
Treinta años después de haber fundado su primera banda, Charlie Molina sigue dándolo todo por la música como líder de roper cansino. Sin embargo, tras sus hechuras de estrella de rock-soul y su carisma sobre el escenario, se ocultan un un padre de familia y un detective privado.
Disculpándose por llegar tarde, saluda rápidamente mientras sus piernas siguen moviéndose. Charlie, de 53 años, se dirige a su garaje y repasa su día. “Sigo recibiendo llamadas. Siento tener que retrasar la hora de la reunión. Nunca paro de correr”. Mira su motocicleta con orgullo. «Es de los 60». Se da un aire a una Triumph clásica, con un inconfundible diseño de chico malo. Charlie sube a su furgoneta y se va. De fondo suena algo de jazz suave mientras el vehículo se sacude ligeramente con cada cambio de marcha. «Tengo que hacer una parada rápida antes de reunirme con la banda».
«¿Qué haces?» conversa por teléfono con un amigo sobre su agenda, los clientes y cómo va la vida. Cuando aminora la velocidad ante un semáforo en rojo, dice: «haría un cambio de sentido aquí, pero…» y señala a un policía al otro lado de la calle. Una vez que el policía deja de divisarse, da la vuelta para dirigirse al otro lado de la calle, donde se detiene en una cafetería. Estacionado junto a los vehículos que están aparcados en paralelo junto a la calle, su pequeña furgoneta llama la atención como el patito feo que es. Saca sus gafas de leer y luego un pequeño estuche negro.
«La mujer de la chaqueta rosa», dice. Se inclina sobre el asiento del pasajero con una cámara de video en la mano y comienza a grabar. La mujer camina un poco y queda fuera de encuadre, así que Charlie avanza por la calle con su furgoneta. Se ajusta las gafas sobre el puente de la nariz. Tiene que poder ver bien al sujeto al que está siguiendo. ¿Quién hubiera pensado que el hombre al que hemos venido a entrevistar como vocalista y líder de una banda de rock también es detective privado?
Decide que ya tiene suficiente material, apaga la cámara y sonríe. El reportero sólo puede corresponder con una cara de circunstancia, mientras mil pensamientos pasan por su cabeza. Cuando su teléfono suena a través del manos-libres, un hombre le responde al otro lado, mientras Charlie va también respondiendo a algunas de las preguntas que le formula el reportero.
– ¿Estaba allí?
– Sí, en la cafetería.
– Oh, ¿en serio…? ¿qué estaba tomando? ¿Estaba tomando algo?
– Sí, una cerveza.
– ¿Y estaba con el niño?
– Sip. Lo tengo todo aquí.
– Bien. Gracias de nuevo, Charlie.
– Sí, no te preocupes. Hablamos pronto.
Unas cuantas vueltas después, llegamos a otro garaje. Un grupo de hombres que andará entre los cuarenta y pico y los cincuenta y pico años de edad rodea el automóvil. «¡Oye! ¡¿Cómo estáis todos?! ”Charlie les da un cálido abrazo a Goyo, Loren, Mondrígon y Javi. Peluso lucía un aspecto de Papá Noel desaliñado con su barba blanca y descuidada, al igual que su pelo. Con una camiseta informal, vaqueros y un «hola» áspero, es fácil darse cuenta de que ha vivido una vida algo salvaje.

Mondrígon se sienta en la parte de atrás con todo el equipo de la banda, y Javi junto a Charlie. Mientras conversan, nadie parece notar los virajes de Peluso aquí y allá. Al menos una persona está mirando la carretera… más o menos. Ya había llevado a la banda antes, ¿no?
Javi es de California, pero sus padres son españoles. Con una vida entre dos países diferentes estableció vínculos en ambos lugares. Conoció a Charlie & The Vagos a principios de la década de los años 2000, y el resto es historia. Su hija vive en Madrid. Se inclina y dice mientras mira de reojo a Peluso. “Generalmente contratamos a otra persona, pero esto es todo lo que podíamos permitirnos para este viaje…» Un brusco giro lo interrumpe.
