
El propietario de Al Cartuchito, se pasa los días haciendo clientes felices, y dejando que ellos lo hagan feliz a él.
Se levanta a las seis o siete de la mañana para cocinar las tapas. A las once, abre el local: Al cartuchito. Tras la barra, silba una canción de jazz que se escucha al fondo.
Jacky Barbero es un toledano con acento francés que ha vivido por el mundo. Pirineos, Suiza, Republica Dominicana, y ahora, Sevilla. “Cuando me aburro, me voy, si estoy a gusto, me quedo”. Regresó en su natal España, para aprovechar al máximo a sus padres y ahorrar para viajar seis meses con sus tres hijos y su esposa, para “dejarles algo”, dice sosteniendo un cigarrillo en la boca.
Es viernes por la tarde, llueve, pero a los clientes de Al Cartuchito no les importa. Juan, Maribel, Ana y Rafael, un grupo de amigos de más de 50 años, rodean una mesa llena de cervezas, vienen todos los días antes de almorzar.
“Jacky es un hombre con la cabeza muy bien amueblada, y es feliz.”, dice Maribel, una de las mujeres del grupo, antes de beber un trago de café.
– Me ha sentado muy bien.
– No, pero no es el café. Es que todo lo que pongo es servido con amor
Este hombre de nariz aguileña y ojos saltones, que sirve cervezas y tapas al ritmo de la música, sólo se detiene para contestar el teléfono o para fumar. Los domingos, espera cerrar a las cuatro de la tarde, pero los clientes no paran de llegar. “Mi problema es que no sé decir que no. Pero igual lo disfruto, lo mejor de mi trabajo es que me pagan por hablar con la gente, por ser feliz”. Dice con una sonrisa.