
PROYECTO DEL CURSO ‘MIGRATIONS IN TODAY’S GLOBALISED WORLD’
Para esta investigación decidí explorar el caso de mi abuelo materno, Julio González Fernández, que emigró de Galicia a Buenos Aires cuando tenía 19 años.
En el año 1910 los abuelos maternos de Julio (mis tatarabuelos) se fueron a Argentina para escapar de la pobreza que les afectaba en Galicia. Se instalaron en Buenos Aires, y trabajaban en la industria fúnebre. Mi tatarabuelo conducía los coches de caballo que trasladaban los féretros al cementerio. En Argentina nacieron mi bisabuela Rosa –la madre de Julio– y su hermano Manolo. La familia entera regresó a Galicia en 1916 tras seis años intentando progresar sin éxito. Esto marcó la conexión entre España y Argentina que Julio aprovecharía en el futuro cuando decidiera irse de su patria.
Julio González Fernández nació el 7 de junio de 1930 en la aldea de Trabazos, en la provincia de Orense, Galicia. Era el mayor de 8 hijos de sus padres, Rosa Fernández y José Manuel González. Mis bisabuelos eran granjeros y cuidaban los cultivos de su pequeña propiedad. A los 2 años –cuando nació su primer hermano– Julio fue a vivir con su abuela materna, Manuela Crespo. Mientras que sus padres vivían al pie de una montaña, Julio y su abuela vivían en una aldea cercana en la cima de esa misma montaña. Manuela y Julio tenían una relación “de pura adoración” ya que la abuela básicamente lo crió desde muy pequeño.


Julio disfrutó su tiempo en la escuela primaria rural, donde descubrió el amor por la lectura. Cuando llegó la guerra civil española en julio del año 1936, los hombres de la aldea –incluyendo el padre de Julio, que estaba en la reserva militar– tuvieron que enrolarse en el ejército. Para evitar el reclutamiento, el tío materno de Julio, Manolo, decidió volver a la Argentina, donde había nacido.
Aunque quería seguir estudiando, mi abuelo Julio dejó de ir a la escuela regularmente en el año 1937 para dedicarse a cuidar los animales de su abuela. Junto con su familia cultivaban la tierra para mantenerse bien alimentados pero otras familias sufrieron hambrunas en esa época ya que tuvieron que compartir raciones de comida muy pequeñas.
Cuando acabó la guerra, Julio no pudo volver a estudiar porque en ese momento ya debía asistir al colegio de educación secundaria, que quedaba lejos de su aldea. Su familia no podía pagar las tarifas educativas y lo necesitaban a Julio en casa para seguir colaborando con el trabajo en la granja. Al cumplir los 18 años tendría la opción de seguir estudiando si quería ser maestro o cura. Julio no quería seguir ninguno de esos dos caminos y eligió irse de España porque tampoco le gustaba el trabajo de granjero.
Al salir de España Julio formó parte de la diáspora gallega de los siglos XIX y XX, en respuesta a la Guerra Civil, que provocó hambrunas y falta de trabajo, entre otras dificultades para los españoles. Eligio ir a Argentina porque ahí quedaba su tío. El país suramericano fue un destino común para los gallegos por su política migratoria, que aceptaba a inmigrantes europeos. Además, las grandes ciudades argentinas ofrecían una economía próspera, buenas ofertas de trabajo y amplios espacios para vivir para los recién llegados.
Con un préstamo de su padre, Julio compró un billete para viajar hasta Buenos Aires en barco con el acuerdo de que su tío le esperaría a su llegada a destino. Empacó una frazada, un juego de dominó y un diccionario, los únicos recuerdos materiales de su España natal. El diccionario fue muy importante para Julio ya que su lengua materna era el idioma gallego y de esta forma pudo aprender más palabras en español, necesario en su nuevo país. Planeaba salir de la casa de su abuela en el medio de la noche para evitar despedirse de ella, ya que sabía que la pondría muy triste dada su cercana relación. A pesar de su intención, Julio se fue llorando al ver que su abuela corría atrás del auto que se llevaba a su nieto a otro país. Esa fue la última vez que se vieron.
A los diecinueve años Julio emigró solo desde el puerto de Vigo, en Galicia, rumbo a Buenos Aires, a bordo del barco Mendoza. A diferencia de los pasajeros débiles que enfermaron en el camino, Julio comió bien durante sus 15 días de travesía. Llegó al puerto de Buenos Aires el 20 de enero de 1950. Julio fue recibido junto con todos los viajeros en el Hotel de Inmigrantes, donde les revisaron la vista y les hicieron radiografías para descartar que tuvieran tuberculosis.



