
foto: José María Peña caracterizado para su papel en El casting. / KAREN McCONARTY.
Aunque cada vez menos personas asisten al teatro, el actor José́ María Peña, que actualmente presenta la pieza breve ‘el casting’ en la sala Microteatro, es constante en su dedicación al oficio. Aquí́ reflexiona sobre la interpretación profesional en una época de crisis económica y cultural en España.
EN UN ESTUDIO OSCURO Y PEQUEÑO del centro de Sevilla, las luces empiezan a bajar. “Por favor, apaguen sus móviles”, dice el gerente del local a las cuatro personas de la audiencia. “Y ¡disfruten de la representación!” El espacio, de tres metros por dos, es tan íntimo que se hace violento. Mientras la puerta se cierra, una mujer emite una risa nerviosa. Otras se preguntan si esto vale los 3.50 euros de la entrada.
Después de un momento de oscuridad, un actor se coloca a trompicones bajo la luz del foco, muy cerca de su audiencia. “¿Casting?” llama. “¡Casting!” Lleva un traje y un cabestrillo improvisado. Se inclina hacia adelante y se frota los ojos. “Ah, hola”, dice torpemente a las personas en la oscuridad. Su audiencia responde de forma agradable, no muy seguros de si el saludo es para ellos. El actor, José María Peña, se mete en personaje, como si fuera una audición. Los cuatros miembros de su audiencia van a ser sus directores de casting. Esto, como descubrirán pronto, es una audición que se ha torcido.
Entre otros momentos desafortunados, al personaje de José le da por olvidarse del guión y deja escapar una flatulencia en mitad del monólogo de la audición. Para cuando lo recita finalmente como lo ha ensayado, se da cuenta con estupor de que, de hecho, no está en un casting. Ha pasado quince minutos sufriendo en una no-audición para un grupo de perfectos desconocidos. A lo largo del espectáculo, José establece una buena relación con su audiencia, demostrando un magnífico sentido de la oportunidad para la comedia. Pero lo que hace esta representación individual tan verosímil es que refleja la experiencia demasiado real por la que pasan muchos aspirantes a actores: la típica historia de la audición fallida.
A José, un actor sevillano de 44 años, no lees desconocido el estresante arte de la audición; su currículum teatral abarca más de 20 años. José fundó el Teatro Digo Digo en 1997 junto con su compañero José Luis García Pérez. Los dos llevaron la compañía de teatro durante muchos años hasta que cerró. Él ha aparecido en obras producidas por La Sala Cero –“el teatro en el que me siento más a gusto”, dice–, el Centro Andaluz de Teatro, el Microteatro Sevilla y un buen número de locales de Sevilla. Además, su filmografía de interpretación en la pantalla incluye la película La mula (2013) y series populares como Cuéntame cómo pasó, La pecera de Eva, y La República. “Aún después de llevar representando 20 años”, dice José riendo, “toda mi vida es una audición que no para”.
foto: El actor José María Peña durante la entrevista. / KAREN McCONARTY
José creció en lo que considera “una familia absolutamente normal”. Como se sentía inclinado artísticamente desde niño, José encontraba el colegio muy difícil. “Cuando estaba en el instituto, no era buen estudiante”, admite. “Pero me gustaban los cursos en los que hacías cosas, como en teatro”. No le llevó mucho tiempo darse cuenta de que su pasión era la interpretación. Después del instituto, José asistió al Centro Andaluz de Teatro (CAT) durante cuatro años. Por aquella época, este instituto era “uno de los mejores de España”, recuerda José. “Había un ambiente muy bueno, con profesores excelentes”. Allí conoció al profesor de interpretación Juan Carlos Sánchez, uno de sus maestros favoritos, quien le enseñó la técnica de la máscara contemporánea. También conoció allí a algunos de sus mejores amigos, incluidos los actores Alex O’Dogherty, Paco León, Paz Vega y, por supuesto, José Luis García Pérez. Hoy, algunos de esos amigos trabajan en televisión o en renombrados teatros de toda España. La Consejería de Cultura cerró CAT hace ya mucho tiempo a causa de la falta de financiación, coincidiendo irónicamente con su vigésimo quinto aniversario.
José recuerda con cariño la primera vez que sus padres le vieron actuar, antes de que empezara su carrera artística. “La obra era muy mala, un batiburrillo de poemas recitados de Lorca, Alberti, Miguel Hernández y otros poetas de su generación. Muy cursi, un desastre”, relata. Sin embargo, dice, “ése es probablemente el momento más memorable de mi carrera”. Sus padres siempre apoyaron su vocación de ser actor, pero José sospechaba que esperaban que hubiera estudiando algo diferente. A su padre, Luis, no le ha gustado mucho el teatro nunca. De hecho, fue el primero en levantarse e irse durante una representación, lo que José encontró bastante gracioso. “Falleció contando un chiste”, recuerda José.
