
foto: Welcome to the Montgomery Experience, ‘Mes de Danza’ 2014. Teatro Alameda. Sevilla. / LUIS CASTILLA
Los componentes del grupo ‘Welcome to the Montgomery Experience’ desafían los límites de música y danza, mezclando sus energías creativas y trayectorias vitales.
UN HOMBRE ALTO, con barba y cabello que parecen ir a su aire, se desliza por el escenario de una estancia íntima y oscura. Una mujer de pequeña estatura, de rasgos marcados, pelo igualmente oscuro, y un control preciso de su cuerpo sale agitándose junto a él. Junto a ellos, en el escenario, un hombre pulcro y elegante, de pelo liso y ojos intensos y misteriosos. Susurra al micrófono una canción con aire de swing, casi imperceptible, provocando un leve zumbido. Los dos bailarines, Nando Pérez y Teresa Navarrete, continúan su viaje por la pieza, titulada Salón Otto. Él manipula la boca de ella tratando de abrírsela. Luego, la levanta, y mientras ella sigue agitándose, intenta retenerla, parece que luchan, aunque el movimiento es de algún modo elegante. Mientras, Miguel Marín, el cantante, se balancea suavemente frente al micrófono, chasqueando los dedos al compás de la música. Los tres componen un proyecto revolucionario en la escena de la danza de Sevilla.
foto: Teresa Navarrete y Nando Pérez, acompañados por Miguel Marín y su banda, presentan Welcome to The Montgomery Experience, en el Teatro Alameda durante el ‘Mes de Danza’ de Sevilla 2014. / LUIS CASTILLA
Nando Pérez nació en 1977 en Vigo, Galicia. Empezó su carrera artística como actor, trabajando y actuando en el Teatro Ensalle de su ciudad natal, hasta su profético encuentro con Teresa. En 2005, la compañía de Teresa, Erre que erre, asentada en Barcelona, fue a la sala en la que trabajaba Nando para un espectáculo. Nando se había mudado a Barcelona y coincidió que la compañía necesitaba más actores. Detectando su potencial, Teresa lo invitó para que cubriera una de las vacantes. Sin ninguna preparación formal en danza, dio un salto de fe y la siguió hasta Barcelona. “Fue un cambio radical”, admite Nando sobre aquella decisión.
Además, Nando contaba con menos recursos formativos que la mayoría de bailarines profesionales, que pasan su juventud y la etapa temprana de su vida adulta en prestigiosos conservatorios. Su formación fue menos formal, compaginando la asistencia a talleres y cursos que impartían las compañías que pasaban por su sala, en cuya escuela de interpretación estudiaba, con el trabajo de montador y escenógrafo de todas las producciones. Una de esas compañías fue la de Teresa. Así, en cinco años, adquirió todos sus conocimientos de danza. “La formación fue muy breve pero tremendamente intensiva”, explica Nando.
Por otro lado, “yo empecé a bailar… hace ya tiempo”, ríe Teresa, “hace mucho tiempo”. Nació en 1971, en Torreperojil, Jaén, y “no había escuelas ni conservatorios ni nada en mi pequeño pueblo”, recuerda. Su suerte cambió cuando tenía 10 años, y de repente abrió una escuela de danza española donde empezó a dar clases. “A los 17 años, me fui a estudiar a un conservatorio de Córdoba [Escuela Superior de Arte Dramático y Danza de Córdoba] donde tuve mi primer contacto con la danza contemporánea”, continua Teresa. Su carrera profesional empezó en Barcelona en 1998, con la famosa Erre que erre, compañía de renombre innovadora y poderosa en el mundo de la danza que a menudo trabajaba la videodanza.
Los últimos tres años de los 11 que pasó en total en Barcelona, Teresa trabajó codo con codo con el músico y compositor Miguel Marín, construyendo una relación fuerte y duradera que, con el tiempo, les cambiaría la vida. Nacido en Sevilla en 1974, Miguel comenzó tocando la batería y otros instrumentos con apenas nueve años. Su primer proyecto personal de música, Árbol, nació en enero de 2002. Ha producido cinco álbumes bajo este nombre, incluyendo Dreams Made of Paper en 2005 y She Read the Wrong Book en 2012. La evocadora voz de Miguel y su místico sonido electrónico van dirigidos a un público alternativo.
Ahora sus trabajos están más centrados en la danza contemporánea, colaborando con millares de mentes creativas en diferentes compañías, así como en el cine, la televisión y la publicidad. “Es un lujo trabajar con él”, afirma Teresa. “Mi trabajo siempre ha fluido muy bien con él. Yo he conectado con su música y él ha conectado con mi movimiento”.
