas a una sociedad más multicultural y provechosa. Blanco resume de esta forma sus aspiraciones en lo referente al futuro de Sevilla: “Sevilla necesita tener más fuerza, más ritmo y creer más en sí misma. Necesita más innovación e imaginación, y no sólo para sus fiestas y tradiciones. Sevilla es mucho más que eso”.

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