
foto: Eliot durante la clase de teatro de Patricia Villaitodo en la escuela pública Huerta de Santa Marina / SAVANNAH TRIFIRO
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ACTRIZ, PROFESORA DE TEATRO Y MODELO DE BELLAS ARTES, PATRICIA VILLAITODO TIENE COMO PROFESIÓN LA FANTASÍA. “CON MI TRABAJO, HE APRENDIDO A VOLAR”.
UNA LEVE Y CáLIDA BRISA SOPLA haciendo crujir las palmeras. La suave arena tapiza la orilla creando la ilusión de pasear sobre una interminable sábana de seda. Los pájaros cantan, envolviéndolo todo en un ambiente de suaves melodías. Cuando las chanclas se aproximan al agua cristalina, se convierten en esquís y la arena se transforma en una capa de polvo de nieve de un blanco cegador sobre la cima de una montaña. ¿Dónde se encuentra eso? Mejor aún, ¿cómo se llega allí?
Bienvenidos a la imaginación de Patricia Villaitodo, su trabajo y un peldaño hacia su sueño.
A través de las tranquilas calles de adoquines, pasando por incontables bares, la mayoría cerrados a la hora de la siesta, emerge el sonido amplificado de voces de cientos de niños y
una pequeña multitud empieza a asomar tras dos grandes puertas verdes al final de la calle Bordador Rodríguez Ojeda, no muy lejos de la Alameda de Hércules, en Sevilla. En la entrada del colegio Huerta de Santa Marina, los niños corren, los padres charlan y los empleados uniformados ponen orden. Pero en unos momentos, casi todo el mundo se dispersa.
En el gimnasio, un grupo de niños de entre seis y ocho años siguen dando saltos, probándose vestidos brillantes y capas de fiesta. Se podría pensar que es un manicomio. Tras un largo día sentados en el colegio, la palabra más adecuada es energía. Es la clase de teatro.
Patricia, a la que todos llaman Pati, enseña teatro e imparte clases de sevillanas todos los lunes y miércoles por la tarde en el gimnasio del colegio.
Con 12 años de experiencia enseñando a niños pequeños, domina perfectamente el reguero de emociones que irradia el grupo.
Se puede encontrar de todo en esta clase: música, baile, interpretación. Cuando es hora de pintarse la cara, los niños se ponen en fila, o mejor dicho se agolpan alrededor de ella, esperando su turno para transformarse temporalmente en algo diferente. La primera es Maya. Es su primera clase y está un poco abrumada por el ruido y el alboroto. En unos momentos, Pati crea cuidadosamente la imagen que la niña ha elegido: una brillante mariposa azul y roja. Cuando le enseñan una foto de su nuevo decorado facial, una gran sonrisa se dibuja en su cara y se va revoloteando con su vestido de Blancanieves. Quizá la pintura la ayudó a sacar provecho de su imaginación, permitiéndole ocultar cualquier nerviosismo inicial tras la imagen de la princesa que había soñado.
Su trabajo consiste en alimentar la creatividad de las generaciones más jóvenes. “Los niños tienen una imaginación que no tiene barreras y eso es maravilloso”, dice. Con esta imaginación se siente identificada y le hace sentir más viva.
Pati tiene ahora 41 años y ha estado interesada en el teatro desde que era niña. A los 18, se centró en sus estudios de arte dramático en la Universidad de Sevilla, donde conoció a su novio con el que tiene una relación desde hace 12 años. Además, tiene dos hijos: Alejandro y Miguel que tienen 14 y 2 años.
Evidentemente, cuando la economía aprieta, las artes—un mundo competitivo por naturaleza—también sufren. De dar clases y posar como modelo a actuar en el parque temático de Isla Mágica y en los anuncios de Canal Sur o a participar en el festival de teatro clásico de Mérida durante los meses de verano, parece que hace todo lo posible por mantener a su familia al tiempo que gana experiencia haciendo lo que más le gusta. Pati deja claro que su trabajo rara vez es económicamente estable; algunas veces, está bien pagado mientras que, otras veces, no. Siempre depende del espectáculo, de la temporada y, sobre todo, de la situación económica.
Cuando Pati vuelve a la escuela de Bellas Artes de la Universidad de Sevilla, esta vez para posar en clase de dibujo y anatomía, entra en un estado de pura relajación, lo que es una cualidad impresionante de sus capacidades sensoriales. Muchas veces, tiene que desnudarse y todos los ojos se clavan en ella y, a veces, en otra modelo. En un trabajo para el que muchos no tendrían la suficiente seguridad, Pati es capaz de desenvolverse en un mundo sin prejuicios ni defectos.
Algunos días viaja a la playa, otros a la montaña, escapando a través de su imaginación mientras posa en una postura inmóvil. Pati resalta cómo ha aprendido a trabajar con su cuerpo para no hacerse daño; cosa que cree vital para cualquier persona.
Cuando posa, cada 30 minutos tiene un tiempo para dar una vuelta y observar las distintas interpretaciones que los estudiantes hacen de su pose y cómo la creatividad y la imaginación les permiten transcribir su postura en un lienzo. A lo largo de los años, Pati ha profundizado en el siempre cambiante mundo del arte entre los estudiantes en ciernes. “Hay una diferencia entre los estudiantes de ahora y los de antes: los estudiantes de ahora son reaccionarios y los de antes eran revolucionarios”, dice. Señala lo increíble que es lo que se puede obtener cuando la pintura se encuentra con la superficie, o una persona con el escenario. El arte es un placer, es una lengua que pertenece a su propia sociedad y requiere mucho más que un simple trabajo preliminar.
Según Pati, lo más bonito de actuar es poder viajar, tanto literal como figurativamente. Puede conocer a cualquier personaje, puede ser cualquier objeto y cualquier deseo. Pati ha desarrollado la capacidad de sentir, hacer y ser lo que quiera, cosa que atribuye a su ilusión y pasión de actriz.
En una carrera sin límites en cuanto a desarrollo, Patricia Villaitodo sigue aprendiendo de sus estudiantes y sus experiencias. El entusiasmo inocente de los niños y el talento de los estudiantes de la universidad le proporcionan inspiración, motivación y estímulo.
Su última meta es llegar a ser actriz de cine. Pati irradia una energía positiva de la que hoy en día mucha gente carece; una energía que hace que aquellos que la rodean deseen que logre su sueño casi tanto como lo desea ella. “Con mi trabajo, he aprendido a volar”.