¿Caer o volar?

A 3.000 millas de mi casa, estaba sentada en la cafetería hablando de mi vida desde que vine a Villanova. Mi amigo estaba sentado al otro lado de la mesa mientras intercambiamos historias sobre las cosas que habían sucedido desde que nos fuimos de casa. Había teñido mi ropa de rosa en la lavadora una vez, él había comprado la leche equivocada en el supermercado, cosas estúpidas. Sin embargo, también me dijo que todavía no había encontrado su lugar en Villanova y, para ser sincera, le dije que yo tampoco. Parecía que todos los estudiantes ya habían encontrado su grupo de amigos y todos los clubes a los que querían unirse. Me sentía perdida. Extrañaba mi casa, mi novio de la secundaria me había dejado, mis amigos estaban en la universidad y yo estaba en otro estado tratando de descubrir quién era o quién se suponía que debía ser. Aquello parecía una crisis. Entonces, mi amigo dijo que iba a hacer paracaidismo el próximo fin de semana. “¡Iré!” Por alguna razón, de repente salté. Él se rió y dijo que todos dicen que van a hacer paracaidismo, pero que nunca lo hacen. Regresé a mi dormitorio y compré el boleto en 20 minutos.

A 13.000 pies de altura, vi a todos saltar del avión delante de mí. Una por una, 10 personas saltaron desde la puerta de carga mientras a mí me dejaron para el final. Cuando llegó mi turno, mi instructor me gritó al oído «Solo relájate, déjate caer». Mis piernas colgaban fuera del avión, solo estaba conectada a mi instructor y, de repente, saltamos. Al principio, no podía entender que lado era arriba o cuál abajo, todo lo que podía sentir era el viento contra mi cara. Comencé a relajarme y a mirar todo el cielo, y fue impresionante. Pude ver todos sus colores azules y grises en marcado contraste con el blanco de las nubes, flotando justo por encima de la tierra, verde y fangosa. Tiramos del paracaídas y flotamos entre las nubes ー literalmente. Y mientras atravesamos las nubes sentí una sensación de alivio, como si me hubieran quitado un peso de los hombros. Había estado tan preocupada con lo que mi futuro podría o no sería que olvidé concentrarme en el presente. Me desperté abruptamente de esta experiencia catártica cuando me di cuenta de que estábamos a pies del suelo; mis piernas comenzaron a moverse como para correr e hicimos un aterrizaje rápido y perfecto hasta que me caí al suelo unos pasos más allá. A pesar de mi acabado rocoso, comencé a mirar mi situación con una nueva perspectiva. En ese momento decidí hacer más de mi vida y pensé más en el presente y en lo que la vida tiene para ofrecer. Puse el pasado detrás de mí, o al menos salté muy lejos de él. Y sabía que cuando salté de ese avión, no me estaba cayendo, estaba volando.