Un nuevo día en El Jueves

Vista general de el mercadillo de El Jueves / GABRIELA CORTESE

La mujer con la cara azul

por Rebecca Torrence – Duke University

 

La mesa es un recuerdo de los mercados pasados. Cada postal, prendedor y póster ha pasado por muchas manos antes de acabar en las de Francisco. Las pilas de baratijas esparcidas en su mesa no tienen nada en común, excepto que Francisco las eligió del caos de otros mercados para venderlas hoy en el mercadillo del Jueves en la calle Feria. Cuando le preguntamos cómo sabe lo que comprar para su puesto, se encoge de hombros. “No sé. Solo supongo lo que a la gente va a gustarle.”

La nostalgia permea el aire. En muchas de las postales hay retratos de parejas felices de los años treinta y cuarenta, hombres de traje abrazando a sus esposas de pelo rizado. A su derecha hay antiguos prendedores, incluso algunos de las Olimpiadas. Y a su izquierda hay un álbum con posters de la Feria de Sevilla que, cuando por fin sale el sol de entre las nubes, reflejan la luz en sus superficies laminadas. Las mujeres vestidas de flamenca bailan a lo largo de las páginas. Uno de los posters es del año 1968. Otro de 1952. De 1966, 1958 y 1972.

Ante todo, la gente se detiene delante de la mesa para ver estos posters. Una mujer se para ante la cara azul de la mujer en el póster de 1966. La mira fíjamente a los ojos sin moverse, como si estuviera hechizada. Después de despertarse de su trance, decide comprarlo, y las manos de Francisco, que ya están esperando, sacan rápidamente el póster de la carpeta, aceptando el dinero y guardándolo en una pequeña caja metálica, roja y oxidada en sus bordes. Cuando terminan su trabajo, las manos regresan a los bolsillos. Francisco baja la cabeza otra vez para mirar al suelo, moviendo de lado a lado en sus pies, ocasionalmente distrayéndose con su móvil. Su suegro, Juan, con diez años de experiencia en el mercado, no tiene ningún problema en escapar de los confines de la mesa y charlar con la gente que camina por la calle.Pero Francisco no se atreve a salir de ella. Puede que la multitud lo envuelva por completo.

50 años después

por Sarah Johnson – Elon University

Luis Andújar en su puesto de El Jueves / SARAH JOHNSON

El sol de invierno calienta a Luis, que está recostado en su silla plegable de madera viendo pasar el flujo y reflujo de turistas y sevillanos charlando y regateando animadamente. Después de 50 años como vendedor en el mercadillo de El Jueves, Luis puede contar más historias que las que hay contenidas en los libros que vende.

Luis es callado y se mantiene apartado –una táctica no muy común entre los vendedores del mercadillo– viendo como los curiosos clientes examinan sus libros y voltean los libros una y otra vez en sus manos como esperando que algo nuevo aparezca con cada nuevo giro.

“Serán 50 euros”, declara a un cliente inquisitivo que abre la boca como para protestar, pero Luis –con los brazos cruzados sobre el pecho – ya ha tomado su decisión. Y, de algún modo, aún los turistas saben que no deben cuestionar al veterano vendedor.

Habiendo observado el mercado desde esta esquina de la calle Feria con la plaza de Montesión cada jueves desde 1970, Luis dice con confianza que el mercado no ha cambiado mucho desde que él empezó a vender libros junto a sus tres mejores amigos de la universidad. Recuerda, como si fuera ayer, ser calentado por el mismo sol de invierno a lo largo de todos esos años, maravillando al público con sus amigos al lado. Aunque el mercado ha reducido su tamaño a lo largo de los años, los cambios más grandes le han ocurrido al propio Luis.

Nunca le gustó mucho la ciudad, y cada año que pasa le resulta más difícil cambiar su vida en el campo para venir a ella, aunque sólo sea una vez a la semana. Pero eso es lo que siempre ha hecho –y como ahora sus amigos no están a su lado en el mercado– es responsabilidad de Luis continuar atendiendo el puesto más antiguo del mercadillo.

Luis se acomoda en la silla y estrecha las manos contra su regazo con un suspiro cansado. Observa mientras cuatro hombres jóvenes –probablemente estudiantes de la universidad– ojean algunos libros una y otra vez en sus manos y charlan con entusiasmo. Parece que quiere decirles algo, pero Luis –un hombre de pocas palabras– solo posa su mirada sobre el grupo para, un momento después, seguir absorbiendo el resto del mercado este jueves de febrero.

