Perfecto no significa perfecto

Cuando tenía 17 años, todo lo que quería en el mundo era ser prefecto en mi colegio. Los prefectos tenían el nivel más alto de liderazgo en toda la escuela, cerca del nivel de respecto debido a los profesores. La posición, obviamente, era muy prestigiosa, así que, solo cinco estudiantes la obtenían cada año. Sabía que quería ser prefecto desde mi primer año de colegio.

Tres profesores me habían nominado, por lo que tenía una entrevista con los prefectos de curso y con el director de la escuela. La entrevista fue muy bien y los prefectos quedaron muy impresionados. Mi mejor amiga en ese momento también era amiga de uno de los prefectos y había escuchado que era seguro que yo iba a obtener el puesto para el año que viene. Eso me alegró mucho, porque después de años preparándome y trabajando para obtenerlo, lo tendría.

Sin embargo, había una chica que me odiaba y a la que yo odiaba también. Nunca nos habíamos llevado bien y siempre había un nivel de competencia muy alto entre nosotras. Ella también había realizado una entrevista con los prefectos y sabía que estábamos compitiendo por la misma posición. Mi entrevista con los prefectos fue días antes que la suya, y ella en la suya dijo que no trabajaba muy bien en grupo.

Los prefectos son nombrados durante una ceremonia en la que, el último día de escuela de cada año, los estudiantes físicamente se mueven al próximo nivel de su educación, llamado “día de movimiento”. Los estudiantes y sus padres siempre están muy emocionados por ver las nuevas posiciones. Yo llevaba un vestido nuevo y me había maquillado muy bien para estar preparada para las fotos.

Cuando llegó el momento de nombrar a los prefectos, yo estaba muy emocionada y lista para salir al escenario. Dieron cinco nombres, pero el mío no estaba entre ellos. Eso me molestó mucho, y mis padres, que habían venido para celebrar el logro, se enojaron. Estuve triste y enfadada durante un par de días, pero eventualmente lo superé y me di cuenta de que era mejor que hubiera sido así.

Aunque ese día no fui nombrada, todavía tengo éxito. Creo que no haber tenido el estrés de ser prefecto me ayudó a disfrutar más de mi último año en el colegio y a pensar en el futuro. Ahora, a la universidad de mis sueños, Elon, y soy una de treinta personas con un compañerismo de liderazgo. Esta experiencia me ayudó a aprender que hay algunas cosas en la vida para las que una no está predestinada.