Teresa y Nando se mudaron a Sevilla en 2009, donde Miguel les seguiría poco tiempo después. “Empezamos a crear nuestro propio proyecto”, dice Teresa, refiriéndose a su compañía Teresa Navarrete. El trío de la Compañía Teresa Navarrete incluye a Teresa, coreógrafa y bailarina, Miguel, músico y compositor, y Nando, actor físico que además toca muchos otros palos, trabajando también en el diseño, la gestión y el movimiento. “Fue una sorpresa que [Nando] tuviera tanto potencial”, admite Teresa. Los tres espectáculos del grupo; Fragile (2010), Otra manera de encontrarse (2011), y Salón Otto (2013), han crecido en contenido y profundidad con los años, mezclando el movimiento, la música, la palabra y la creación audiovisual.
Salón Otto obtuvo el reconocimiento a su calidad superior al recibir cinco premios PAD (otorgados por La Asociación de Profesionales y Compañías para el Desarrollo de la Danza en Andalucía) en 2014, incluidos mejor dirección, mejor coreografía y mejor diseño de paisaje sonoro/composición original. Un mensaje clave de la obra es “apreciar las pequeñas cosas”, explica Nando. En la obra, juega con un montón de tierra contemplando el mundo a su alrededor.
foto: Teresa Navarrete y Nando Pérez representan Salón Otto. / LUIS CASTILLA
“De Salón Otto, nació el personaje de Montgomery”, explica Nando. Miguel, que normalmente trabaja solo, creó la banda Montgomery, empezó a dar conciertos y luego, en octubre de 2014, propuso esta pieza de música y danza a la directora del Mes de la Danza de Sevilla, María González. En su primera actuación en el Teatro Alameda, descubrieron que era más una “obra en progreso”. “Decidimos continuar elaborando un poco el trabajo”, explica Teresa. El espectáculo experimentará su renacimiento en su estreno el 4 de diciembre de 2015, en el Teatro Central de Sevilla. “Hay mucha expectación”, sonríe Nando con orgullo.
Las 11 personajes de Welcome to the Montgomery Experience presentan una gran variedad. “Son supertrabajadores todos”, asegura Nando, orgulloso de sus compañeros y amigos por sus largas noches de ensayo intensivo. Cada uno tiene sus obligaciones en proyectos individuales, así que no pueden reunirse todos muy a menudo. El grupo tiene que ser flexible para acomodarse a unos horarios muy difíciles. En su reciente viaje a Corea del Sur, en octubre de 2015, para asistir al Performing Arts Market de Seúl, tuvieron la oportunidad de demostrar su capacidad para conseguir que las cosas funcionen en cualquier situación.
“Fuimos [a Corea del Sur] con menos gente”, recuerda Nando, “y fue un poco una locura”. En un periodo corto de tiempo, adaptaron la obra para un espacio teatral tradicional y reorganizaron la escena en función de los miembros del elenco que faltaban. Teresa fue una de los ausentes por su estricto horario como profesora y, para su dueto, Nando fue lanzado a los brazos de una nueva pareja, Laura. “Aun así, tuvimos mucha química y mucho éxito”, revela Nando, a pesar del rápido período de ajuste.
En Corea del Sur, Nando descubrió “la sensación de que Montgomery ha creado una familia”. Explica que, aunque las edades oscilan entre los 22 y los 45 años, ellos no notan la diferencia. “La convivencia es muy buena”, continúa Nando, “a nivel humano y en el escenario”.
foto: Miguel Marín en Salón Otto. / LUIS CASTILLA
“Miguel es el auténtico director”, explica Teresa, pero trabaja estrechamente en la dirección y la coreografía con ella y con María M. Cabeza de Vaca, otra bailarina y coreógrafa muy conocida en Sevilla. Ellas bailan también con Silvia Balvín, Greta García, Laura Morales y Nando Pérez. La banda Montgomery se ocupa de la música, con Miguel Marín (voz, teclados, percusión, y electrónicas), Miriam Blanch (bajo y coros), Amanda Palma (batería y coros) y Jesús Bascón (guitarra y teclados). Además, otras tres personas conforman el equipo técnico.
Describen Welcome to the Montgomery Experience como una celebración, una fiesta; un concierto realizado por una banda de cuatro músicos que comparten su espacio con seis invitados, seis bailarines, exponiendo sus inquietudes, relaciones y anhelos a pecho descubierto, entregándose en un derroche de sentimientos y un heterogéneo repertorio de movimientos y presencias. Nando y Teresa asienten enseguida. “Montgomery es una fiesta… es un concierto y sus asistentes”, dice Nando. Básicamente es “ir de fiesta, bailar y pasarlo bien”. El movimiento no se centra en destacar el talento técnico de los bailarines, sino más bien en crear una energía que atrape a la audiencia.