Charlie habla por teléfono con su hijo: «Hola Bruno. Bruno, escucha. Papá no va a casa esta noche, ¿de acuerdo? Tengo un concierto con la banda. Sí, puedes quedarte con tus amigos”. Luego se dirige al reportero y le cuenta: “Están llegando a esa edad, ¿sabes?”
Javi se incorpora a la conversación: “Si. Simplemente van a hacer ciertas cosas, te guste o no… es parte de ser adolescente”.
Bruno tiene 11 años, y Maya 13. Su madre es Olivia, de quien Charlie está ahora separado. Charlie tiene otro hijo de 32 años, fruto de una relación anterior. «Maya va a quedarse sola en casa, así que tienes que tomártelo con filosofía. Todos fuimos adolescentes en un momento dado. Sólo puedes esperar que tengan cuidado con lo que hacen”, dice Charlie con ironía.
Una cosa es mirar hacia atrás y ver al artista una vez conocido como Súper Tony Luz actuando en el escenario para una multitud salvaje, y otra bien distinta es ver a un padre preocupado por sus hijos.

Hemos llegado al pub Donegan’s en Alcalá de Guadaíra, a escasos 15 kilómetros al sur de Sevilla. Al entrar en el bar, su cansada sonrisa sirve para darle un cálido saludo a los allí congregados. «Hola, ¿cómo estás?» Todos conocen a Charlie. El resto de la banda, también conocidos como los Roper Casino, lo siguen. Se preparan con todo el equipo, incluida una tablet que contiene todas las frecuencias sonoras en diferentes colores. A medida que la multitud va creciendo, la banda baja al camerino para un rápido cambio de vestimenta. Cuando regresan, no pasa desapercibida una figura esbelta que se abre paso entre la multitud con un blazer de rayas rojas y negras y sólo un poco de delineador de ojos. Antes de comenzar la actuación, se acercan al bar del que vuelven con unas cervezas en la mano, mientras un cigarrillo de curioso olor circula entre ellos.
Charlie sube al escenario para la prueba de sonido y coge el micrófono, como ha hecho durante muchos años. El entusiasta de los conciertos de sábado noche nunca adivinaría cuál es su trabajo diurno.
«Damas y caballeros», Charlie saluda a la multitud. En la barra, el público pide bebidas. El sonido de la noche cobra vida y emoción. Se oye el clic-clic-clic de las baquetas comenzando a marcar el ritmo, y el show ha comenzado. Charlie canta con pasión, levantando las manos en el aire, meciéndose en el escenario junto a Javi, Mondrígon, Loren y Goyo. Pero hay algo manso y nostálgico en él. Porque no siempre fue así.
Charlie Molina creció en Jerez de la Frontera en una familia, como no podía ser de otro modo, de aficionados al flamenco. Su abuelo paterno era gitano puro, lo cual lo hace a él “cuarterón” y a su padre “entreverao”. Podían cantar y bailar toda la noche en juergas flamencas, pero cuando llegó a la adolescencia, Charlie empezó a interesarse por los Beatles y los Rolling Stones junto a sus hermanos. Con esas influencias británicas, en 1987 creó su primera banda y dio comienzo su carrera. La escena musical de Sevilla no era demasiado amplia en ese tiempo, así que todos se conocían. “Nos presentamos en 1987 con otras cinco bandas en el Fun Club. Éramos jóvenes y estábamos nerviosos, pero era nuestra primera actuación. Había una banda de heavy metal, una banda de punk. Fue bonito».
En 1989 comenzaron a escribir su propia música y luego la legendaria banda The Vagos cobró vida. “Nuestras primeras canciones eran malas. Éramos jóvenes. Fueron nuestras primeras letras, nuestras primeras canciones, que componíamos entre todos. Pero con el tiempo mejoramos. La actuación más loca que tuvimos fue en el mismo Fun Club”. Al recordar el momento en el que, husmeando entre las pertenencias de su madre, encontró una peluca, Charlie explica cómo nació el personaje de Súper Tony Luz, su alter ego durante años. La estética de The Vagos era maquillaje salvaje, ‘flower power’ e ideas provocativas. La gente disfrutaba de The Vagos porque eran algo fuera de lo común. Con su estilo despreocupado, que incluía insinuaciones de striptease, canciones sobre sexualidad y juerga hasta vomitar sobre el público, The Vagos se hicieron un nombre en Sevilla. Aparecieron en televisión y en artículos de prensa, e incluso se escribió un cómic sobre ellos. Se hicieron conocidos por sus actuaciones provocativas, por sus canciones y por su grupo salvaje. «Yo fui el único que se quedó a lo largo de los años». La banda vio ir y venir a muchos talentos diferentes, pero eso es algo contra lo que no lucharon. Charlie siempre conocía a alguien que conocía a alguien que podría estar en la banda.

