El capitán de barco

El primer recuerdo que tengo de mi abuelo fue una Navidad, cuando yo era pequeña. Me había obsesionado con la película The Polar Express, en la que un niño se embarca en la aventura de su vida y conoce a Santa Claus en el camino. Santa Claus le daba al niño uno de los cascabeles de su trineo, que sólo podías escuchar si realmente creías en el espíritu de la Navidad (yo creía, por supuesto). Así que, llegó la mañana de Navidad y abrí uno de mis regalos. ¡Allí estaba! ¡El cascabel! Corrí con entusiasmo por la casa haciéndolo sonar para que todos la oyeran, pero nadie pudo. Mi abuelo me dijo entonces que el cascabel estaba roto, que nadie podía oírlo, y, mientras me alejaba, puede escucharlo reírse para sus adentros. Ahora sé que me dio el cascabel para hacerme creer en Santa Claus y en la Navidad, y él me escuchó haciendo sonar ese molesto cascabel todo el día fingiendo no escuchar nada.

Mi abuelo está sentado en su vieja silla de cuero favorita, frente a la chimenea y la televisión. Tiene un vaso de whisky a su lado y está a punto de liar uno de sus cigarrillos. Mi abuelo siempre se ve un poco intimidante. Tiene la cabeza llena de un cabello negro y rizado, y lleva unas gafas que se le quedan bajas sobre la nariz. Es un hombre alto, que ordena la presencia de una habitación solo por su estatura. Pocos son los que saben que en el interior yace uno de los hombres más cariñosos e interesantes del mundo.

– Siempre quise salir al mar. Lo supe cuando era niño. Pero no quería quedarme en el fondo, tenía que trabajar a mi manera.

Esta es la ciudad en la que vive mi abuelo, Mike Sellars

Mi abuelo, Mike Sellars, fue capitán de barco durante más de veinte años, trabajando primero como oficial superior y luego como segundo oficial durante otros veinte. Comenzó en buques de carga de pequeñas compañías y luego pasó al transporte de petróleo para compañías más grandes, como Mobil Oil. Al comienzo de su carrera, salía al mar durante más de un año; una vez estuvo embarcado hasta 18 meses seguidos. Pero hacia el final, como capitán, intercalaría tres meses en el barco y tres meses de descanso. “Te acostumbras”. Mike suspira tomándose un minuto para continuar. “Luego, se puso mucho más difícil, después de casarme y tener a mis hijas. Disfrutaba de mi trabajo, estaba bastante feliz. Te diviertes inicialmente, pero las cosas cambian cuanto más tiempo estás allí. Era como vivir dos vidas diferentes”.

Como capitán, Mike estaba a cargo del barco, al que siempre llamaba “un pueblo”. Sus principales tareas eran cuidar a la tripulación, pagar sus salarios y cumplir las órdenes de la oficina central. En el barco era una figura paterna para todos los muchachos, a los que cuidaba asegurándose de que la comida fuera buena, de que se les pagara el salario y de que su bienestar general fuera bueno. Coordinar a la tripulación era para él lo más importante. Le gustaba mucho el trato con los hombres en el mar y su compañía. Pero su oficio principal era el de navegante. “Recuerdas los días malos más fácilmente. Una vez, nos vimos atrapados en uno de los tifones más grandes que he visto… Casi nos hundió”.

Mike termina de encender su cigarrillo y, sentado en su sillón, dice sonriendo, “el mejor día fue cuando gané el rango de capitán». Luego añade, «hacia el final, recibía tareas especiales, ya sabes, haciendo los trabajos que otras personas no podían hacer, cosas técnicas». Entonces, mi abuelo me mira y me dice, «me encantaba pasear por las islas del Pacífico, en la zona tropical».

Tras una pausa en su cigarrillo, afirma sin dudarlo un instante que le encantaría volver. “No estoy seguro de poder volver a ser capitán, pero por supuesto, por supuesto que volvería”, dijo.

Entonces, tras dejarle descansar un momento, le pregunto a mi abuelo de qué está más orgulloso. Yo espero escuchar algo sobre la hazaña de navegar a través de una tormenta, o cuando lo hicieron capitán, pero en cambio, me mira por un momento y responde, «la forma en la que han crecido mis chicas».

Para ese hombre que fue marino mercante durante más de cuarenta años los mayores logros en la vida han sido sus hijas, mi madre y mi tía, y sus nietos. El hombre que comandó un barco entero a través de un tifón es el mismo que mi abuelo que me dio ese cascabel el día de Navidad.

Luego, con tono serio, me dice, “en la vida recoges cosas todo el tiempo y nunca dejas de aprender solo porque hayas dejado la universidad. La vida continúa y tú sigues recogiendo información y conocimiento todo el tiempo”. Creo que ésta es una de las lecciones más importantes que recibiré nunca en la vida.