Más que una profesora

Jennifer Wetzig se manifiesta en Deven contra los recortes en educación.

Denver East High School, located in the heart of the Capital of Colorado, has 2,555 students, many of whom are learning Spanish as a second language thanks to Jennifer Wetzig. Though she is young, she has already mastered the art of engaging students and making her class impactful for all. She has taught Spanish at East High to all ages and levels of students during the past seven years, giving them opportunities and changing their lives, teaching them to open up their minds and hearts in order to learn about a culture other than their own.

Cuando el reloj marca las 6:45 de la mañana, Jennifer Wetzig se mete en el vasto estacionamiento del instituto Denver East. Cada día es igual, pero también inherentemente distinto: crear planes para cinco clases diferentes, planificar el entrenamiento para el equipo de futbol de chicas que entrena después de clase o prepararse para los cambios de humor y la limitada capacidad de concentración de los estudiantes. Pero durante las horas y las clases, la motivación, las habilidades, las lecciones y las conversaciones impactan cada día, haciendo el trabajo de una maestra interesante y en constante cambio. “Cuando suena la campana a las 7:30, me voy,” dice Wetzig. La monumental escuela de ladrillo rojo y blanco se eleva sobre el horizonte, dando una sensación de poder y evocando innumerables recuerdos que se remontan a su fundación en 1876. La gran E roja es una marca distintiva de su valor histórico no solo para la ciudad de Denver, Colorado, sino también para otros varios barrios que nutren a todo tipo de estudiantes diferentes en ella.  Para muchos de los estudiantes, el instituto, y más concretamente East, es una de las únicas oportunidades de zambullirse en el aprendizaje de un idioma distinto del inglés y de aprender sobre una cultura que no sea la suya propia.

Wetzig siempre ha tenido ansia de aventuras. Mientras crecía en Minnesota, se acostumbró al clima frío y húmedo, pero cuando su familia regresó a su lugar de nacimiento en Colorado, Wetzig decidió empacar sus cosas y mudarse a Chile. Tenía 22 años en ese momento, y después de haber estudiado Español y Sociología/Antropología en Minnesota, un programa de enseñanza en Chile captó su atención. Durante el año que pasó allí, vivió con una familia anfitriona, viajó cuando era posible, y enseñó a estudiantes de universidad, algo que ella afirma “realmente solidificó” su español y sus ideas sobre la enseñanza. Wetzig bromea sobre lo divertida que la experiencia resultó culturalmente, «siendo una mujer rubia y alta, y enseñando a personas similares en edad a ella, que muchas veces querían ser sus amigos».

Wetzig siempre ha sido una mentora. Aunque Chile no fue el primer país de habla hispana en el que vivió. Durante su tercer año en la universidad, estuvo en Costa Rica realizando un estudio etnográfico sobre mujeres y turismo rural, residiendo con dos familias anfitrionas distintas y obteniendo una experiencia de la cultura de la ciudad de San José, además de la cultura de un pequeño pueblo. “Fue una locura, cuando lo pienso ahora. Sólo tenía una bicicleta y simplemente me desplazaba en ella con una grabadora… todavía tengo mi proyecto”, dice riendo con sus brillantes ojos azules mientras lo recuerda. Sus ojos de nuevo se enfocan cuando pasa a hablar apasionadamente sobre un problema de gran importancia en el mundo de hoy, y que ella conoció cuando estudiaba en Costa Rica: mujeres que salen de sus casas para trabajar en proyectos de comunidad con otras mujeres que ven como esos proyectos no llegan a materializarse por culpa de los prejuicios en torno a los roles de género. Así es como siempre ha sido, apasionada y con ganas de cambiar el mundo a través de las relaciones y la educación. Después de enseñar en Chile, Wetzig decidió a regresar a Denver dándose cuenta de que quería enseñar a niños y específicamente que quería enseñarles el idioma. “Todo lo que me había guiado en mi camino estaba realmente basado en la educación, y me encantó», dice. Después de esta revelación, regresó a la escuela y obtuvo su licencia de enseñanza, trabajando como modelo a seguir y educadora en el sistema de escuelas públicas de Denver durante los últimos siete años.