La reina del mercado

por Gaby Cortese – University of Colorado-Boulder

Reyes Rodrigo, la reina del mercado / GABY CORTESE

Este jueves hay mucha acción en la calle Feria. Al lado del Vizcaíno, el bar mas grande de la zona, los jóvenes beben mientras bromean y miran a las chicas que caminaban frente a ellos con los ojos fijos al frente. Por la calle caminan turistas con grandísimas mochilas parloteando rápidamente en ingles, y en todas partes de la calle puedes oler el humo de los balcones donde unas señoras que observan la escena fuman. Pero, por encima de todo, el zumbido de las negociaciones entre los visitantes al mercadillo de El Jueves y los vendedores domina el aire. Cada uno de ellos tiene sus secretos y sus peculiaridades. Pero Reyes en particular llama nuestra atención.

Tiene una mesa llena de botones que le trajo su hijo de Italia, basos de porcelana y vidrio, y varias otras cositas que nos cuenta vinieron de señoras que se acaban de morir. Su mesa es quizás mas pequeña que otras en El Jueves, pero muestra muchas cosas diferentes. Además, Reyes hablaba tan alto y tan frecuentemente que es imposible no hablar con ella. —¿Y de donde eres?— le preguntamos. —de Sevilla. Nací aquí y siempre he vivido aquí. Soy una sevillana sevillana. — dice Reyes con orgullo, que ha trabajado en el mercado desde hace 10 años.

Durante la conversación, nos interrumpen otros vendedores para gastarle bromas a Reyes o calificar lo que ella nos esta contando. Todos parecen hermanos; de vez en cuando, Reyes se molesta un poco, pero un segundo después está riéndose de nuevo. El aire, que antes tenia un zumbido desconocido, ahora proyecta un sentido de amistad y comunidad.

Le preguntamos a Reyes sobre la dinámica en el mercado. —Soy muy simpática— nos dice. —Todo el mundo aquí me conoce y quiere hablar conmigo—. Reyes es la reina del mercado, la encarnación del espíritu y la acción del mercado; audaz, un poco áspera en la superficie, y centrada en la gente de Sevilla.

La curiosidad de Luis

por Megan Brubaker – Lehigh University

Libros junto a objetos jarrones de porcelana y un candelabro de cristal en el puesto de Luis Andújar / MEGAN BURBAKER

Rodeada por la ciudad despierta, el mercado se asienta en el centro de la acción. Juguetes con los que han jugado innumerables veces buscan su nuevo hogar mientras los vendedores muestran su selección de productos a clientes que esperan ser convencidos mientras caminan hacia su destino. Es como una partida de “Yo espío”. Mesas cubiertas con vasos, joyas y platos reflejan la luz y atraen a unos visitantes que se entretienen leyendo el dorso de los libros, mientras los vendedores llenan los estantes.

Apoyado en una esquina que él ha hecho suya, Luis está sentado rodeado de libros, aunque la historia más interesante de todas es la del propio de Luis. Igual que los libros nos transportan a otros mundos, el mercado transporta a Luis a otra forma de vida. Pasa sus días en un pueblo a las afueras de Sevilla, pero cuando hay mercado viene a compartir sus historias del campo con la ciudad. Obras de teatro, poemas y ficción que una vez estuvieron en otro estante y de los que Luis es el puente entre el viejo y el nuevo dueño.

Aunque pasa la mayor parte de su vida en el campo, Luis he vendido en el mercado desde hace más de 50 años. “El campo es un lugar perfecto para preparar mi mente para un día en la ciudad” dice Luis con una sonrisa. El mercado es especial para él porque puede vender las historias de sus libros mientras que escucha a la gente hablar sobre las historias reales de la ciudad.

“¿De donde eres?” Me preguntó. Luis no solo quiso saber de dónde era yo, también quiso saber sobre la comida, la gente, lo bueno y lo malo, quiso saber sobre la experiencia de vivir en otro lugar. Cuando empezó a trabajar en el mercado, no sabía si la gente estaría interesada en los libros que él coleccionaba durante la semana, pero parecen venderse y la gente parece gravitar hacia Luis. Aunque el mercado cambia un poco cada año, su amor por los libros siempre ha sido el mismo. Durante la universidad, empezó a vender libros con sus amigos, y se dio cuenta rápidamente del poder que existe en las historias, e incluso más del poder de compartir las historias. Para Luis, el viaje semanal a la ciudad es una oportunidad de seguir siendo una parte de la historia del mercado

