
PROYECTO DEL CURSO ‘MIGRATIONS IN TODAY’S GLOBALISED WORLD’
Souad al-Bakali solamente pensaba vivir en España por la duración de su educación. Actualmente, doce años después de su llegada a Sevilla desde su hogar en Tetuán, Marruecos, está claro que han cambiado sus planes. Souad y yo nos sentamos en la cocina de mi madre anfitriona para tomar café y charlar sobre su experiencia como inmigrante en España. En la otra habitación, mi madre anfitriona, que ve a Souad como si fuera hija suya, se ocupa de las niñas de ésta, que tienen seis años y cinco meses.
Mi entrevistada explica fácilmente su motivación principal para venir a Sevilla. Asistía a la Universidad de Sevilla para estudiar química y convertirse en técnica de laboratorio. ¿Por qué no te quedaste en Tetuán sino que decidiste viajar a España para ir a la universidad? “No me llevaba bien con el sistema de educación en Marruecos”, me explica. “No entendía las explicaciones. Todo es memorizar sin entender, y si suspendes una asignatura, tienes que repetirlas todas”.
No tenía éxito en su colegio marroquí, y por eso en sus últimos años antes de asistir a la universidad, los padres de Souad la inscribieron en un instituto español privado. Las clases se impartían en español y según las normas de enseñanza en España. Cuando le pregunto si ella entendía bien el español entonces, porque vivía en un país cuyo idioma oficial no es el español sino el árabe, se ríe y contesta: “Nací hablando el español”.
Quiere decir que tenía una fuerte formación de español debido a la proximidad de Tetuán a la península Ibérica y la historia del protectorado español en Marruecos. Además, veía mucha televisión en español en su niñez, así que después de aprobar el examen para ingresar en el instituto español, entendía sus clases mucho mejor que las del instituto marroquí. Se descubrió que el problema había sido el sistema marroquí, no ella, y por lo tanto podía graduarse y continuar con su educación.
Pero como no había llevado bien la enseñanza marroquí e iba a graduarse por el sistema español, sólo tenía sentido ir a otro país para la educación universitaria: España. El proceso de sacar un visado de la Unión Europea para alguien de origen marroquí no suele ser fácil. Afortunadamente, Souad tenía apoyo. Su hermano mayor había completado el proceso unos años antes y ella podía aprender lo que no debe hacer de las dificultades que él había enfrentado. Asimismo, su abuela y sus tíos vivían en Sevilla y podían ayudarla.
Al final, para tener éxito, Souad tenía que hacer trampa. El problema fue que necesitaba ir a Sevilla para hacer un examen y obtener una plaza en la Universidad de Sevilla en su carrera preferida, ginecología. Sin embargo, el único tipo de visado que le permitía el gobierno de España con esa misión duraba solamente cinco días, y no era suficiente tiempo para hacer el examen. Para intentar evitar este problema burocrático, sus tíos le encontraron empleo para que pudiera sacar un visado de trabajo, pero su pasaporte se extravió en el consulado y al final Souad perdió el examen.
Aunque no pudo entrar en su carrera preferida, no quería tampoco perder un año, así que decidió estudiar algo diferente. Tenía la opción de estudiar química con el fin de trabajar en un laboratorio, y según Souad, ese camino “fue muy bien”.
Vivía con sus tíos en Sevilla mientras estudiaba. A ellos no les molestaba que viviera allí, pero aun así Souad sentía mucha presión de ayudar en la casa y de no dejar que su presencia les costara. Mantenía limpias sus pertenencias, cuidaba a sus niños y ayudaba con otras tareas domésticas, aun cuando no tenía ganas de ayudar, y además de todo eso tenía su propio trabajo para las clases.
Souad sentía mucha presión académica también. Si no sacara buenas notas, le daría vergüenza, como si hubiera desilusionado a todos sus parientes que la habían ayudado. No quería desaprovechar el apoyo ni los recursos que le habían regalado.