Aunque ser una estrella del rock pueda parecer un trabajo ideal, no todo fue perfecto. “Me daba vergüenza contárselo a mi familia. Además de que les gustaba mucho el flamenco, también eran una familia muy formal. The Vagos ya era un grupo salvaje. No quería que leyeran los artículos ni vinieran a los espectáculos. Así que lo escondí un poco”, cuenta Charlie. Pero en 1991, The Vagos apareció en el programa que Paz Padilla tenía entonces en Canal Sur, y aunque no estuvieron mucho tiempo en antena, fue suficiente para que sus padres lo reconocieran. «¡Mira, el niño!»
Tenía 22 años y estaba estudiando informática. Simplemente no era lo que se esperaba de él. Pero Charlie nunca acabaría la carrera. Casualmente, un día Charlie se topó con alguien que necesitaba a alguien joven para hacer un trabajo. Sin pensarlo dos veces, decidió hacer ese trabajo suelto y, antes de darse cuenta, el mismo hombre le había encargado algunos trabajos aquí y allá “de extranjis”. Una cosa llevó a la otra y un buen día Charlie se encontró haciendo un examen para convertirse en detective. Charlie y su empleador disfrutan el uno de la compañía del otro, y además no se le daba mal. Así que un día decidió abrir su propia oficina. En los años siguientes, bajó la demanda, por lo que habitualmente trabaja solo, pero si es necesario, contrata a colaboradores. “La gente a veces menciona la yuxtaposición del yo detective y el yo cantante, pero por suerte nunca he tenido problemas con eso. Nuestros grupos no han alcanzado el tipo de fama en el que la gente sube y te pide un autógrafo, pero podría haber tenido uno o dos encuentros no deseados en el trabajo», explica Charlie.
«No fue hasta 2013 o 2014 que The Vagos tuvieron que retirarse. Simplemente no teníamos la misma sensación que solíamos tener. Pero estoy muy feliz con Roper Casino». Con ese buen humor, parece que nada le impedirá continuar. Tras la disolución de la segunda banda de Charlie, Charlie y los Gañafotes, Roper Casino llevan juntos ya tres años y él está muy contento con el grupo. Es la mezcla perfecta de mod británico y rock ‘n roll. Ahora que son un grupo más veterano, no tienen la furia que solía sostener a The Vagos durante toda la noche, pero una gran energía acompaña la actuación de Roper Casino. El grupo de rockeros de la vieja escuela que Charlie ha reunido no deja de tener enganchado al público. La música corre por sus venas.
A Charlie, cuya otra gran pasión es jugar al tenis, el cansancio no lo deprime. “Continúo con la música después de todos estos años porque se convirtió en una droga para mí. No puedo vivir sin ella». Durante sus períodos de inactividad como detective, Charlie escucha y estudia música. «No puedo decir que tengo demasiado trabajo porque amo lo que hago». Sus hijos, Bruno y Maya, han sido parte del espectáculo ocasionalmente. “Mi trabajo como detective es normal, lo mismo que cuando antes actuaba con la peluca. Una vez, The Vagos estaba actuando en la playa y los trajimos con nosotros”, explica.
«Lo único que he aprendido a lo largo de los años es que la vida es un show. Te estás comunicando con la gente y es como un escenario. Es lo mismo para mi trabajo de detective. Voy a un lugar, extraigo información. Todo es una farsa. Igual que en las películas. Es un poco como actuar”. Gracias a un carisma innegable, la carrera musical de Charlie pudo despegar; su vida ha sido toda una aventura. •