Las flores la liberaron

En la primavera de 2006 vi algo que nunca olvidaré. Estaba en el salón de mi casa, tumbada en el sofá y escondiéndome de la tormenta que había fuera. Miré a través de la ventana y vi una figura en la distancia. No era muy común ver a alguien en el jardín de mi casa en Mitad de la Nada, Kansas, así que me entró un miedo inmenso y llamé al hombre más fuerte que conocía, mi padre.

– “¡Papa, corre, ven! ¡Hay un ladrón en el jardín!” Mi padre llegó corriendo, como si fuera el Capitán América, llevaba unos binoculares en un mano y mi pequeña mano en la otra. Se quedó boquiabierto

– “¿Qué pasa papa? ¿Quién es, llamo a la policía?”

– “Bella, eso no es un ladrón, es tu madre.”

Agarramos un paraguas y salimos corriendo hacia ella. “¡Mamá! ¿Qué haces? ¡Está lloviendo a cántaros!” Nos miró mientras cavaba en el suelo y sonría. “¡Dejadme en paz, estoy plantando tulipanes!” Era la primera vez en mis siete años de vida que veía a mi madre completamente libre.

Meses antes de aquella primavera, a mi madre le habían diagnosticado una enfermedad de de la sangre llamada Síndrome Antifosfolípido. Con cada uno de los partos de sus cuatro hijos había sufrido un infarto y, en 1999, cuando nací yo, tuvo un ictus. Mientras estuvo entrando y saliendo del hospital, nunca escuché a mi madre quejarse, sino más bien lo contrario. En vez de buscar simpatía de nosotros, nos recordaba cuáles eran las cosas importantes de la vida. Cuando estaba en casa, reía hasta que le dolía la tripa, recordándonos disfrutar de cada momento, bailaba con mi padre cuando podía, y les tomaba el pelo a mis hermanos y a mí a cada momento posible. Mientras sonreía, estaba escondiéndose bajo su sentido del humor. Tenía miedo.

Los díasdespués de que la encontráramos cavando en la tempestad, mi madre estuvo plantando las semillas de los tulipanes. Si soy sincera, yo a esa edad no podía entender por qué mi madre plantaba tulipanes. Sin embargo, hoy sé que las flores la salvaron.

La primavera de 2007, fue completamente diferente. Todavía puedo oler el aire del primer día de mayo. La lluvia había desaparecido y las flores que mi madre había plantado el año anterior empezaron a florecer. A mitad de mes, el campo ya no estaba vacío sino lleno de miles de tulipanes bailando con el viento. Cuando salí a jugar con mis hermanos por el campo, ya vibrante de colores, noté a mi madre mirándonos y corrí hacia ella. Me cogió en sus brazos y gritó, “¡Libertad, Bella, libertad!”.