
PROYECTO DEL CURSO ‘MIGRATIONS IN TODAY’S GLOBALISED WORLD’
Antes de cumplir sus quince años, Kenza ya hablaba cuatro idiomas suficientemente bien como para poder comunicarse entre amigos, escribir y leer. Su multilingüismo es uno de los muchos beneficios de pasar su adolescencia en varios países. Nacida y criada hasta los catorce años en Rabat, Marruecos, Kenza se mudó a Sevilla en agosto del 2019 con su madre sólo una semana antes de empezar el secundario en el Liceo Francés de la ciudad. Conversamos durante dos días de tutoría de inglés sobre su mudanza a España y su asimilación a la cultura sevillana dentro del contexto de una escuela internacional.
Marruecos está en el lado occidental del norte de África, o Magreb. Su capital es Rabat, la séptima ciudad más grande del país. Kenza y su madre son dos de los casi 580.000 ciudadanos de la ciudad, situada frente al océano Atlántico, en el noroeste de Marruecos. Vivían cómodamente en una casa que le daba a Kenza su propio espacio y que quedaba cerca de sus primos. Sus dos padres trabajaban en el Ministerio de Asuntos Exteriores marroquí: su padre en el consulado de Algeciras, durante los últimos 25 años, y su madre principalmente en Rabat. En el verano del año 2019 la madre de Kenza tomó la decisión de mudarse a trabajar en el consulado de Marruecos en Sevilla por unos años, por la sugerencia de su supervisor de que pasara un tiempo en el extranjero. Con su mudanza, Kenza y su madre se unieron a los más de cinco millones de marroquíes que viven fuera de Marruecos.

Criada hablando y estudiando en árabe y francés como es costumbre en Marruecos, Kenza creció siendo bilingüe desde su infancia. Su padre vivía en Algeciras y cuando ella empezó a visitarlo en sus vacaciones, fue también aprendiendo español poco a poco. La razón principal de mudarse a Sevilla en lugar de otra ciudad tenía que ver con que en Sevilla Kenza podía mejorar su español y también porque había una escuela francesa. Su madre consideró la escuela francesa como una manera de darle continuidad. La mamá de Kenza sabía que iba ser difícil para su hija dejar su vida marroquí atrás.
En los meses antes de irse de Rabat, Kenza se puso a estudiar español formalmente. Antes, ella había aprendido un poquito de español con lo que oía por casualidad en sus visitas a Algeciras. Luego, se juntaba con su prima para leer capítulos de Cervantes. Cuando llegó el momento de irse a España, Kenza armó su maleta sin avisar a sus amigas de la escuela de acuerdo con las instrucciones de su madre, que le dijo que se iban a poner más tristes si les avisaba de su mudanza. Sólo se despidieron de sus tíos y primos, y Kenza y su madre se fueron desde Rabat hasta Sevilla, mitad en barco y mitad en automóvil.
Al llegar a la ciudad andaluza, se instalaron en un departamento en el barrio donde siguen viviendo hoy. Kenza me contó que se puso triste cuando vio que no tenía su propia habitación y que el agua que salía de la ducha era fría. Ya extrañaba a sus amigas y la comodidad de su vida en Marruecos. Estos cambios hicieron la mudanza bastante más difícil.

Una semana después empezó el año académico –el tercer año del secundario en España o el “seconde” en Francia– en el Liceo Francés de Sevilla, una escuela internacional y bilingüe con enseñanza en francés y español. Como esperaba su mamá, su francés le ayudó a acostumbrase a la nueva escuela, pero le costó el aprendizaje del español y el reto de tener que hacer amigos nuevos. En estas primeras semanas en escuela y ciudad nuevas, Kenza recuerda que lloró mucho porque extrañaba a su patria, sus costumbres y sus amigas.
Un beneficio de su mudanza a Sevilla fue que ya vivía mucho más cerca de su padre. Desde que nació, Kenza vivía bastante lejos de él y de sus hermanos mayores que vivían con el padre en Algeciras. Sin embargo, en Sevilla viven a dos horas de viaje en auto. Por eso sus hermanos mayores y su padre la vienen a visitar en los fines de semana. A Kenza le gusta visitar varios sitios en Sevilla con su hermana cuando viene de visita. Desde que vive en España se reúnen mucho más que antes que sólo se veían en las vacaciones de la escuela.
Kenza ya lleva ocho meses viviendo en Sevilla. Su español mejoró bastante, tiene varios amigos en su escuela y se siente mas cómoda en la nueva ciudad. A pesar de que está contenta con su vida en España, Kenza sigue extrañando Marruecos, en particular en los momentos en que se encuentra ante el racismo de algunos españoles contra los marroquíes. Me contó algunos ejemplos en que sentía incómoda paseando con su hermana mayor, que usa hiyab, porque la gente la miraba.
También me habló de lo segura que se siente en el Liceo Francés. Me dijo que jamás había experimentado racismo dentro de la escuela. Aunque es una escuela muy pequeña, conoce por lo menos a ocho alumnos de Marruecos que la ayudan a sentirse mas cómoda en la clase. También, por ser una escuela internacional, el Liceo Francés atrae a estudiantes de varios países de lengua francesa. Por eso le parece que en la escuela no hay el grado de racismo que se suele encontrar afuera. Por el contrario, esta escuela internacional promueve la inclusión y la aceptación de culturas diferentes.

Me gustó mucho hablar con Kenza y aprender sobre su infancia en Marruecos y su experiencia de adolescente en Sevilla. Durante todas nuestras conversaciones me resultó impresionante que pudiera hablar con tanta fluidez en árabe, francés, español e inglés. Cuando no entendía alguna de mis preguntas, miraba a su amigo marroquí, con el que hablaba en árabe para ponerse de acuerdo sobre de qué trataba la pregunta. Juntos me contestaron en una mezcla de francés y español y yo les ayudé a finalizar la respuesta en inglés. Aunque Kenza todavía es un poco tímida con su inglés, por supuesto la considero multilingüe y admiro eso de ella.
Por cierto, es duro dejar atrás un lugar, familia y amigos en una época tan especial como la adolescencia, pero creo que Kenza lo maneja de una manera admirable y es muy lindo tener los idiomas para mostrar el pasado, el presente y el futuro de su vida internacional.