Más de dos décadas después, José está sentado en una cafetería de Las Setas, dando una larga calada a su cigarrillo. “Lo que no te dicen en la escuela de teatro es que necesitas buena suerte”. Tira un poco de ceniza al suelo. “No te enseñan nunca la vida real”. Para ir tirando, José cuenta con su círculo de apoyo aquí en Sevilla, compuesto por su familia y amigos. “Tengo a mi madre, Concha, a mi hijo Bruno, a la madre de mi hijo, Ana, y a mi hermano Luis”, dice. Muchas veces, su madre le ayuda cuidar a Bruno, de siete años, que ha visto un buen número de obras de su padre. “Bruno es mi más fiel admirador”, dice José. “Los niños son pequeños payasos de los que se aprende mucho”.
También se apoya en sus viejos amigos de infancia y muchos de sus contactos del instituto. “En época de crisis, hay que tirar de amigos”, dice. “Tengo grandes apoyos”. La lista de los contactos profesionales de José es larga, e incluye profesionales del teatro con buenas conexiones, como el director y actor Julio Fraga, el actor José Chávez, el director y actor Pepe Quero, el diseñador gráfico Enrique Cameno, el escenógrafo Otto Pardo y, por supuesto, Juan Carlos Sánchez, su profesor en CAT. Sin su apoyo (muchas veces gratis), José no podría asumir los costes de producción.
Últimamente, el interés del público en el teatro ha disminuido dramáticamente. El panorama escénico de Sevilla no ha sido lo mismo desde 2012, cuando el gobierno español aumentó el IVA de los eventos culturales del 8 al 21%, en un intento urgente de reducir el déficit público. Antes de este aumento de impuestos, la crisis económica ya estaba haciendo mella en los teatros locales. Las audiencias eran escasas, y muchos teatros no tenían financiación suficiente para producir espectáculos. Hoy más que nunca, los espectáculos teatrales se consideran “artículos de lujo”, explica José. “Y esto está matando la oferta cultural”.
Además, en un país con una tasa de desempleo del 24%, las artes –un área que necesita constantemente financiación– no tienen ninguna posibilidad. “No sólo es la producción propiamente dicha la que cuesta dinero”, explica José. “Es la preparación, los ensayos… Hay muchas cosas”. Mientras habla, José se refiere repetidamente a los profesionales de teatro como “trabajadores de segunda”, con demasiado trabajo y mal pagados. “Trabajamos mucho [para prepararnos], y luego trabajamos más durante el tiempo de ocio de los demás”. Una carrera que ya suele ser difícil se está haciendo aún más difícil pues un buen número de grandes estudios y compañías de teatro están desapareciendo de Sevilla.
Junto a la crisis económica, también hay una falta general de reconocimiento hacia el teatro. “Si ves una película sobre Peter Pan y es muy mala, no dices: ‘Las películas son malas’”. Se encoge de hombros levantando las manos en el aire. “Si alguien va al teatro y lo que ve es malo, dice, ‘El teatro es aburrido’. Pero hay muchas obras, muchas producciones”. Ciertamente, la relación de la gente con el teatro está llena de malentendidos. “Aquí”, añade José, “todo el mundo aprecia la cultura tradicional –como la Semana Santa– que a mí me parece muy repetitiva. Pero hay más cultura, no sólo eso”. Por ejemplo, el teatro. “El teatro es la vida, indirectamente”, dice. “No es ‘Gran Hermano’, es la vida”.
Teniendo en cuenta la audiencia más escasa que nunca de Sevilla y el ambiente competitivo de la ciudad, uno se pregunta si José elegiría ser actor si tuviera la oportunidad de hacerlo otra vez. Él piensa por un momento. “Habría estudiado Historia, o Periodismo. O algo relacionado con el Derecho”, reflexiona. “Ser actor es muy complejo. Porque no hay trabajo. En realidad, el 80% de la gente de nuestra profesión está desempleada. Hablo de actores, directores… todos. Hay muchos trabajadores entre bambalinas. Así que esta carrera es bastante compleja”. Por supuesto, concluye, no hay nada como ser actor. “Todo lo que te encuentres te supondrá un reto. Si sale, sale”.
José parece genuinamente sorprendido cuando se le pregunta sobre sus metas profesionales. “No vivo para ganar una pensión”, dice. “Vivo para esto. Si vives para ganar una pensión, tendrás una mala vida. Yo solamente puedo vivir por esto”. •