Me llamaba «Annie girl»

Annie Vogt es estrafalaria y amable –justo como lo era su madre, Laurie, que falleció de cáncer de mama el 24 de abril de 2019, cuando Annie tenía 20 años. Un año después, la hija recuerda a su madre como una buena cocinera que odiaba cocinar, una buscadora de lugares soleados a la que no le gustaba la playa, y una amante de los libros para niños con significados para adultos. Su madre era una cálida amiga que hacía buenas preguntas y a la que le encantaba cantar por la casa. Le gustaba cuidar de otras personas. Y eso es exactamente lo que hizo, dice Annie, incluso después de su muerte.

Annie dice que quiere ser valiente un día, como su madre. Yo quiero mostrarle que ya lo es.

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24 de abril de 2020

“No podía dormirme anoche. Esta mañana, no quería despertarme.

Ha habido muchas lágrimas hoy. Pero mi familia está tratando de hacer cosas que a ella le gustaban. Plantamos flores y vimos un vídeo casero. Leí algunas de las cartas que me dejó. Vamos a conducir por Middle Creek ahora. Esas cosas me hacen sentir como si ella estuviera aquí, con nosotros. O por lo menos son recuerdos de que estaba aquí, de que estaba con nosotros.

Esperábamos que no fuera tan lluvioso hoy”.

Invierno de 2019

“A mi madre y a mí nos gustaba hacer viajes durante el día. Una vez, quería ver halcones en un lugar que está a dos horas de nuestra casa. Dijo que solo estaban allí por las mañanas, así que nos levantamos sumamente temprano para buscar esos pájaros. Hacía muchísimo frío. Nos sentamos en el coche con nuestros binoculares, hablando y mirando los pájaros durante horas.

Como mantuvimos el coche en marcha toda la mañana, la batería se agotó. Mi madre me dijo, ‘no te preocupes, Annie girl, yo me ocupo. Entonces encontró a alguien para arrancarnos el coche. De camino a casa, fuimos a una cafetería para desayunar. Ella tomó copos de avena. Hablamos y hablamos, y en el camino de casa a la cafetería, yo me dormí. Eso fue uno de mis días favoritos con ella”.

Laurie and Annie Vogt

Primavera de 2019

“Cuando el sol y la primavera regresaban, ella siempre estaba muy feliz. Odiaba el invierno y el frío. Pero recuerdo esa primavera. Parecía muy urgente. Yo estaba en la universidad cuando mi madre y mi padre me llamaron. Salí y me senté en el césped.

Me dijeron que le quedaban entre seis y ocho semanas de vida.

Yo ya sabía que los tratamientos no estaban funcionando y que las cosas empezarían a complicarse. Aunque estaba esperándolo, mi cabeza y mi cuerpo no sabían qué hacer. Empaqué todo y entré en modo de supervivencia. Ella estaba en tratamientos paliativos cuando llegué a casa. Solo pude verla un día antes de que ella ya no pudiera caminar.

Una mañana, ella quería tomar la comunión. Durante la oración, me miró, tomó mi mano, y me dijo, ‘no dejes que otras personas te pisoteen, Annie. Porque te veo. Siempre pones una silla en la mesa para otras personas. Tienes que recordar poner una silla también para ti’.

Unos días después, el 19 de abril, fue la última vez que hablé con ella. Pero realmente no quedaba nada por decir.

El velatorio fue el 26 de abril, dos días después de su muerte. Odié el velatorio. Verla en un ataúd, arreglada, afirmó todos los sentimientos que tenía de que alguien ha muerto. El funeral fue raro, también. Ella era una persona monumental en mi vida. ¿Cómo podría ser recordada a través de unas canciones y palabras?

Aprendí mucho sobre su vida de las personas que conocí en el funeral. Cuando eres una niña, no conoces a tus padres como personas. A medida que envejecen, se empieza a ver sus fallos y complejidades. Se aprende sobre sus historias. Se puede formar una conexión auténtica, alma a alma. Yo tuve demasiado poco tiempo para conocerla como persona.

Llegué a conocer a mi madre mucho después de su muerte. Lo cual es raro. Y horrible. Y lindo”.

Laurie and Annie Vogt, during Laurie’s illness.

