
PROYECTO DEL CURSO ‘MIGRATIONS IN TODAY’S GLOBALISED WORLD’
Viajero, aventurero y empresario: los viajes de Momo Faraji en su búsqueda de la felicidad
Conocí a Momo en una papelería. Yo estaba intentando comprar una carta y entonces pedí la ayuda de la empleada. Él estaba de pie en la cola e inmediatamente pudo ver que no era española y me preguntó de dónde era en inglés.
—De California, pero estudio aquí en Sevilla —le contesté.
No tenía un acento pronunciado cuando habló y por eso le pregunté lo mismo.
—Pasé dos años en Tahoe —respondió—. Pero originalmente, de Marruecos.
Nos dimos la mano y nos presentamos. Entonces, yo aproveché la oportunidad y le pedí su número. Después de varios intentos en los siguientes días, logré una entrevista con él.
Nos reunimos en la Puerta de Jerez. Él estaba con tres amigos en una mesa con un narguile cuando lo encontré. Caminamos a otro café en la misma calle.
Después de pedir unos cafés, él empezó con:
—Pues… ¿Qué quieres saber?
—¡Todo! —respondí—. Pero podemos comenzar con de dónde eres en particular.
Mohammed Faraji venía de Tetuán, la ciudad conocida como «la paloma blanca» y situada en el norte de Marruecos. Según él, es una ciudad bastante pequeña donde se habla derija, el árabe marroquí, con un acento diferente del resto del país. La ciudad antigua, o medina como es conocida en árabe, siempre ha representado un punto de conexión entre Andalucía y Marruecos porque en ella se reasentaron los musulmanes expulsados tras la Reconquista. Era parte del Protectorado español de Marruecos, de la región que se sublevó contra sus colonizadores en 1925, y del país que se independizó en 1956. Ahora es patrimonio de la humanidad porque une varias civilizaciones, conserva una medina andaluza en buen estado y es un ejemplo arquitectónico de ciudad fortificada en el litoral del Mediterráneo.
Cuando tenía diecisiete años, Mohammed Faraji, o Momo para los amigos, decidió estudiar en la Universidad de Sevilla para completar su educación. Su padre, Abdel Faraji Khadija Bochmim, le animó, diciendo que él debía viajar por el mundo y aprender cosas nuevas fuera de su hogar. Su madre estaba menos emocionada; «ya conoces a las madres», comentó. Dejó a su dos hermanos y dos hermanas y se fue para Sevilla.
Le pregunté si había sido difícil recibir su visado para estudiar y después trabajar aquí. Pareció un poco confundido.
—Tengo la residencia —me dijo. Yo estaba un poco avergonzada, pero él me lo explicó en seguida. Su padre tenía la ciudadanía de Bélgica y por eso era bastante fácil obtener la residencia de la Unión Europea.
Bajo el sistema antiguo, pasó un año en preparación antes de empezar su carrera de tres años en turismo y electromecánica. Con su título, trabajó durante tres años más en la empresa de su padre, pero no podía aguantar la vida de oficina. Tenía ganas de experimentar más. Por eso, se hizo camarero hasta que tuviera bastante dinero para viajar.
Su primer destino: Laos. Allá, se sintió satisfecho por dos meses. Aunque la gente no tenía mucho dinero, parecía feliz. Abrió los ojos a unas metas diferentes. Después, viajó a Francia, Bélgica y los Países Bajos, pasando unos días en varias ciudades, pero nada en el estilo de vida europeo le llamó la atención, o por lo menos, no al nivel de su experiencia en Laos. Entonces, se fue para los Estados Unidos y descubrió que no tenía nada que ver con las representaciones en la televisión.
—Nunca tuve ningún problema con nadie —afirmó. Además, creía que los estadounidenses eran más felices que la gente en otros países—. La mayoría de las diversiones aquí son copiadas de los Estados Unidos.
Viajó a Nevada, California, Nueva York y Maine, pero finalmente se asentó en el lago Tahoe y pasó «los mejores dos años de la vida». Era instructor de snowboard en una estación de esquí y trabajaba en un restaurante tres días a la semana también, pero le encantaban los días libres en que hacía caminatas y pasaba tiempo con amigos.
