El monumento que se resiste a morir

"This house has the same cataloging as the Giralda: monument." / NATALIA TAMAYO

La Casa Grande del Pumarejo es la casa de todo un vecindario, a pesar de que allí sólo queden tres señoras, es el hogar de todos los que luchan para que el Ayuntamiento, dueño de la propiedad, no la deje caer por deterioro. Cuatro años después de que nuestra publicación visitara la casa por primera vez, volvemos para saber qué ha sido de sus habitantes y de su lucha.

Es la una de la tarde y doña Felisa viene a su ritmo, dictado por los 85 años que tiene, cargando cuatro bolsas de plástico con las compras del mercado y la farmacia. Camina con precaución, apoyándose en un paraguas a un paso, en un bastón a otro paso, y así sucesivamente. El asfalto, cubierto por la lluvia, la obliga a ser más cautelosa y pausada.

Luis Hornillo, su vecino, se adelanta para quitarle el peso de las bolsas y abrirle a doña Felisa las puertas de una casa que, desde hace 17 años, es el lugar en donde, aunque no duerman allí, habita todo un barrio. La periodista hace ademán de ayudarla a atravesar el desnivel del portón de madera. “¿Qué haces ahí? No, miarma, yo soy capaz sola”, le dice doña Felisa.

Felisa García Moreno vive sola y es la última vecina “antigua” que permanece en la Casa Gran de del Pumarejo, porque no se dejó convencer cuando en el año 2000 los vecinos sufrieron un intento de expulsión motivado por la especulación urbanística.

Felisa García Moreno a la entrada de su domicilio en la Casa Grande del Pumarejo / NATALIA TAMAYO

“En el año 2000, quedaban 11 vecinas, de las cuales dos murieron y las demás, hartas de que la propiedad privada no les hiciera caso, decidieron irse”, cuenta Manolo Pedrinazi, hijo de Felisa y miembro del colectivo. Para el 2011 eran nueve; hoy, en los 21 pisos de los que dispone la casa viven Rosa, que ya cumplió los 70, Rosario con 50 y la presidenta honorable, como se conoce a Felisa dentro del colectivo vecinal y de la Asociación Casa del Pumarejo.

El devenir de la casa palacio

Tras años de lucha, una orden del 26 de junio de 2003 de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía declaró la Casa Palacio del Pumarejo Bien de Interés Cultural (BIC), fijándose con ello la protección tanto de los elementos arquitectónicos como de su valor etnológico y bloqueándose su posible privatización. En el proceso de recolección de información que la Plataforma por la Casa del Pumarejo llevó a cabo junto a historiadores e investigadores, se descubrieron los otros usos que tuvo el inmueble, aparte de ser el palacio que, en el último tercio del siglo XVIII, mandó construir para ser morada suya y de su familia el conde Pedro de Pumarejo, comerciante enriquecido en América, según relata Salvador García, exempleado de Renfe, incansable integrante del colectivo que, aunque no es del barrio, se siente como si lo fuera desde que entrara en él tres años después de su consolidación.

García cuenta que el conde, que pretendía estar a la altura de su título nobiliario, compró unas 70 viviendas del barrio San Julián –zona norte del casco antiguo de Sevilla– para poder derribarlas y erigir el palacio de 2.693 metros cuadrados y estilo mudéjar que llevaría su apellido desde 1775 y se convertiría en el referente de la nueva plaza bautizada por su presencia.

En 1785, la familia vendió la casa, que pasó a ser propiedad municipal y luego tuvo diversos usos, incluyendo en el siglo XIX y durante 50 años el de escuela de los Toribios para niños huérfanos. Posteriormente, durante la Guerra de la Independencia contra los franceses (1808- 1814), se convirtió en cárcel. En 1892, ya convertida en casa de vecinos, sirvió como refugio para algunas de las familias que se vieron afectadas por el desbordamiento del río Guadalquivir. Desde entonces y hasta su decaimiento en la década de los ochenta del siglo pasado, la planta alta albergó pequeñas viviendas y la baja, talleres y comercios.

Hoy día, un bar en la fachada de la calle Fray Diego de Cádiz, las tres vecinas y todo el colectivo de la Casa Grande del Pumarejo –como ellos la denominan– han logrado resignificar las formas de habitar del viejo palacio que más que muros, columnas, azulejos y dos plantas extendidas por casi toda una manzana es, según Salvador García, “un ser vivo, una célula como totalidad, un ecosistema que se autoprotege y expulsa desde su membrana lo que no funciona bien”.

 

El patio central es uno de los lugares de encuentro de los vecinos / NATALIA TAMAYO

Una casa, una familia, una lucha

“Lo que más recuerdo es mi niñez. Éste era un sitio de juego. Conmigo éramos 36 niños y niñas, todos de la misma edad, parecía un colegio. La convivencia era entre peleas y risas. No había cerrojos en las puertas. Las fiestas, tanto en Semana Santa como en Navidad, los cumpleaños, las primeras comuniones. Éramos todos una familia y el patio era su núcleo de reunión”, recuerda Manolo –o Lolo como le dice su madre, Doña Felisa–, uno de los precursores de la Plataforma Casa del Pumarejo, creada entre los hermanos Pepe y Lolo Predinazi, David Gómez, activista y vecino del barrio, y Luis Hornillo, autoproclamado “escritor ilegal”, para frenar el desalojo de la casa.