“El concepto de espacio que hemos querido crear es como una pasarela”, explica Teresa. “Necesitamos que el público esté con nosotros, que no esté lejos”. La banda se sitúa muy cerca de los bailarines y la audiencia rodea el escenario por tres de sus lados. Todos están juntos, involucrados en el proceso. Nando añade, “cuando un escenario tiene el formato tradicional, se forma una pared entre los espectadores y los artistas, y nosotros queremos derribar y eliminar esas paredes”. Los miembros del público se sintieron tan inspirados por este ambiente que, al final del espectáculo en el “Mes de Danza” de 2014, se formó una especie de fiesta del baile espontánea. La banda Montgomery tocó un bis, y el público de todo tipo se balanceaba y daba vueltas por el escenario.
Teresa y Nando se conocieron a pesar de sus diferentes procedencias. “De hecho, él es más bailarín que actor”, ríe Teresa, que apoya el cambio de carrera de Nando. Él reconoce su estética diferente y se describe a sí mismo de una forma menos tradicional. “Soy un ‘hacedor de movimientos’. Yo comunico con mi cuerpo”. Eso es algo esencial que comparte esta pareja: la expresión de sentimientos, pensamientos, historias y otros mundos sin decir ni una sola palabra. “Puedo conversar mejor bailando que hablando”, Teresa está de acuerdo. “A nivel de movimiento, intento ser lo más orgánico que puedo con mi cuerpo y mi cabeza”, añade. “Intento sobre todo pasármelo bien. Sobre todo, intento ser feliz”.
Sobre su relación con Nando, Teresa dice, “hemos ido creciendo a nivel creativo con la compañía. Cada nuevo espectáculo nos enriquece un poco más. Por otro lado, hemos ido creciendo como pareja sentimental”. La vida artística que viven Nando y Teresa, junto con su hijo de tres años, Otto, a veces tiene sus dificultades, pero la pareja ha florecido profesional y personalmente.
“A nivel económico es difícil mantenerse”, lamenta Teresa, “a veces es un poco precario”. Nando está de acuerdo, “no hay una estructura económica”. Además, hablando sobre el nacimiento de su hijo, Nando cuenta: “quería centrarme totalmente en él, y fue muy estresante con tantas otras cosas ocurriendo al mismo tiempo”.
Según el estudio anual de la SGAE sobre las Artes Escénicas, Musicales y Audiovisuales, las funciones de danza, la cantidad de espectadores y la recaudación por venta de entradas en España han descendido de 2008 a 2014 entre un 45% y un 55%. A pesar de la grave situación económica y del hecho de que los bailarines de otros países obtienen más reconocimiento, “creo que, si disfrutas, no hay sacrificios”, afirma Teresa.
Para contrarrestar un poco la inestable vida de una coreógrafa y bailarina, Teresa también trabaja en el conservatorio de baile de Sevilla desde hace cuatro años, impartiendo dos clases en la especialidad de danza contemporánea. “Estoy contenta en el conservatorio”, dice. “Todavía estoy aprendiendo”, de los alumnos y de las diferentes habilidades que requiere crear un plan de estudios y estructurar una clase. Es muy gratificante trabajar allí y el sueldo está bien, pero Teresa también tiene que lidiar con la dificultad de compaginar su vida como profesora, madre, coreógrafa y bailarina. Su horario de clase no es muy flexible, y limita sus posibilidades de embarcarse en otros proyectos. “Es agotador”, admite, pero “por ahora, tengo la energía necesaria para intentar seguir con las dos cosas”. Reconoce que nunca podría dejar la parte no-docente de su vida. “Sobre todo, necesito seguir bailando y creando”.
Teresa y sus compañeros siempre mantienen un optimismo y una fortaleza inquebrantables. “El año pasado, Miguel y yo hicimos una cosita pequeña en un local minúsculo del centro de Sevilla, el Microteatro”, cuenta Teresa, “y no apareció absolutamente nadie”. Sin embargo, eso no impidió que el espectáculo continuara, y se ríe de una situación que podría haber hecho añicos la confianza o la determinación de un bailarín menos curtido.
Los artistas de Welcome to the Montgomery Experience esperan con impaciencia sus próximos proyectos. “Hemos empezado ya a hablar y Miguel y yo haremos un dueto”, explica Teresa. Nando también quiere un solo de baile, y ha estado colaborando con Miguel. “Quiero hacer algo pero no sé exactamente cómo”, reflexiona Nando. “Todavía está todo bastante en el aire”. Lo que sí sabe es que quiere “investigar el movimiento y la palabra”, usando sus propias herramientas de una manera orgánica. “Tengo muchas ganas”, concluye Nando. •