La pasión de un vendedor

por Julia Hutchens – Indiana University-Bloomington

Antiguos casetes a la venta en el puesto de Fernando / JULIA HUTCHENS

Caminar por la calle Feria un jueves es como dar un paso atrás en el tiempo. Normalmente transitada por coches en la calzada y peatones en las aceras, hoy está llena de vendedores amables y ruidosos. El espacio cálido y abarrotado del mercado callejero lo ocupan sevillanos de todas las extracciones sociales, y visitantes de otros lugares, curioseando por el diverso conjunto de antiguos artículos en venta. Cada puesto está lleno hasta el borde de todo tipo de cosas, algunas incluso que parecen encontradas en la basura. En resumen, el mercadillo de El Jueves es un paraíso para los acaparadores.

Mientras los vendedores vecinos alimentan el caótico ambiente con sus agitadas conversaciones, Fernando está sentado solo, tranquilo y pensativo, mientras disfruta de un cigarrillo detrás de su improvisado puesto que, sien embargo, está inusualmente organizado, con cada uno de sus artículos colocados cuidadosamente sobre una limpia sábana blanca dispuesta en el suelo. En la parte delantera del puesto hay una colección diversa de casi cien cintas de casete antiguas. Cualquier persona menor de treinta años seguramente se ha detenido por un momento y se ha preguntado: “¿Hay alguien que todavía tiene un reproductor de casete?”, tal como yo mismo lo hice. Según Fernando, la respuesta es sí.

Para Fernando, el mercadillo es más que una forma de ganar un euro rápidamente. El jueves después del jueves, regresa al mercado para compartir con la comunidad algo que ama, casetes antiguos. Con la esperanza de mantener viva la tradición y atraer a nuevos oyentes, vende sus cintas por el escaso precio de un euro. Mirando por encima del montón de casetes, se puede encontrar casi cualquier género . Historias de ficción, poesía, música, historia… lo tiene todo. Sin embargo, el flamenco siempre será su género favorito. Entre bocanadas de su cigarrillo, Fernando explica que no hay suficientes jóvenes que celebran el flamenco tradicional, por lo que hace un esfuerzo personal para mostrarles sus casetesfavoritos de flamenco a los clientes jóvenes.

La colección está cerca del corazón de Fernando porque a lo largo de los años ha recogido y disfrutado personalmente cada uno. Sin embargo, dice que ahora es el momento de que los demás disfruten de ellos también.

Tiendas fuera de las tiendas

por Zoe Kusnick – George Washington University

La vendedora Reyes Rodrigo gesticula sin parar / ZOE KUSNICK

Es primera hora de la tarde y aunque la calle Feria sea estrecha y haya en ella edificios altos, el sol toca algunos de los puestos del mercadillo de El Jueves y los hace a brillar. Cada jueves, estas tiendas fuera de las tiendas aparecen como una expansión de los edificios, borrando el espacio entre los vendedores, los objetos y la gente.

Caminando entre los puestos, algunas personas muestran curiosidad y otras solamente tienen que pasar por allí de camino a otro lugar. Hay colecciones de objetos raros y sin cohesión. Pero cuando hablas con los vendedores, aprendes que esta suposición no es cierta. Todos son amables e invitan a todo el mundo a ver sus colecciones.

Entre montones de cucharas y relojes, un vendedor coge una caja de música que muchas otras manos han tocado antes. Por la manera en la que él la coge se puede ver que el vendedor y la caja son viejos amigos.

En cada vendedor de El Jueves se puede ver lo mismo. Cuando se le pregunta a este vendedor de dónde provienen los objetos de su colección, sus ojos se abren anchos. “Esta información se queda con los vendedores”, dije. Los secretos así crean una comunidad entre los vendedores, como confirma la vendedora Reyes Rodrigo, que habla con las manos casi tanto como con la boca. Mientras explica que todos los vendedores son amigos, mueve los brazos rápidamente, con la misma energía caótica que hay a su alrededor.

Aunque El Jueves solamente ocurre una vez a la semana y tiene la energía de algo efímero, también transmite el sentimiento de algo permanente.

El mercadillo del pasado

por Jenni Berrios – Ursinus College

Juan cuenta con una gran colección de carteles orginales / JENNI BERRIOS

Al acercarte al puesto de Juan y Francisco, el pasado de España aparece representado sobre su mesa en las filas de antiguas tarjetas postales de las diferentes partes de España. Algunas hasta tienen algo escrito en su reverso, revelando una historia de la vida de otros tiempos. En esas postales se ven la transformación de España a través de los tiempos, incluidos los de la moda.

