“Estoy aquí gracias a Dios”

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Ken Ocah abandonó su hogar en Nigeria hace siete años, recorrió África y vivió varios meses en una tienda en Marruecos, antes de poder llegar a Europa en un peligroso viaje de tres días cruzando el estrecho de Gibraltar. Ahora nos cuenta su odisea.

Fue el 14 de septiembre de 2007. Al abrir los ojos, nos encontramos un barco enorme frente a nosotros. El hombre del equipo de rescate español nos dijo a través de su walkie-talkie que esperáramos. Fue entonces cuando dimos gracias a Dios llenos de alegría. Habíamos pasado ya tres días en el mar. Éramos 28 adultos y 12 niños en la patera. El sitio era horrible. Aquellas 72 horas parecieron 72 años. No se veían árboles, ni siquiera una mosca, nada. Para comer teníamos pan y sardinas. Lo comíamos porque, mientras nos lleváramos algo a la boca, viviríamos. Aunque hicimos todo lo posible para sobrevivir, es a Dios a quien le debemos nuestras vidas.

Fue Dios quien me ayudó a pasar por todo aquello. Él estaba con nosotros, porque en nuestra patera no murió nadie. Le damos gracias a Dios… gracias a Dios. Habíamos oído que había gente que moría en el mar intentando llegar a España pero, en Marruecos, eso no es nada.

Muchos de los que quieren llegar a Marruecos tienen que pasar primero por Magnia, un lugar muy peligroso de Argelia. Es una especie de zona de guerra, militarizada. Nadie quiere volver a pasar por este valle. Es la última estación antes de llegar a Marruecos. Yo estaba un poco asustado pero en mi corazón sabía que no debía tener miedo. Cuando te vas de Nigeria, o consigues tu propósito o no hay vuelta atrás. No sé como expresarlo, el solo hecho de estar allí era algo espantoso. Yo llegué a Tánger en 2005 y me fui en 2007. Una vez pasas Marruecos, estás en España.

El precio de la patera depende de tus contactos, te pueden pedir desde 240 a 500 euros. Depende. Depende de quién te ayude, depende de cómo te las apañes para pagar. Pagar ese billete es como pagar una deuda. Yo lo pagué mendigando; pedía limosna todos los días en las calles de Tánger. Vivía escondido en una tienda en un bosque cercano. Pasé nueve meses enteros pidiendo limosna. Gané 300 euros.

Cuando estás en mitad del mar, estás en medio de ninguna parte, no se puede diferenciar qué es Marruecos y qué es España o qué es Europa y qué África. En mitad del mar, hay una bandera española. Una vez la pasas, sabes que estás en España y que puedes llamar a los españoles para que te rescaten. Fue muy difícil porque había un oleaje muy fuerte. Por eso muere la gente. Cuando el mar está revuelto, se ve una espuma blanca. Se levantan las olas y la patera no puede mantenerse sobre ellas. Cuando los pescadores ven esta espuma blanca, se asustan y se quedan en casa. Estuvimos a punto de morir.

No me acuerdo del nombre del barco que nos rescató porque hace ya mucho tiempo, pero los españoles se acercaron a la patera con un barco. Nos llevaron a Tarifa y después a Granada, y desde Granada fui libre.

Tenía un amigo en Sevilla, Desmond, al que conocía de hacía un año. Él fue quien me ayudó, me enseñó a vender pañuelos de papel en los semáforos de los cruces entre calles grandes, a pedir limosna y a ganarme la vida. Él ya no está en España, ahora vive en Alemania con su mujer y sus hijos.

Como en casa no se está en ninguna parte. Hace siete años que no veo a mi madre. Perdí a mi padre tres años después de salir camino a Marruecos. Fue muy doloroso porque hacía tres años que no lo veía. Durante el viaje perdí a mi hermana mayor. Estaba un poco enferma, pero no demasiado.

Algunas veces me llaman, hablamos y nos reímos. Llamo a mi familia dos veces por semana. Aunque hablamos, no es lo mismo que verlos. Yo soy el único hijo que le queda a mi mami. Sé que están sufriendo. Quiero que mi familia venga y vea cómo es esto, porque viajando se aprende mucho.

Terminé mis estudios en 2004. Soy técnico electricista, tengo un título nacional por la universidad local. discount viagra soft gels En 2005, tuve que cumplir mi año de servicio civil. Se suponía que después tenía que volver a estudiar pero, como no tenía dinero, no pude. Mi padre no era rico, vengo de una familia muy pobre. Decidí dejar de estudiar y buscar trabajo. Como no lo encontraba, decidí irme.

La gente piensa que las cosas van bien en Nigeria porque hay riqueza y todo el mundo va por ahí en plan extravagante. La otra cara de la moneda no se ve. Los civiles como yo, que no tenemos nada que ver con los políticos ni con los militares. A nosotros nos cuesta mucho sobrevivir, sobre todo cuando intentas buscar trabajo. Todo el mundo te lo dice, tienes un trabajo, te pagan muy poco, no van a ocuparse de tus gastos o necesidades. Lo siguiente que tienes que hacer es buscarte un futuro en otra parte. Cuando Dios cierra una puerta, abre una ventana. Si tu país no es bueno para ti, puedes buscarte un futuro en otra parte.

Todavía vendo pañuelos en la calle. También ayudo a la gente a aparcar el coche y, los fines de semana, canto y toco el trombón en la banda de jazz de la iglesia First Life International de Sevilla, que se llena de nigerianos como yo. Me pagan algo. He hecho un curso para poder trabajar como fontanero pero no consigo trabajo. Ahora quiero empezar a estudiar farmacología.

Tengo que luchar por mi futuro y por eso este país es bueno. Lo más positivo de vivir en España es que aprendes a relacionarte con personas de distintas nacionalidades y a respetar a los demás. Todos somos uno y lo único que necesitamos es amor.

A veces la policía española nos pone las cosas difíciles a los inmigrantes nigerianos. Si eres español todo está bien, si eres inmigrante tienes que esperar. Te molestan y te hacen preguntas. Ésa es la parte más difícil de vivir en España, pero todo esto va a cambiar pronto porque Dios obra de maneras misteriosas. Ahora tengo 28 años. Llevo aquí cinco años intentando hacer las cosas bien. Le doy gracias a Dios por todo y me siento agradecido de poder estar aquí.