La acción ciudadana se despertó cuando dos de los propietarios vendieron su herencia a la cadena hotelera Quo Hoteles Integrales, que pretendía construir un hotel de lujo en parte de la casa. Esto comulgaba con el deseo del Ayuntamiento de fortalecer otras alternativas del casco histórico de la ciudad para que los turistas la visitasen, como es el caso de la calle San Luis, que se abre a la plaza del Pumarejo.

Antonio Muñoz, actual delegado del Área de Hábitat Urbano, Cultura y Turismo del gobierno municipal, conoce el trabajo de la plataforma. “En un momento de boom inmobiliario y de boom de la construcción, han sido muchas las intervenciones. No hablo de Sevilla, hablo de muchos países, donde ha habido riesgo y se ha perdido muchísimo patrimonio, alterándose considerablemente su ADN arquitectónico e histórico”, explica Antonio. “Entiendo que la plataforma, ante esos riesgos, ha intentado alzar la voz y llamar a la conciencia ciudadana para evitar que el Pumarejo se pudiera perder”, opina el delegado.

Esa voz ciudadana entendió la naturaleza de la casa como centro reivindicativo y de resistencia del barrio. Entre los logros de la plataforma se cuenta la adquisición del edificio por parte del Ayuntamiento el 14 de febrero de 2003, evitándose la expulsión de más vecinos. Ese mismo año es declarada BIC y desde entonces, con los cuatro partidos políticos que han ostentado poder municipal –Partido Popular, Partido Socialista, Izquierda Unida y Partido Andalucista–, no han hecho sino exigir que se rehabiliten los espacios de la casa que están deshabitados.

Lo que ha hecho el Ayuntamiento, según opinan varios miembros del colectivo, es colocar puntales metálicos para evitar la caída de ciertos tramos de la casa, que a su vez clausuran espacios que están sin aprovechar. “A mí no me importa, yo entro y arreglo las cosas. Me importa un carajo, la casa se lo merece”, explica sobre esta precariedad Marco Mainas, un italiano que llegó al Pumarejo para prestar sus conocimientos sobre fontanería, electricidad y carpintería.

Marco Mainas y Manolo Pedrinazi haciéndole mantenimiento a una de las columnas del patio central / NATALIA TAMAYO

La lucha vecinal ha favorecido que el arte y la cultura se hayan convertido en perpetuadores de la vida de la casa, que hoy cuenta con una biblioteca de varios miles de ejemplares, clases de capoeria, contact, talleres de filosofía e italiano. También se está remodelando un espacio para convertirlo en teatro y, mientras tanto, los vecinos y miembros del colectivo abren sus puertas a cualquier evento o manifestación artística que llegue como propuesta. Además, prestan asesoría legal sobre hipotecas por medio de la Liga de Inquilinos. Constantemente se están reinventado y respondiendo a las necesidades que surjan en el momento. La casa es un ser vivo que pretende seguir viviendo a pesar del silencio y las negativas administrativas.

Antonio Muñoz, encargado directo desde el Ayuntamiento de todo lo que afecta a la Casa del Pumarejo, expresa su interés, aunque los vecinos se muestran críticos ante la escasez de resultados. “Hay una relación permanente y estable para ir abordando los distintos asuntos. Hay un diálogo fluido. De vez en cuando, cada vez que mi agenda me lo permite y hay una reunión como ha sido el caso de la última, me acerco para estar con los representantes vecinales”, asegura el delegado.

Sin embargo, Luis Hornillo y Salvador García afirman que, desde hace un año y medio, no ven a los representantes de la Comisión de Seguimiento, grupo del gobierno encargado del Plan de Actuación para la casa. Por lo tanto, las 3R del objetivo de recuperar, rehabilitar y revitalizar las han tenido que ejecutar por su cuenta, a través de crowdfundings y estrategias de intercambio (favor por favor) que nacieron a partir de la Moneda Puma, sistema de moneda social propio y autónomo del casco histórico norte de Sevilla.

Este año promete ser por fin, desde el 2000, el momento en el que el Ayuntamiento responda a las peticiones de los inquilinos y vecinos. “Es la primera vez que en la partida de anexos del presupuesto aparece la etiqueta de Pumarejo, antes no había existido”, revela Muñoz. Esto no lo saben aún en la casa, según le cuenta entusiasmada a un escéptico Marco una visitante que fue a admirar lo que se ha logrado conservar del antiguo palacio del Conde de Pumarejo: “ya aceptaron el presupuesto de la casa. Pronto, pronto la van a restaurar. De eso me he enterado”.

Mientras tanto, el colectivo sigue abierto a conversar con los funcionarios de la administración para cubrir las necesidades de la casa, a continuar con su actividad social y cultural que es referente nacional e internacional, a procurar que ese ser vivo siga respirando y sosteniéndose y, tal vez, a disfrazar el palacio para que se cumplan más rápido las promesas de la administración local. “Pepe, te voy a dar una faldita de universitaria y tú te consigues una peluca para ver si te atienden”, bromea Salvador mientras toma su café de la mañana, para activarse y vivir otro día en contra de la muerte del monumento del Pumarejo. •