
Era el 12 de octubre de 2017 y yo estaba completamente desconsolada. Había estado esperando durante años el momento de dejar mi ciudad e ir a la universidad, pero nunca anticipé que sería tan difícil.
Los tres primeros meses en la universidad pasaron como en una nube. Conocí a muchas personas, disfruté de todas mis clases y empecé mi nueva vida. Pero no sabía que, al mismo tiempo, estaba perdiendo mi propia identidad. Los fantasmas de mi pasado me persiguieron, y antes de que pudiera darme cuenta, había caído en una depresión grave. Me sentía muy sola.
Pero no era así. Priyanka siempre estaba conmigo.
La conocí mi primer día en la universidad e inmediatamente nos convertimos en buenísimas amigas. Confiaba mucho en ella para contarle todas mis historias: de la ruptura terrible con mi novia, de cómo había empeorado mi imagen corporal, de cómo la ansiedad había controlado mi vida durante mucho tiempo. Ella siempre me escuchaba. Siempre me ayudaba.
Era 12 de octubre y yo acababa de tener un ataque de pánico. Sentada en la cama de mi cuarto, llorando, hice la única cosa que podía, le envié un mensaje a Priyanka.
A los tres minutos, ella llamó a la puerta.
“Bueno, vamos a hacer una lista de todos los aspectos que te gustan de ti misma. Vas a colgarla en la pared encima de tu cama y cada mañana, cuando te despiertes, vas a leerla para recordar la persona hermosa que eres”.
Nos sentamos en el corredor del dormitorio. Ella me miraba con seriedad y empatía mientras que yo pensaba. Por fin confesé.
“Me gustan mis ojos”.
Hicimos el resto de la lista juntas, sonriendo más con cada nuevo artículo. Cuando terminamos, la lista tenía veinte puntos distintos. Después, decidimos hacer una lista para ella también. Ya no me sentía tan sola.
La mañana siguiente, me desperté y recordé la lista. Me reacomodé en la cama para verla en la pared. La leí lentamente y con la esperanza que Priyanka me había dado. La verdad es que todavía no creía completamente en todos los puntos que habíamos escrito, pero cada mañana que la leía, creía en cada punto un poco más.
Más de dos años después, Priyanka y yo no todavía somos amigas íntimas. Gradualmente, con mi recuperación, nos distanciamos hasta que ya no hablábamos para intercambiar más que un saludo por la calle. Pero yo todavía tengo la lista y a veces la leo en voz alta, recordando ese día en octubre.
El otoño pasado, nos reunimos un día para almorzar. Yo sabía que probablemente nunca seríamos tan buenas amigas como antes, pero había algo que quería decirle.
“No sé qué hubiera hecho sin ti”.