—La naturaleza, la gente, la comida. California es un país totalmente aparte de los otros estados.
Regresó a Sevilla antes de volver a Marruecos. Aunque a su familia le consideraba loca, no había visto a su hermano desde hacía cinco años porque vivía en el extranjero también y por eso se reunieron en Marruecos. Ya estaba pensando en su próxima parada: Escandinavia y más allá. Finlandia, Noruega, Dinamarca, Islandia. Durante sus experiencias en el extranjero, observaba todo el tiempo y absorbía mucho. Pero algo le incomodaba: la falta de conversación intrafamiliar debido al uso de los móviles durante las comidas.
—Hay vida más interesante en otros lugares —resumió.
Decidió investigar el paradigma de la interconectividad virtual en la fuente de mucha tecnología: Corea del Sur. Descubrió que la sociedad coreana era muy avanzada tecnológicamente, pero la socialización se mantenía en el mundo real. A lo largo de la entrevista, el denominador común era su compromiso con la conexión humana. En cada país que Momo visitó, se dedicó al aprendizaje del nivel básico de la lengua. Era habitual la búsqueda de conexiones entre las lenguas para facilitar su conocimiento para comunicarse con la gente. Podía hablar árabe del dialecto derija, español, inglés, francés, italiano, holandés y un poco de coreano. Las lenguas eran instrumentos para crear relaciones porque, desde su corazón, era una persona sociable. Además, por muchas razones, tenía sentido que a él le interesaran los negocios.
Mencionó muchas veces sus ideas para crear empresas de varios tipos, desde su sueño de trabajar con los caballos mongoles a su objetivo a largo plazo para la importación-exportación de productos marroquíes. Cuando estaba en Francia con sus primos, trabajaba en una empresa emergente de servicios de consumo, proporcionando opiniones sobre los alimentos para facilitar la mejor decisión en la compra. Su proyecto actual se desarrolla en el sector de comida rápida, específicamente los burritos, los zumos frescos y los batidos de frutas, porque quiere traer lo americano a Sevilla. Está estudiando la industria de turismo aquí y, puesto que hay más mochileros viajeros cada año que buscan comida barata de alta calidad, piensa que sería una inversión buena. Para asegurar los fondos para mantenerse a flote cuando comience su proyecto, está trabajando en bares y restaurantes locales.
Sacó mucha de su inspiración de sus viajes: en cada uno intentó descubrir lo único y lo especial del país. Todas sus ideas requerían tiempo para obtener los mejores resultados. Era emprendedor, pero cuando le propuse el término para describir sus relatos, rio y dijo, «puedes llamarlo copiar». Él me contó después:
—Esos tíos con quien yo estaba son mi grupo de negocios. Estamos pensando ir a Ibiza este verano para trabajar y entonces invertiremos los fondos en otra empresa. No somos mayores aún.
En Sevilla, la mayoría de los amigos de Momo vienen de Marruecos también y son de «mentalidad abierta». Según él, hay una gran diferencia entre los que han crecido en las ciudades y la gente de las montañas. A Marruecos le da una mala reputación el nivel inferior de la educación y la salud. Los inmigrantes que vienen del segundo grupo solo quieren mejorar su posición social y a ellos no les importa experimentar la vida de su nuevo país.
—Soy el chulo en mi pueblo porque tengo el mejor coche —dijo para resumir esta mentalidad—. Piensan que hay dinero en las calles. Eso me pone enfermo.
Intenté descubrir más sobre la división socioeconómica entre las ciudades y las montañas de Marruecos. La cordillera del Atlas es el sistema de montañas de la parte norteña. Tiene una historia humana muy larga y esta geografía está experimentando un cambio profundo ahora con el declive mundial de la agricultura de subsistencia. Falta la infraestructura básica, la cual aumentaría el acceso a los servicios de la salud y la educación. Cuando el gobierno invierte en proyectos de desarrollo, los recursos van a las ciudades. También, la tendencia a la migración desde las regiones rurales a los centros urbanos impacta al Atlas. Los jóvenes se marchan en busca de una vida metropolitana con más oportunidades económicas y por eso permanece menos gente para soportar los sistemas tradicionales que se preparaban para el colectivismo en períodos de adversidad. Como consecuencia, siguen empeorando las condiciones, es un círculo vicioso. Aunque las tierras bajas están creciendo económicamente y pueden ignorar la situación peor de las poblaciones de las tierras altas, en algún momento se tendrá que reconocer el valor de los recursos ambientales.
