Esa mañana nevada

—Mi amor —me dice mi mamá suavemente.

—Levántate.

En ese momento, el único ruido en el mundo son sus suspiros dulces y callados. Mi mamá esta agachada al lado de mi cama, sus manos acariciando mi pelo. Sus ojos marrones, llenos de emoción, son lo único que brilla en mi cuarto oscuro, que ni siquiera tiene la primera luz de la mañana. Todavía muy dormida, me pregunto por qué me está despertando a las 5 de la mañana de un sábado. Un poco malhumorada, me doy la vuelta para mirarla y, de nuevo, interrumpe el silencio de la mañana para decirme con entusiasmo:

—¡Está nevando!

Mi mamá, Cristina, nació en Venezuela donde usualmente hace muchísimo calor y nunca (por lo menos en su pueblo, Maracaibo) nieva. Para ella, la nieve es un recordatorio de cuando inmigró a Chicago para estudiar, es un recordatorio de esas noches larguísimas, estudiando hasta la madrugada en la biblioteca de la Universidad de Illinois, con su pelo rizadotodavía mas voluminoso de lo normal con tanto estrés. Después de haber conocido a mi papá en una fiesta, esos pasaron a ser sus momentos juntos, estudiando y luego caminando en la tranquilidad de la noche nevada. Una de esas noches, él le propuso matrimonio, pero testaruda y pensativa como es, Cristina le dijo que tenia que pensarlo.

Para ella, la nieve es algo especial. Y para mi también. Apenas dice ella esas dos palabras, me levanto de la cama y me envuelvo en mantas. Me agarra la mano como si estuviéramos huyendo, y riéndonos como si fuéramos niñas, corremos juntas hasta la ventana más grande de la primera planta donde tenemos la mejor vista del jardín. Ese jardín, cuidadosamente cultivado por ella todos los días, se ve todavía mas bello cubierto de nieve. Durante unos minutos, miramos la nevada en silencio. —¿Que bello es, verdad? —suspira mi mamá.

Su tono de voz me hace acordarme de que a ella le gusta romantizar las cosas; una nevada es algo especial, algo mágico. Para ella, casi todas las cosas en la vida tienen aspectos positivos, bonitos e imaginativos. Para ella, todo puede ser más divertido, emocionante, y creativo. Desde que yo era chica, mi mama y yo hemos jugado a que ella era la villana y yo era la princesa, o a que las dos éramos animales del bosque o piratas en el mar. Ella podia convertir unos simples bloques de carton en un precioso castillo, diciéndome desde dentro:

—¡He capturado tu reino!

Me mira a la cara para asegurarse de que yo también estoy disfruntando el momento, porque yo también creo que la nieve es algo precioso y único. Pongo mi cabeza en su hombro y vuelve a acariciarme el pelo. Durante algunos minutos más seguimos sentadas en silencio, con la calefacción protegiéndonos del aire frío del otro lado de la ventana.

De nuevo me coge de la mano y juntas caminamos a mi cuarto, donde me arropa y me da un beso.