Fachada principal de East High School en Denver, Colorado.

 

Para muchos estudiantes en los Estados Unidos, haber cumplido algunos años de estudio de un segundo idioma es necesario para ser aceptados en la Universidad. Algunos estudiantes completan este requisito en instituto, aunque olvidarán la mayor parte de lo que han aprendido una vez que ingresan en la universidad. Para muchos otros, sin embargo, las habilidades, el interés y el amor por un nuevo idioma y cultura se adhieren. Esto es lo que Jennifer Wetzig quiere que los estudiantes adquieran, una nueva relación con las culturas de habla hispana, y una forma de conectar con la cultura también.

Después de recibir su licencia como educadora, Wetzig comenzó su camino trabajando con estudiantes de instituto, que se cuentan entre las personas más geniales y más obstinadas del planeta. La escuela de East es urbana, gigantesca, diversa y el amor por la escuela es contagioso. “Los profesores que llegan a la escuela no se van, les encanta. Es un desafío, pero también conforma una gran comunidad tanto para los profesores como, y esto es lo más importante, para los estudiantes,” explica. Se ríe, hace una pausa y luego dice con cariño, “esto suena un poco cliché; que fue la escuela la que me eligió a mí… bueno, quizás no necesariamente así, pero sabía que no podía enseñar en uno de esos edificios como una cárcel. Además yo jugaba y entrenaba fútbol. Sabía que la comunidad de fútbol en East era grande, así que eso también ayudó en mi decisión”.

Wetzig ha enseñado diferentes niveles de español en East, pero ahora se dedica a los estudiantes de tercero año y a una mezcla de los de primero y segundo. Sus estudiantes están motivados para aprender. Wetzig afirma que a lo largo de los últimos años, gracias a algunas escuelas secundarias que ahora empujan a sus estudiantes a comenzar a aprender idiomas, sus habilidades están mejorando. Ahora hay menos apatía en las clases, lo que significa que los niños están mas interesados en aprender, aunque eso depende enteramente de a qué escuela secundaria asistieron. A diferencia de muchas escuelas en Europa, hay una desigualdad directa en los Estados Unidos en las oportunidades para aprender un segundo idioma dependiendo de factores como la ciudad, el barrio, la raza, la clase social o el distrito escolar. No es obligatorio hasta el instituto, pero Denver East trabaja para asegurar que cada estudiante tiene una oportunidad de éxito en sus clases de idioma. Aprender un idioma es difícil, sin importar dónde estés, pero hacerlo simultáneamente a otras seis clases y con 32 otros compañeros de clase lo hacen inmensamente desafiante. Wetzig tiene trucos en la manga para captar la atención de los estudiantes y motivarlos para seguir aprendiendo y darse cuenta de las ventajas que aprender español les trae. Ha encontrado que las canciones que la conectan con el mundo extranjero gracias a Chile y Costa Rica y actividades interactivas como facetiming o skyping con sus familias anfitrionas, juegan un papel importante en el aprendizaje de los estudiantes. “Es enorme, que los niños se sienten en un aula y traten de interactuar con alguien en el extranjero, dándose cuenta de que, vaya, está persona vive en España,” explica. “Es importante traer la cultura a las clases. Hacer que los estudiantes vean programas o videos musicales, hace que sea divertido, pero también les permite aprender de una manera diferente. Porque, seamos realistas, solamente la gramática alejara a los niños, especialmente si se trata de un niño que ni siquiera quiere estar allí para empezar. Los mejores momentos son cuando realmente te ríes”, explica Wetzig. También, insiste en lo importante que es hacer que la enseñanza sea sobre los niños, algo que promueve no sólo en el aula o en el entorno académico. Para Wetzig es fundamental tener conversaciones con sus estudiantes sobre su vida, simplemente charlando para ayudarles a través de conversaciones, pero también para conocerlos mejor. “La lengua es la forma en que te comunicas, pero también es una forma de ser, de pensar y de ver el mundo. Intento traer esos elementos culturales”.

