Retransmisiones familiares

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La importancia del sonido y el amor por la radio se transmite de generación en generación: de padres a hijos. David e Irina viven de vender sus pertenencias personales en el mercadillo del Jueves.

“¡Hola, preciosa!”

Ahí la tienes: pantalones vaqueros, jersey sencillo y unos pequeños zapatos negros. Es fácil encontrarla porque su pelo corto y rubio destaca en la mañana grisácea. Siempre se coloca en el mismo sitio, nunca se cambia. Cuando me ve, sus ojos se iluminan y, asintiendo con la cabeza, levanta su voz áspera.

Es una mañana inusualmente tranquila en la calle Feria. Llueve ligeramente y poco a poco se van originando pequeños charcos de agua acumulada en el suelo. Son las once de la mañana pasadas y los comerciantes empiezan a sacar a la venta sus mejores artículos en venta. No hay tantas personas deambulando por los alrededores como habitualmente, aunque todavía es temprano.

Irina tiene 45 años, y es madre, esposa y comerciante del mercadillo. Las patas de gallo revelan su edad, aunque todavía le brillan los ojos con el destello de la juventud. Nació y se crio en Bryansk, Rusia, donde todavía permanece la mayor parte de su familia. En Bryansk era dueña de una zapatería infantil y de señora. Diez años más tarde decidió cerrarla para ganar más dinero. Eligió venir a Sevilla por el buen clima y la amabilidad de su gente. Cuando llegó, su primer trabajo fue cuidando personas mayores en sus casas.

Hoy es diferente. Las bolsas de Irina están cerradas y la manta raída que coloca frente a ella, vacía. Parece indecisa. Al cabo de un rato, Irina empieza a sacar algunos objetos. Parece disfrutar cuando contempla pausadamente cada elemento antes de colocarlo. Se detiene para enseñarme una bufanda nueva hecha de pelo de hurón blanco.

“Tengo dos de éstas. Me encantan. Probablemente venda una y me quede con la otra”. Sonríe de forma infantil. Algunas personas pasan al lado para echar un vistazo a la mercancía. Todo es normal. Todo parece estar bien pero en sólo un momento, el escenario cambia. Una sensación de urgencia, prisa, miedo acaba con la apacible atmósfera. La policía ha llegado.

Irina empieza a meter los artículos rápidamente en la pequeña maleta que minutos antes había vaciado perezosamente. Los clientes potenciales se enfurruñan molestos pero Irina no se da cuenta.

“La policía de nuevo”.

Murmura entre dientes mientras recoge a tientas los objetos. Está agachada y mueve las manos velozmente, concentrada. No es lo suficientemente rápida. El policía, que lleva un chaleco reflectante encima del uniforme oscuro y una gorra calada hasta los ojos, se acerca a ella. Le pide tranquilamente, sin fuerza, que abandone el lugar.

Irina asiente dándole la razón y, sin volverse ni una sola vez a mirar a su marido, recoge las bolsas y camina. No está enfadada. Ni avergonzada. Ni apenada.

Como era de esperar , mira hacia atrás y me grita:

“¡Adiós bonita ! ¡Hasta pronto!”

Irina lleva casi 10 años en España y la explicación de su emigración es sencilla: “Para ganar dinero y poder ganarme la vida”.

Poco después de llegar a Sevilla, conoció a su marido David, que era guardia de seguridad y conserje en el mercado de Triana, justo al lado del famoso puente de Triana. Después de trabajar allí y en otros mercados decidió dejar este empleo porque el salario era muy escaso, y ahora está buscando trabajo. La única fuente de ingresos de la pareja es la suma de las ventas del Mercadillo del Jueves y de otros mercados donde venden los fines de semana. Su hija Alexandra hará cinco años en mayo: el mismo tiempo que lleva Irina vendiendo en el Jueves.

Irina dice que no tiene dirección de correo electrónico y que no puede permitirse un teléfono. Sin embargo, hay una cosa que sí tiene esta familia: la radio.

El transistor Estrella AM azul se vende por cinco euros, un precio bajo comparándolo con la enorme influencia que tuvo en la vida de David. Era la radio de su padre.

“A mi padre siempre le ha encantado la radio, hasta dormía con una. No sé lo que escucha actualmente porque no vivimos en la misma casa, pero sigue escuchando la radio. Me gusta más la radio que la televisión. De hecho, no estoy a favor de la televisión. Me gusta oír un CD o la radio pero la televisión, no. Es demasiado alboroto”.

Al crecer en una época en que las televisiones aún no existían y con un padre que adoraba la radio, David ha comprado muchos ejemplares diversos. Desafortunadamente, la necesidad económica de la familia es mayor que la del entretenimiento y sus valiosas radios se están vendiendo una por una.

“Tengo una radio pequeña en forma de barco, de yate. Es muy valiosa. Mi abuelo la tenía y luego mi tío la heredó. Mi tío me la entregó a mí después y ahora la tenemos en casa. Tenemos otra radio pequeña de Marruecos. Ésa es la que más utilizamos. Era de mi madre”.

Los programas de entretenimiento, deportes y noticias eran los favoritos del padre de David. Aunque David era demasiado pequeño para recordarlo con claridad, se acuerda de que su padre compartía con él los acontecimientos importantes de los que se enteraba gracias al pequeño altavoz de plástico del transistor azul Estrella.

“Yo tenía seis años cuando murió Franco. Mi padre se enteró por la radio. Estoy seguro. Mi padre y mi abuelo… lo escucharon”.

De tal palo, tal astilla, David cuenta que de niño la radio era algo especial para él. “Dormía con la radio encendida por la noche. Mi padre la oía durante el día y luego me la colocaba junto a la cama por la noche. Me ayudaba a dormir”.

Irina escucha atentamente a David mientras éste habla por los codos sobre la radio pero cuando termina, salta ella enseguida: “No, yo prefiero la televisión porque me gusta ver quién está hablando y lo que está pasando”.

La radio ha sido parte de la vida diaria de los españoles desde hace más de siete décadas. La emisora pública Radio Nacional de España (la RNE) se inauguró oficialmente en Salamanca el 19 de enero de 1937. Con la victoria de los nacionales tras la Guerra Civil Española, Franco censuró todos los programas de radio privados a través del partido político oficial del Estado. Tras la muerte del dictador en 1975, las emisoras privadas fueron libres para decidir los contenidos de sus programas.

Actualmente, la radio está disponible en Internet a través de las retransmisiones en directo, las descargas y la redifusión multimedia. Con las nuevas tecnologías como los iPods, las radios tradicionales podrían considerarse elementos del pasado, pero Irina no opina eso. “Creo que la radio va a seguir entre nosotros durante un tiempo. Sí, algunos piensan que está pasada de moda pero yo no lo creo. La tecnología está cambiando y mejorando los productos… y yo creo que también hay mejoras en radio”.

David est á vendiendo sus aparatos, pero no su amor por la radio que le viene desde la infancia y que ahora comparte con su hija Alexandra. “Nos gusta escuchar juntos los programas después del colegio… como hacíamos mi padre y yo”.

No todo en el Jueves puede ser intercambiado. Puede que Irina y David tengan este objeto en venta pero los recuerdos permanecen en sus corazones.