Un viaje a través del baile

foto: Junko Hagiwara en una clase de bulerías de Jerez de la profesora Ana María López / ANTONIO PÉREZ

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El viaje de una bailaora única muestra que el flamenco es más que un estereotipo español y desvela muchos de los aspectos desconocidos de un arte único.

Los pies zapatean , las palmas tocan, las bocas cantan, la guitarra suena: estamos en un cuarto lleno de sonidos. La bailaora se levanta de la silla que ocupa en el semicírculo y frente a un gran espejo que la refleja sobre el suelo de madera, se agarra la falda de volantes con la mano izquierda y se sitúa confiada en el centro.

“¡Olé ! ¡Olé !” la jalea el grupo.

Su cuerpo se mueve al compás que le marcan. El torso permanece erguido mientras gira las manos con una energía que se extiende a través de los dedos y que mueve su cintura con fluidez. El movimiento es complicado—palmeándose las piernas y los tacones después de un salto y un cimbreo a compás. Con un giro rápido de muñeca termina su actuación y deja su lugar a la siguiente compañera.

“¡Ey Ey Ey!”, la aplauden los demás. El baile continúa en el ambiente relajado y alegre de esta clase de bulerías, en que participan 12 personas.

Junko Hagiwara, conocida profesionalmente como La Yunko, nunca se había puesto unos zapatos de flamenca antes de cumplir 18 años. “A mí me gustaba bailar desde chica pero nunca había aprendido en una academia, simplemente improvisaba, hasta que un día escuché una guitarra flamenca en la tele y me gustó mucho esa música. Entonces empecé a buscar una academia”, recuerda. Junko se inscribió en un club de flamenco de la Universidad de Tokio y así empezó esta travesía de su vida.

Se vino a Sevilla desde Tokio en 2002, cuando tenía 27 años, con su pasión por el flamenco y el deseo de aprender más metidos en la maleta. “En Japón también podía aprender las muchas técnicas y coreografías del flamenco pero… el flamenco está aquí. Tiene que ver con la cultura, con el ambiente, con la vida. Si quieres aprender eso, tienes que vivir aquí”, dice. El camino, sin embargo, no ha resultado sencillo.

Junko tuvo que dejar a su padre , Osamu , a su madre, Kazuko, y a su hermana menor, Mikiko, en Tokio, Japón, para sumergirse en una cultura nueva y distinta. “Al principio, no sabía casi nada de español. Muchas veces me sentía sola y frustrada por no poder expresarme”, cuenta. “Si no sabes español, aunque bailes muy bien, estás fuera de la cultura”. Hoy día, Junko habla español con total fluidez pero todavía no ha terminado su aprendizaje del idioma y de la cultura.

El idioma no fue lo único que tuvo que superar cuando se mudó aquí. “Yo soy de fuera, soy oriental, y una parte de mí siente que la gente de aquí es un poquito cerrada. Últimamente quizás no tanto pero cuando llegué hace 11 años, la gente me miraba de una manera distinta… de vez en cuando sí que me molestaba”, recuerda Junko.

De hecho , hasta 2007, pensaba que regresaría a Japón. “No tenía ni mucho dinero ni mucho trabajo y estaba pensando dar clases en Japón… Tampoco estaba considerando trabajar aquí profesionalmente”, comenta Junko. “Había una peña flamenca a la que fui a bailar un día por recomendación de una profesora mía… La gente se mostró muy abierta conmigo y al dueño del local le gusté mucho, así que me preguntó si quería ir allí a bailar todas las semanas”, recuerda. “Cambié entonces mi decisión de volver a Japón definitivamente y me quedé aquí. Si no hubiera bailado en ese sitio, ese día, seguramente no estaría aquí… Era un espacio pequeño, para no más de 10 personas, no era un gran teatro, pero esa actuación cambió mi vida”.

Tras ese momento esencial, en 2008, fue galardonada con el premio «Sarmiento Flamenco al Baile», como mejor bailaora de 2007-2008 en la peña “La Parra Flamenca» de Huétor Vega, en Granada. Desde entonces, La Yunko ha recibido numerosos premios y becas y ha bailado en escenarios y participado en espectáculos en varias ciudades de Andalucía como Sevilla, Jerez, Dos Hermanas y Marbella y también en Japón en Tokio y Osaka.

Además, imparte clases de flamenco individuales o en pequeños grupos, si bien tiene más trabajo en Japón, adonde va dos veces al año, que aquí. “En España hay muy pocas oportunidades de trabajo por la crisis”, explica Junko. En cambio, cuando viaja a Japón, que es un país de grandes aficionados al flamenco, suele tener la agenda repleta. Allí se ha convertido en una artista reverenciada y este verano la esperan actuaciones en Kid Ailack Art Hall en Tokio y Estudio La Cuna en Osaka. También va a impartir clases tituladas “Cursillos en Japón Verano 2014” en Tokio, Tsukuba, Osaka y Fukuoka. Su esposo, Antonio Pérez, fotógrafo de profesión y acostumbrado como ella a viajar mucho, la acompañará como en tantas otras ocasiones.

Aún así, Junko también conoce la gloria en la cuna del flamenco. Es 14 de junio de 2013 y estamos en la 33ª edición del Festival Flamenco Juan Talega de Dos Hermanas, muy cerca de Sevilla. Miguel Pérez al toque con Moi de Morón y Miguel Picuo al cante. La Yunko, con bata de cola negra y mantón blanco, sale sola al centro del escenario. Se sujeta la falda con ambas manos y zapatea al ritmo de la guitarra y las palmas. Comienza el cante y extiende los brazos y la mirada al cielo. Lentamente, cada parte de su cuerpo se va a incorporando a la música. “Mi cuerpo es un elemento más de la música, como el cante y la guitarra”, comenta.

Tiene fuerza y salero; es elegante e intensa a la vez. Así es el flamenco. Así es La Yunko.