Verano de 2019

“Ese verano ha sido diferente para todos nosotros. Mi hermano ha estado haciendo tareas de la escuela. Mi hermana regresó a su trabajo en Pittsburgh. Yo he tenido que encontrar algo que hacer, así que he cogido un trabajo limpiando casas en Lancaster. Ha sido un trabajo bueno para mí, porque se podía pintar y trabajar en tareas monótonas durante horas sin ningún tipo de presión.

Recibíamos diez cartas cada día de personas diciendo cuánto la amaban. Flores y comida y regalos también. Yo llamé a esa comida ‘comida de lástima’ y los flores ‘flores de lástima.’ Bromeaba. Creo que era un mecanismo de duelo.

Mi mente no estaba entendiendo lo que pasaba. Solo estaba haciendo. Mi madre nos dejó cartas, pero ese verano no leí ninguna de ellas.

Nos dejó anillos, también. Yo llevaba el mío todos los días. Nunca me lo quité. Pensé que lo había perdido en el triturador de basura una vez, y tuve un ataque de pánico. Me puse a llorar, a temblar y a gritar. Luego me acordé de que el anillo estaba en mi dormitorio, en un bol.

No tocamos sus cosas. Era una herida nueva. Era difícil de tocar.

No había mucha curación”.

Otoño de 2019

“Estaba negándome a mí misma que tuviera que regresar a la universidad, que la vida tenía que continuar, que tenía que irme de mi casa, donde cada cosa estaba puesta allí por mi madre, y regresar a un lugar que no había sido tocado por ella.

Yo no empecé a empacar hasta el día anterior. Cuando mi padre me dejó en la universidad, nos quedamos sentados en el coche y lloramos durante una hora. Yo estaba preocupada por él. Estaba preocupada por mí. Estaba preocupada sobre que no estuviéramos juntos.

Estaba preocupada porque iba a dejar de estar triste.

Mis amigos de la universidad sólo la habían conocido en algunas ocasiones. Yo no sentía que pudiera estar triste con ellos. Aún no. Quería hablar sobre mi madre y mantenerla en mi cabeza, pero eso es difícil de hacer cuando estaba tratando de no poner a mis amigos incómodos hablando sobre mi madre muerta”.

Invierno de 2020

“Había días cuando estaba bien y ocupada y llena de vida. Pero a veces, sentía un pánico instantáneo y tenía que salir a caminar inmediatamente. Podía ser de medianoche o estar nevando. Pero recuerdo haber pensado, ‘no puedo estar aquí. Tengo que estar sola,’ y era difícil estar sola en la universidad. Tenía ataques de aflicción repentina y me echaba a llorar. Solo dejaba salir mi aflicción cuando estaba llena hasta el límite y necesitaba desahogarme.

Quería y necesitaba que los demás reconocieran que estaba triste y que se quedaran conmigo. De esa manera, todavía estaba triste, pero no sola. Llamaba a mi padre mucho, la mayoría de las noches. A veces leía viejas tarjetas de cumpleaños que ella me dio. Hice un libro con todos los mensajes de texto que me mandó. Tengo mensajes de voz de ella en mi móvil que escuchaba.

Pero todo seguía moviéndose al mismo ritmo que antes. Era difícil hacer cosas normales en lugares normales cuando yo misma estaba muy cambiada”.

Primavera de 2020

“Nunca pregunté, ‘¿por qué, Dios, por qué?’ Eso nunca fue una realidad para mí.

Mi madre era una persona muy espiritual, y algo sobre esta experiencia, este año, ha sido muy espiritual para mí también.

Este año. Es raro decir un año. No creo que ninguno de nosotros reconozcamos que la vida continuaría después de que ella ya no estuviese.

Pero ha continuado.

Es revelador tratar de pensar donde estaba yo el año pasado durante esta semana. He bloqueado mucho de lo que pasó en las últimas semanas de su vida. Fueron muy traumáticos. Los recuerdos solo regresan en pedazos.

Una lección que ella trató de enseñarme, y que todavía estoy aprendiendo, es cuidarme. Todavía estoy aprendiendo como poner una silla en la mesa para mí misma.

Durante sus últimos días, ella dijo con frecuencia que no tenía miedo de morir. Ojalá fuera yo tan valiente como lo es ella – o lo era. Ella no tenía miedo de la gente como yo tengo. Fue muy valiente mientras estuvo enferma. Ojalá un día pudiera ser valiente también”. •