Los objetos de Juan y Francisco reflejan el sol y absorben su calor. No hay cuidado alguno para protegerlos, pero aún así, todavía mantienen su forma. Tampoco están presentados de una forma estética, pero la gente sigue revolviendo para encontrar objetos específicos que completen sus colecciones. Todos los jueves, estos y otros vendedores se reúnen en la calle Feria para vender en sus puestos mercancías antiguas en el Mercadillo Histórico del jueves.

Es admirable lo comprometidos que están los sevillanos con coleccionar estos objetos antiguos. Un cliente enseña su colección de alfileres olímpicos de todo el mundo, y sus diferentes años. En las fotos parece que ya los tiene todos, pero aún no está contento con su colección. Buscaba más.  Juan explica que la colección de alfileres está disminuyendo, porque es un pasatiempo de las viejas generaciones, así que él y su compañero Francisco ya no buscan comprar ni vender más. En su puesto, también tienen pósters de los diferentes años de la Feria de Abril, que venden por 60 euros. La feria es muy importante en Sevilla y muchos posibles clientes pasan por la mesa para preguntar sobre ellos. Igualmente, tienen replicas de los pósteres en tarjetas postales.  El Mercadillo Histórico de el Jueves revela mucho el orgullo español por guardar su historia. Los puestos tienen muchas antigüedades que no tienen la mejor protección, pero siguen vivas.

La atmósfera del mercado

por Samantha Steinman – Elon University

Una vista del puesto de Luis Andújar / SAMANTHA STEINMAN

En la plaza de Montesión, bajo la sombra de una tienda de juguetes, los visitantes del mercado encuentran el puesto de Luis Andújar, quien sentado detrás de sus mesas habla con otros vendedores. Los clientes ojean los cientos de libros distribuidos meticulosamente, a veces parando para leer algunas páginas y así determinar si les parecen interesantes. Libros de todos los tamaños, formas, colores y temas por descubrir.

Luis ha sido el dueño de este puesto desde hace más de 50 años. Como alumno universitario, él y otros tres amigos encontraron una pila de libros viejos en su escuela y del atractivo de las ricas historias nació la idea de venderlos. Ahora, solo queda Luis, el amante de los libros y muy bien conocido por toda la gente de Sevilla, persiguiendo su pasión. Con su moto y una canasta oxidada, va Luis a recoger los libros usados para darles una vida nueva. Por eso, Luis vende todo tipo de libros, desde antigüedades bibliográficas hasta novelas infantiles.

Cuando Luis está ausente de su lugar en la plaza, está en su librería en los campos fuera de Sevilla en su tienda, encantado con los libros que revisten los estantes del piso hasta el techo. Este hombre, lleno de paz y felicidad, se yergue en la silla para compartir la historia de su vida y su tienda, asegurándose de que van a seguir viviendo con las próximas generaciones.

El mercado ha permanecido igual casi desde el comienzo, demostrando el apoyo de la gente por la tradición y la preservación de su rica historia. Con los años, ha empezado a ser más popular entre la población más joven, provocando la adquisición de los puestos más modernos y trayendo aspectos de la gentrificación. Los juguetes parecen superpuestos entre las antigüedades de oro y plata, creando un divertido contraste. El mercado, que una vez llenó las calles, hoy es más pequeño y tranquilo. La misma gente que toma una cerveza en alguno de los bares de la calle Feria puede estar ojeando los interminables puestos.

Reliquias en el mercado

por Olivia Marble – Mount Holyoke University

El vendor de casetes / OLIVIA MARBLE

La gente abarrota la calle mientras el sol brilla en el improvisado mercado con objetos dispuestos sobre mesas y mantas. Muchos de los puestos venden las mismas cosas: antigüedades, libros, juguetes y postales antiguas. Pero uno de ellos me hace parar en seco entre la corriente humana. En la esquina delantera de una manta blanca con pequeñas flores rosadas que cubren los bordes hay montones de cintas de casete, algo que no había visto desde que era niña.