Jennifer Wetzig también ha trabajado con East para conseguir que más estudiantes de color participen en las clases de idioma de más nivel, esperando que eso les ayude a abrir la mente. “Denver es una ciudad que tiene muchos hispanohablantes, de 90.000 niños en DPS, probablemente hay 65.000 que tienen el español en su casa. Quiero que reconozcan lo común que es, o que sus vecinos lo hablan. Me encanta cuando los estudiantes me dicen que fueron a vender comida para un equipo deportivo y fueron a una casa y la familia sólo hablaba español y pudieron comunicarse con ellos. Me encantan esos momentos, cuando los niños se dan cuenta de que el español está aquí, en sus propios barrios”. Sus estudiantes aprenden a elevar su tolerancia, desechar su ignorancia y alejarse de la idea de que esto es Estados Unidos y sólo hablamos inglés

Wetzig realmente disfruta de su trabajo. “Me encanta reírme con los niños y tener esos momentos donde realmente nos conocemos. Me encanta la pasión que tengo no sólo por enseñar español, sino lo que enseño sobre el español. Es divertido escuchar a exalumnos, como tú. Es genial ver el crecimiento y el impacto de larga duración que mis clases han tenido en ti. O cuando un estudiante que recuerdo que nunca asistía clase me dice, ‘Sra. Wetzig, he estudiado en el extranjero o he visto una serie’, puede ser una cosa pequeña, pero, sé que al menos ayudé a tener un impacto en ellos”.

Constantemente toma notas sobre lo qué funcionó para qué clase, qué les gustó a sus estudiantes, qué le gustó a ella, qué quiere mejorar y qué aprende cada día. «Un día se siente como, oh puedo planear el día, pero lo interesante de la enseñanza es que sigue adelante, todos los días, y a veces tu clientela no quiere estar allí.»

Este habría sido su séptimo año como entrenadora de futbol, pero desafortunadamente, debido al COVID-19, la temporada se ha suspendido. Wetzig  ha sido una ávida jugadora de fútbol toda su vida, dedicándose a ello mientras estaba en la universidad. Por ello, se queda más tarde en la escuela, pero no le importa, porque eso le permite conectar y reunirse con los estudiantes y enseñarles cosas en un entorno fuera del aula.

Ha trabajado durante muchos años con una pequeña ONG llamada Global Works que ahora tiene una organización local en Colorado y ofrece becas a estudiantes que normalmente no tienen una oportunidad para viajar al extranjero, practicar sus habilidades idiomáticas o realizar algún tipo de voluntariado educativo. Hasta ahora, ha obtenido becas para cuatro chicas que han podido estudiar y viajar al extranjero, trayendo sus experiencias de vuelta a su comunidad. Tiene un estudiante que se ofrece como voluntario para escribir cartas y comunicarse con personas que están esperando su juicio en las instalaciones de ICE, u otros estudiantes que se ofrecen como voluntarios en hospitales que trabajan para traducir a los pacientes. A través de estas experiencias, Wetzig ayuda a estos estudiantes a descubrir como pueden usar sus habilidades para ayudar al mundo.

Como Ludwig Wittgenstein dijo, “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo”. La cantidad de personas en el mundo que hablan español está aumentando rápidamente, junto con el deseo y la necesidad de aprenderlo. Jennifer Wetzig ha dedicado su vida y su carrera a darles a los estudiantes de la ciudad más grande de Colorado, oportunidades para conectarse a sí mismos y a su ciudad con el aprendizaje del español, con la esperanza de no solo enseñarles sobre un hermoso idioma, sino también aspectos importantes de las culturas de habla hispana, proponiéndoles retos que los llevan más allá de sus conocimientos previos y motivándolos a explorar un mundo nuevo y una forma de vida nueva. •