Hibak Hussein, la chica cuya pasión es aprender

PROYECTO DEL CURSO ‘MIGRATIONS IN TODAY’S GLOBALISED WORLD’

Hibak Hussein, de 21 años, nació en el este de Somalia, en la ciudad de Ceelbuur, el 6 de enero de 1997. Sin embargo, su cumpleaños a efectos de inmigración es el 1 de enero, un concepto común visto entre muchos inmigrantes en los Estados Unidos.

Los primeros años de la vida de Hibak los pasó como cualquier otra niña, con su familia numerosa, que consistía en seis hermanos y hermanas y sus padres. Ella tenía un séptimo hermano que falleció temprano debido a complicaciones. Fuera de eso, ella vivió su día a día como una niña musulmana normal en Somalia. Sus padres trabajaban regularmente en la ciudad mientras ellos iban a la escuela. Aunque Somalia no es un país seguro, la guerra civil se mantenía a una distancia segura de su familia. Todo eso cambió, sin embargo, cuando en 2006 comenzó otra guerra, durante la cual las tropas etíopes invadieron Somalia.

La guerra civil continuaba y este nuevo conflicto empeoró aún más la situación. La violencia comenzó a esparcirse por más partes del país, y el barrio de Hibak fue atacado. En sólo una noche su vida cambió mucho, cuando una bomba golpeó la casa de su familia. Fue en este momento cuando su familia se separó para siempre, ya que todos ellos se fueron de allí para encontrar seguridad. Ella se fue con su madre, una hermana y un hermano. Su padre y otros tres hermanos se separaron de ellos. Todavía hoy, tres de sus hermanos viven como refugiados en Etiopía. Afortunadamente, ella se mantiene en contacto con ellos regularmente. Hibak vive ahora en Estados Unidos con su madre, una hermana y un hermano.

Cuando la mitad de su familia escapó de Somalia, Hibak terminó en un campo de refugiados en Kenia, el mayor campo que hay allí. El viaje fue difícil. Su familia tuvo que pagar a muchas personas y tomar rutas peligrosas. Sin conexiones con personas importantes, era mucho más difícil recorrer su camino. Tuvieron que pagar impuestos extras y sufrieron mucha violencia. Su viaje fue muy difícil.

Cuando llegó a Kenia, la transición tampoco fue fácil. Era una paria, muy diferente de otros niños. Otros niños se burlaban de ella porque no hablaba el idioma local, el suajili. Aunque aprendió la lengua, eso no significaba que siempre encajara. “Es la idea de que si ‘hablas el idioma, eres parte de nosotros’”, pero no siempre ocurría así, recuerda Hibak. Su identidad y sus raíces aún retenían a Somalia en su corazón. Con esta mentalidad, sin embargo, Hibak ahora se considera hablante fluida en cuatro idiomas: somalí, inglés, suajili y árabe.

Hibak estuvo en el campo de refugiados durante cuatro o cinco años, haciendo amigos y viviendo su vida, pero su familia quería irse a América. Su viaje aún no había terminado. Hibak llegó a Estados Unidos en 2010, a la edad de 13 años. Ella pasó dos o tres años en Lynn, Massachusetts, y después su familia se mudó a Boston, en el mismo estado. Comenzando de nuevo en un nuevo lugar, su vida en América, sin embargo, también trajo muchos desafíos. Fue criada a solas por su madre, que tenía la responsabilidad de la casa y también de cuidar de sus hermanos y hermanas. Además, un hermano de Hibak necesitaba atención médica especial porque había quedado paralizado debido a la meningitis que sufrió en 2005, lo que agregaba más responsabilidad a la familia. Hibak aprendió rápidamente que ella tendría que ser un miembro activo para ayudar a su familia. Comenzó a trabajar siendo adolescente a la vez que estudiaba. Creció y asumió responsabilidades adultas mucho antes que cualquier otra persona de su edad. Cuando las cosas eran difíciles en su vida social o en su casa, recurría a la educación para intentar superar las dificultades.

“¿Qué extrañas de casa?”, le pregunto.

 

“Lo extraño todo”, responde. Lo que más echa de menos es tener una identidad sólida. Estar en un lugar donde pronuncien tu nombre correctamente a la primera. Donde el apellido de tu familia tenía poder. Una definición inexplicable de quién eras y tu historia en el país. Hibak echa de menos no ser juzgada por parecer diferente ni tener que explicar por qué practica su religión.