En el aparcamiento de Bob Evans

El último día que dejamos de vernos a diario, vi a algunas de las mujeres más fuertes que yo sé llenar con miedo.

Es una noche a la que todas hemos tenido pavor de llegar. Aunque Merrill admire el lujo, le encanta la comida casera de Bob Evans, un barato restaurante que hemos hecho nuestro hogar durante los años de colegio. El crepúsculo está cayendo ya, cuando nos sentamos a la mesa. La tensión es palpable y el camarero siente una gran urgencia por dejarnos a hablar.Sentada a una mesa pegajosa bajo una lámpara débil, Merrill no habla. Su cara, de facciones  esculpidas pero aún así redondeada, mira la mesa mientras se toquetea las uñas. La mujer que normalmente parece la reina del mundo, hoy no puede encontrar las palabras. Sabíamos que este día iba a llegar, pero nunca pensamos que iba a ser tan rápido.

Después de que pasaran lo que nos parecieron tres horas, rompe el silencio y la voz que sale de sus labios me sobresalta. Merrill tiene una voz poderosa y suave pero ahora, un ronco susurro deja claro que se ha agotado después de horas de llanto. “Es que te he tenido en cada paso de vida y no estoy lista para enfrentarme a este desafío sin ti”.

Merrill no es una chica de admitir sus sentimientos, ni tampoco muy cariñosa. Más bien, es una mujer ferozmente independiente e insistente en hacer todas sus cosas por sí misma. Pero en este momento, Merrill es la persona más débil que he visto, haciéndose sangre en los dedos a causa del miedo.

El camarero, observando una pausa en sus lágrimas, se dirige a nuestra mesa, provocando que Merrill se arregle a toda prisa para salvar los restos de su soberbia. Aunque está disgustada, Merrill se asegura de usar us buenos modales y hablar con el camarero respetuosamente. Un par de minutos más tarde, llega nuestra comida.

Aunque había estado llorando, Merrill me dice que debemos inmortalizar este momento, el fin de nuestra niñez. Con mi móvil, saco una foto de Merrill mirando a la derecha para esconder sus ojos hinchados y rojos. “No quiero verla. Estoy segura que es fea pero no me importa, este momento será importante para nosotras en el futuro”. Pongo mi móvil en el bolsillo y empezamos a comer en silencio de nuevo.

Merrill siempre ha sido sabia. Aunque su cara muestra miedo y tristeza, no se permite a sí misma llorar más. Así que da un gran suspiro y me dice una cita que nunca podré olvidar: “cada persona que llega a tu vida es una bendición o una lección”.

Todavía, Merrill no sabe que sus palabras de hace más de tres años me siguen afectando tan profundamente. Cada reto que tengo con alguien en mi vida me hace considerar sus palabras sabias e intentar entender la lección potencial en el escenario.

El resto de la noche, no hablamos mucho más. Comemos en silencio, disfrutando de los últimos momentos de estar juntas. Salimos del restaurante tristes, pero listas para crecer solas. En el aparcamiento del restaurante, nos abrazamos por la última vez hasta el verano. Con ojos llenos de lágrimas de nuevo, Merrill me desea suerte en mis nuevas grandes aventuras y yo hago lo mismo.