Desde Buenos Aires se comunicaba con su familia en Galicia con cartas. Alquiló una habitación en la casa de su tío Manolo en Lanús, provincia de Buenos Aires. Ahí trabajó primero como zapatero y luego como camarero en varios restaurantes españoles, cambiando cada vez que encontró otro lugar que le pagaba mejor. Fue fácil encontrar este tipo de empleo en esa época porque los españoles controlaban la gastronomía argentina. Julio ahorraba todo para poder pagar la pensión a su tío, pagar la deuda que tenía con su padre y cumplir su sueño de comprar un traje para empezar su nueva vida. Nunca más trabajó como labrador.
Después de varios años viviendo en la provincia con su tío, Julio se mudó a la ciudad de Buenos Aires, donde se alojó con unos familiares lejanos en el barrio de Villa Lugano. Se mantuvo conectado con la cultura española frecuentando instituciones sociales gallegas en la ciudad. En 1961, conoció a su esposa argentina, Susana Colaso, en un baile en el Club de Galicia de Buenos Aires. Se casaron en el año 1963 y compraron una casa juntos en Villa Lugano.


Aunque no volvió a Galicia por muchos años, Julio mantuvo su conexión con España y la compartió con la familia que construyó en Buenos Aires. Con su esposa Susana tuvieron tres hijas –Rosa Ana (1965), Patricia del Carmen (1970) y Paola Alejandra (1976)–, quienes crecieron en dos culturas y mantienen hasta hoy la doble nacionalidad española y argentina. La familia González-Colaso disfrutaba comidas y música españolas en su casa. La única tradición que Julio abandonó fue su idioma gallego, porque quería asimilarse mejor en su nuevo país.
Cada domingo, Julio le dictaba a sus hijas cartas para los familiares en Galicia. Con los años, varios tíos y primos de Julio también emigraron a Buenos Aires y se visitaban muy a menudo. Formaban parte de una gran comunidad de gallegos en la Argentina –la más grande fuera de España–, que hoy constituyen junto con sus descendientes el 14% de la población argentina. Por esto Buenos Aires se denominaba la quinta provincia de Galicia (Lugo, Pontevedra, Orense y A Coruña).

A sus 50 años, Julio volvió a Galicia por primera vez en 1979, unos 30 años después de que se fue. Pudo ver a sus padres y conocer a dos hermanos que nacieron después de que él emigró. Su hija mayor –mi madre–, que viajó con él, contó que toda la familia lo estaba esperando en el aeropuerto y que fue un reencuentro muy emocionante.

En Buenos Aires Julio sufrió discriminación en varias formas. Los argentinos llamaban a todos los españoles sarcásticamente gallegos independientemente de sus orígenes. Los españoles que llegaban de diferentes regiones se burlaban de sus compatriotas gallegos por tener menos educación. A pesar de este tratamiento, Julio siempre se sintió muy orgulloso de sus raíces. De hecho, él nunca se naturalizó argentino porque quiso seguir siendo español. En su vejez regresó varias veces de paseo a España junto a su esposa y sus hijas. Él disfrutó la vida que construyó en Buenos Aires, pero hasta sus últimos días siguió hablando de su España natal. Este sentimiento se denomina «morriña» y es característico de los gallegos que emigraron al resto del mundo.