Aunque trabajaba muchísimo, también disfrutaba muchísimo su estancia en Sevilla. Volvía a Marruecos en cada vacación, y el hecho de que Tetuán está a menos de trescientos kilómetros de Sevilla (al otro lado del estrecho de Gibraltar) probablemente la ayudaba con la transición.
Souad me dice que siempre se ha sentido muy cómoda en España y que nunca ha notado una diferencia de vida entre los dos países. Sin embargo, aunque siempre había pensado volver a Marruecos, cuando terminó su carrera sabía que quería seguir viviendo en Sevilla. En cualquier empleo su sueldo sería mucho más alto en España que en Marruecos, y disfrutaba su vida aquí.
“Mis tíos no podían seguir acogiéndome en su casa, y por eso necesitaba buscar trabajo rápido”. En ese momento, el ayuntamiento de Sevilla buscaba trabajadores de su carrera, y, después de algunas pruebas, Souad obtuvo el empleo en un laboratorio que se llama Agriquem.

Trabajó allí un año pero no le gustaba mucho. Entonces buscó trabajo en otra sección. Lo encontró en una organización también del ayuntamiento de Sevilla que ayuda a personas mayores a domicilio. El trabajo es intenso pero a Souad le gusta mucho y actualmente continúa trabajando allí, casi nueve años después de empezar. Fue en este trabajo cuando conoció a mi madre anfitriona, cuando ésta acogía a su tía y a su madre en su casa antes de sus muertes.
Giro la conversación hacia su país de origen y le pregunto si le han surgido oportunidades de volver a Marruecos. Sí, me dice, en 2011 una compañía marroquí le ofertó un trabajo para ser responsable de un laboratorio, pero añade que “no vale la pena” volver. “El sueldo sería mucho menor que aquí”, explica en referencia al sueldo de su empleo en Sevilla, “y el puesto estaba muy lejos de mi casa en Marruecos y de mis familiares que siguen allí”.
Desde ese momento, dice Souad, sólo ha pensado en volver a Marruecos si la necesitan sus padres al envejecer. Tiene un solo hermano, que vive con su esposa en los Estados Unidos, y por eso, si algún día no pudieran cuidarse sus padres, Souad volvería a su país de origen para vivir con ellos.
Souad parece muy contenta con su vida actual. Hace unos años se casó con un hombre que conocía de Marruecos y viven los dos en Triana con sus dos hijas. Le pregunto sobre los idiomas que usan en la casa, y me explica que ella y su marido usan ambos el árabe y el español en casa. Su hija mayor entiende los dos, pero especialmente ahora que va al colegio, usa mucho mejor el español. “Ella habla árabe como una extranjera”, me dice, y luego se ríe. “Habla árabe peor que tú hablas español”. No sé si debo tomar este comentario como un halago o un insulto, pero decido seguir adelante con la entrevista.
Le pregunto sobre la cultura de España y Souad enfatiza otra vez que aunque el estándar de vida sí es más alto aquí, y que valora las oportunidades y los servicios en España, la vida en general es muy parecida a la de Marruecos. Explica que desde su llegada “siempre» se ha «sentido española” y por eso acaba de solicitar la nacionalidad española. Su hija mayor ya la ha obtenido, y la familia tiene que esperar más tiempo antes de que puedan solicitar la nacionalidad para su bebé.
Souad y su familia son musulmanes y no tienen ningún problema seguir sus tradiciones religiosas aquí en España. Además, celebran cada festivo español. También en Navidades. “Papá Noel viene a nuestra casa”, dice Souad, “así como los Reyes Magos”. Ella quiere que su hija, especialmente ahora que está en el colegio, se sienta como sus compañeros de clase y que pertenece al país del que ahora tiene la nacionalidad.
En la experiencia de Souad, no ha sido difícil. “Todo el mundo nos ha respetado”, me dice al final de nuestra conversación. “Nunca he experimentado la discriminación, y siempre hemos sido muy bienvenidos”. Tan bienvenidos, que un viaje para estudiar se ha convertido en un plan para quedarse, si posible, para siempre.