
PROYECTO DEL CURSO ‘MIGRATIONS IN TODAY’S GLOBALISED WORLD’
Separados por sólo 180 kilómetros, Tánger y Sevilla parecen físicamente cercanas, pero se mantienen distantes en la cultura y la sociedad. En 1981, Asmaa Alami viajó a través de tierra y mar para llegar a su nuevo hogar en España. Con solo veinticuatro años de edad, se marchó de Marruecos por el contrato de trabajo de su marido y empezó una nueva vida en una tierra extraña con sus seis hijos. Aunque fue duro al principio, se acostumbró lentamente a la cultura de un país distinto. A través de su viaje migratorio, aprendió que todo, aunque parezca difícil al principio, es posible si trabajas duro. Entendiendo los desafíos que se enfrentan al adaptarse a un nuevo país, Asmaa trata de ayudar a otros inmigrantes en su propio viaje. Actualmente ejerce como voluntaria en Mujeres Entre Mundos, una organización no gubernamental que promueve la igualdad de género y empodera a las mujeres, especialmente las que son inmigrantes.
Nacida en Tánger, Marruecos, Asmaa Alami creció con una vida distinta de su vida actual en España. Al reflexionar sobre las diferencias entre los dos países, explica que los saludos, maneras de estar y hablar, la religión y la comida, y hasta el aire que aspiras son muy diferentes de Sevilla y de España. Por ejemplo, el sistema de regateo en Marruecos es un aspecto único de su cultura que no es replicada en España. Además, cada país tiene sus propias normas sociales y de géneros que contribuyen a la gran diferencia entre los dos. En términos de sus lenguas, hay muchos hispanohablantes en Marruecos, pero hay pocos hablantes de árabe en España. Aunque sus habilidades básicas de español fueron especialmente útiles para adaptarse al nuevo país, Asmaa recuerda cómo se sentía de aislada al no oír árabe hablado en las calles en sus primeros años en España. Como otros migrantes de Marruecos, también comenta que la diferencia más grande, la desigualdad de la riqueza entre los dos países, fue uno de los factores que la llevó a emigrar a España. Debido a la falta de oportunidades de empleo en Marruecos, esperaba encontrar un futuro mejor para su familia al norte del Estrecho de Gibraltar.

En el verano de 1981, empezó su viaje hasta Sevilla. Se marchó a España porque su marido tenía un contrato de trabajo como un chófer de coche en la capital andaluza. Era una oportunidad para una vida estable para su familia, así que Asmaa y su marido acordaron migrar desde Tánger a Sevilla. En un barco, llegaron al puerto de Algeciras, el mayor del sur de España, en hora y media. Desde allí, tomaron un coche para llegar al cabo de dos horas y media a su destino final, Sevilla. Aunque su viaje a España sólo tardó un día, su camino para ajustarse a su nueva vida en un nuevo continente empezaría el día siguiente y duraría muchos años.
Su transición a una cultura tan distinta a la de Marruecos fue difícil. Con su marido trabajando la mayoría de los días, ella era responsable de cuidar de sus seis hijos jóvenes, del marido y del hogar mientras intentaba adaptarse a una nueva cultura sin conocer a ninguna persona. Había ciertas cosas que echó de menos enseguida de Marruecos. Cuando llegó a España, extrañaba mucho a los familiares que tuvo que dejar. Afortunadamente, con los avances recientes de la tecnología, cuenta que este desafío inicial ha mejorado porque ahora puede conectar con su familia en Marruecos por Skype o Whatsapp rápida y fácilmente. Puesto que puede llamar a su familia por lo menos algunas veces cada semana, siente que la distancia entre ellos se hace un poco más pequeña.
Para ella, son las cosas pequeñas las que más echa de menos. Por ejemplo, extraña las sandías, que dice que son más sabrosas que las de Sevilla, y el pescado fresco que viene directamente del mar al plato. Para aliviar su nostalgia durante sus primeros años en España, intentó visitar a su familia en Marruecos cada dos años. Sin embargo, con el paso de tiempo, su padre y su suegra fallecieron y la necesidad de visitar frecuentemente su tierra de origen se hizo más pequeña. Ahora, con su vida establecida en España, solo siente que tiene que visitar Marruecos cada cuatro años.
Ajustarse a un nuevo país es un proceso duro que parece que nunca terminara. Sin embargo, comenta que ciertas similitudes de ambas comunidades la ayudaron en su ajuste. Por ejemplo, Sevilla tenía el sol, la playa cercana y la felicidad tan comunes en su ciudad natal. Tanto los sevillanos como los marroquíes son muy animados y viven la vida en las calles por su clima mediterráneo común. Además, trata de mantener relaciones con la comunidad marroquí presente en Sevilla. Cada semana, tiene la oportunidad de reunirse con otros de su cultura y su país en la mezquita local. Dado que a menudo están pasando por una experiencia similar, ella encuentra el apoyo en esta comunidad.
“Hay que luchar no solo con una mano sino con las dos para hacerlo bien”, dice Asmaa. Según ella, lo más esencial para adaptarse a una nueva vida en un nuevo país es tener una mentalidad positiva. Similar a otros inmigrantes en su comunidad, eligió seguir adelante para alcanzar un futuro mejor por su familia y ella misma. Aunque sabía que el proceso sería duro, nunca dejó de trabajar duro por su familia y su futuro. Decidió hacer las cosas con satisfacción y alegría independientemente de lo difíciles que fueran las cosas. Después de treinta y nueve años de su llegada a Sevilla, Asmaa ya está totalmente adaptada a su vida aquí y se considera a sí misma una española. Con sus hijos ya crecidos, tiene tiempo libre para seguir sus pasatiempos. Hace casi diecisiete años, comenzó a ser voluntaria con Mujeres Entre Mundos, una ONG con la misión de “crear una sociedad donde los derechos de las mujeres sean respetados por todos y todas”, según su sitio web.
Trabaja con inmigrantes que se enfrentan a desafíos similares que los que ella tuvo, dirige clases de inglés y francés y programas que les apoyan para buscar trabajo, gestionar la maternidad y ajustarse a un nuevo país. Como entiende el viaje tan difícil que enfrentan estos migrantes, ella siente la satisfacción de ayudarlos. Sus logros no pasan desapercibidos. Hace dos años, ganó un premio del gobierno de Andalucía que reconoció su trabajo voluntario y su compromiso con la comunidad inmigrante. Reflexiona con orgullo sobre sus logros y su viaje migratorio de Marruecos a Sevilla.

Asmaa Alami ahora llama a Sevilla su hogar y no puede imaginarse vivir en ningún otro lugar con su familia. Es una de las muchas inmigrantes que no sólo han comenzado una nueva vida en Sevilla, sino que ha logrado muchas cosas grandes en su nueva comunidad y país. Aunque su viaje desde Marruecos fue difícil, su historia es inspiradora porque demuestra persistencia y tenacidad para superar los retos de lengua y cultura para alcanzar el éxito.