Sin embargo, la opinión sobre otros pueblos se incrusta en el entramado social. Quizás la opinión de Momo surgió del hecho de que él se sentía bienvenido aquí. También, tenía una actitud muy optimista: si alguien lo hubiera tratado mal, él lo habría tratado bien, como representante de sus valores y su país. Él creía que la gente iba a aprender cómo ser recíproco, con el tiempo. Cuando le pregunté la diferencia más grande entre Marruecos y España, me respondió inmediatamente: no había ninguna diferencia. Entonces, lo matizó con «nuestra manera de pensamiento». Se lanzó de lleno a dar un ejemplo de un estereotipo.
—La gente dice que los marroquíes tratan mal a las mujeres porque son africanos y musulmanes. Pero nunca oí en las noticias sobre los hombres que mataron a sus mujeres y sus hijos —me relató. Recibió un choque cuando se dio cuenta de esos horrores en Europa. No sé si él quería decir que la diferencia fundamental era la condición de mujeres o la práctica de estereotipar sin base en lo real.
Siguió adelante con otra diferencia:
—En mi país, nosotros mezclamos lo cultural y lo religioso.
Me explicó que la cultura es el estilo de vida, por ejemplo, cómo hacer el café, y la religión es el modo en que vives. Lo último lo interpreté como doctrina moral. Un ejemplo concreto:
—El hombre árabe quiere ser el hombre —Momo enfatizó la iteración segunda para indicar la mentalidad machista—, pero la religión dice que la mujer es igual. Marruecos nunca ha tenido maltrato de mujeres. Los hombres y las mujeres pueden crear un imperio por tener hijos. Sin las mujeres, no podemos hacer nada.
Momo pensó otra vez y dijo que el trabajo es distinto también. En España, recibirías el seguro de desempleo, pero en Marruecos, «si no trabajas, no recibirás el pago». El gobierno marroquí no tiene dinero para emplear a toda su población. Por eso, muchas personas roban a escala grande. Según Momo, la corrupción sistémica en los negocios es una parte de la cultura del Magreb, que incluye Mauritania, Túnez, Egipto, Libia, Argelia y Marruecos. Según Transparencia Internacional, Marruecos se clasifica octogésimo en el mundo por la corrupción. Hay una costumbre que se llama wasta en la que la gente usa las conexiones personales para promover sus metas profesionales. Aunque la práctica de dar regalos a cambio de beneficios está criminalizada, las leyes no se aplican.
Además, señaló diferencias en el sistema de educación. En su pueblo, está muy bien, no solo en el aula sino también en las prácticas familiares. Si un niño dijera un taco, su madre lo corregiría con guindilla en la lengua. Por eso, él cree que «si pierdes la educación, perderás todo en tu país» por la disolución social. Lo relacionó con el racismo de Europa Occidental.
—Si hubiera una educación adecuada, la gente no culparía a otros por sus problemas.
Le pregunté si había experimentado el racismo en Sevilla.
—Solo una vez —respondió. Me contó una experiencia en que un hombre le dijo «estás en España, debes hablar el castellano», cuando estaba charlando con la novia de su amigo que no podía hablar español. Momo se alejó y entonces el hombre le golpeó. Hubo una pelea, llegó la policía y detuvo al agresor.
—Estas cosas suceden.
Para Momo es un ejemplo de la carencia de la educación cultural que representa la gran diferencia entre Marruecos y España: el tratamiento a los otros. De manera similar, en España se piensa que «Marruecos es peligroso ahora mismo», lo cual es mentira. El peligro verdadero sería la pérdida del turismo porque «sin turismo, todos mueren», sentenció. Cuando le pregunté si regresaría a Marruecos si tuviera la oportunidad, dijo:
—Mi país es mi país. Mi madre es Marruecos. Nunca olvidas tu cultura, tus formas, tu lengua.
Pero no contestó la pregunta. Es un viajero, un aventurero y un emprendedor. Quizás no lo sabe.