El vendedor está sentando en una silla plegable cerca del suelo. La piel arrugada de su rostro parece tan dura como el cuero, y tiene un sarpullido que le cubre la mejilla izquierda. Está fumando y charlando con el vendedor que tiene a su lado. Solo tiene un poco de cada cosa que vende —un mando remoto, un cabezal de ducha, una marioneta, tres cuadros de flores, un rallador de queso, un antiguo juego de dominó, y algunos CDs— con la excepción de su gran colección de casetes. El vendedor los ha colocado sin orden en pilas de uno a ocho casetes cada una.  La mayoría de ellos parecen ser álbumes de flamenco.

Cuando le preguntamos por qué vende los casetes y si hay muchas personas en España que todavía tienen un reproductor, no puede escucharnos. Ahueca su oreja con su mano y se inclina hacia delante un poco. Después de repetírselo unas cuantas veces, se reclina, se encoge de hombros y dice, “algunos lo tienen, algunos no.” Cuando le preguntamos cuál es su favorito, su cara se relaja y sus ojos se llenan de amor.  La mayoría de los casetes son, efectivamente, de flamenco. “Son álbumes que no se puede encontrar de ninguna otra forma”, dice. Por un momento, una mirada de nostalgia nubla sus ojos. “Estos artistas son algunos de los mejores”.

Cuando la gente empieza a dispersarse y se va a almorzar, el vendedor se levanta con dificultad de la silla, recoge sus cosas en una sencilla maleta verde y una bolsa de Ikea. Tiene que esforzarse para agacharse mientras recoge uno a uno los casetes.

El mercado de la Feria

por Maren Clark – Denison University

Frutas y verduras en el mercado de la calle Feria / MAREN CLARK

Al pasar entre las paredes del Mercado de La Feria, los sentidos se inundan. En esta vieja red de almacenes, trabaja una multitud de personas.

Esas paredes ofrecen ventanas a otras tiendas en la cebolla del mercado. En cada esquina, puedes encontrarte con un aroma diferente. Aquí, el del pan relleno con carne sabrosa, allí, el aroma delicado de manojos de violetas, de rosas y, posiblemente, de lirios. También verás a un niño descubriendo un nabo.

Después está el bonito mercado de pescado. La sal y la humedad del mar conociendo los azulejos duros y brillantes al mediodía, como una palmada. Aunque es una hora de descanso, el hielo bajo el pescado está listo y fresco.

Una gran isla medio vacía es el escenario donde presentan los pescaderos. La gente se acerca a la esquina como a un poeta o a un chamán viajero para consultar a los sabios, como para disfrutar del pequeño espectáculo del hombre vestido de blanco, que les entretiene explicando recetas con ojos vivarachos. En sus manos, un cuchillo afilado y preciso separa los dos lomos de un pescado.

Al otro lado de la isla, se cocinan platos de arroz, verduras y pescado. Un hombre ofrece una degustación en una pequeña imitación de las grandes sartenes de cocinero. Lleva una camisa amarilla, guantes de goma y más de ocho horas desde que se despertó para vender su arroz negro.

“¿De donde eres?” me pregunta.

“De los Estados Unidos”.

Él es de Sevilla. “Ahora son las 12, pero a las 5 o las 6 se puede ver a mucha gente”, explica

Sus ojos se pasean por las paredes y los caminos, por donde aquella mañana pasaron mil personas. Luego sonríe.

El mercado de la Feria

por Coco Hindlemann – University of Colorado-Boulder

El puesto de Mama Inés en el mercado de la Feria / COCO HINDLEMANN

Durante las horas tibias de la mañana, cuando el sol brilla y el olor del azahar de los naranjos llena las calles, el mercado está lleno de gente, merendando, tomando cervezas, comprando alimentos de todas clases o flores para adornar sus casas. También, en las horas de más actividad, puedes ver niños jugando, puedes oír las risas de los amigos y los ladridos de los perros.

El mercado está ubicado en la calle Feria, cerca de Alameda de Hércules, y es de tamaño mediano, dividido en dos partes, con muchos puestos en su interior. En algunos, la carne cuelga en colores rojo, rosa o más oscuros. También hay puestos de fruta, de pescado expuesto sobre camas de hielo, y un puesto de flores muy lindo con olores maravillosos. Una sensación mejor que la de la carne.

Un café llamado Mama Inés también tiene un puesto a el mercado. Bajo un letrero en el que pone “28 Frutas”, el puesto es muy sencillo y moderno, como el café que tiene en las Setas. Venden hileras de galletas de muchos sabores: coco, macadamia, azúcar y mucho mas, como una mini versión del café. Mansa atiende el puesto y cocina las galletas. También era la dueña de Mama Inés antes, pero ahora el dueño es su sobrino.