
Trabajando activamente contra una cultura machista que culpabiliza a las mujeres y les crea traumas, la sexóloga Mónica Ortiz ayuda desde su consulta a las mujeres –y también a los hombres– que acuden a ella tratando de reencontrarse consigo mismas.
En la céntrica calle de San Luis, en el corazón de los caminos largos y sinuosos donde se apilan las viviendas de los barrios de San Julián y de la Feria, una puerta con paneles de madera destaca en los muros pintados en tonos pastel. Se abre, pero lo que se ve advierte de que ésta no es una casa sevillana tradicional. No hay un crucifijo colgado en la pared de la entrada, ni tampoco un azulejo, sino plantas dispersas por todas partes, acompañadas de muebles antiguos y bañadas en abundante luz natural. La sensación es la de entrar en otro mundo, lejos de las agitadas calles de Sevilla y de la ansiedad que provocan. Quien saluda entonces a la reportera lo hace con un suave “hola” que se corresponde con la atmósfera del lugar. Es Mónica Ortiz, psicóloga, terapeuta, sexóloga y feminista –así se presenta en su página web-, y ésta es su casa y su consulta privada.
La conversación gira en torno a la sexología y el feminismo. En pocas palabras, un sexólogo es un psicólogo que estudia las relaciones sexuales entre los seres humanos. En el caso de Mónica, una parte principal de su trabajo se centra en explorar cómo son los contextos machistas de nuestra sociedad los que crean y mantienen traumas, tanto en mujeres como en hombres, con lo que podría decirse que practica una sexología feminista. Mónica le explica esto a la reportera mientras se dirigen hacia la oficina, que se encuentra en la parte posterior de la casa y cuyas vistas a uno de los rincones verdes del centro protegen aún más esta casa del ajetreo del mundo exterior.
A Mónica le interesó la salud mental desde muy joven. “Me atraía la gente que pensaba y vivía de otra forma y a quienes el sistema cultural, político y económico llamaba enfermos”. Por aquel entonces, ella no sabía qué era el feminismo, y tampoco lo sabía cuando empezó sus estudios de Psicología. Pero ya de niña empezó a darse cuenta de las diferencias que había entre hombres y mujeres en su casa, donde recibía una educación muy parecida a la de cualquier otra niña de su ciudad. Observaba lo distintas que eran las cosas para unos y otras en las cosas más simples: su hermano, por ejemplo, recibía más comida en la cena por ser un niño, y después, cuando habían acabado de comer, los hombres de la familia se iban al salón y las mujeres se quedaban fregando. El mensaje era claro y continúa transmitiéndose hoy en día: “Las mujeres no son tan importantes. Y esto es algo que se enseña a las mujeres en todo el mundo”. Otro mensaje claro que se enviaba y se envía es el del miedo. “Todas las mujeres que yo conozco han sentido miedo por un hombre que camina detrás de ellas en la calle o que las toca en el autobús sin permiso. O por los primeros novios, que quieren sexo sin tu consentimiento y con los que sientes que lo más importante es su placer y no el tuyo…”
Mónica se incorpora en su asiento, guarda silencio y sonríe. En la silla de la reportera se sientan periódicamente entre 50 y 60 mujeres y hombres adultos –no niños ni adolescentes- que sienten tristeza, depresión, ansiedad o que, simplemente, necesitan hablar con alguien. Curiosamente, en muchos de los casos, los problemas de unos y de otras se reducen a uno sólo, que es esencial: la desigualdad. Como Mónica explica, ésta se sostiene por el sistema machista que rige la sociedad española y, sobre todo, la andaluza. El diccionario de la R.A.E, en su primera acepción, define el machismo como la “actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres”. Hay otra en la que lo define de forma similar: “Forma de sexismo caracterizada por la prevalencia del varón”.
El sistema machista, explica Mónica, tuvo una presencia grande en la España del Franquismo en tanto que sus valores se identificaban con los de la Dictadura: vivir de otra manera implicaba ir en contra del régimen de Franco. Para quienes no creían en dichos valores, como los abuelos de Mónica, la situación era dramática, ya que estaban condenados al silencio. “No había oposición a esa ideología; hacerlo podía llevar a la cárcel o incluso a la muerte. Tuvieron que hacer como si creyeran en ese sistema. No es fácil romper con eso que llamamos tradición, en parte porque hay gente que lo apoya pero en parte, también, porque hay otra gente que se calla por miedo…” Tras guardar silencio durante algunos segundos, Mónica continúa. Señala que el cambio a una España democrática y la influencia de otros países empezaron a renovar el sistema machista del país. Con todo, aún queda un largo camino: el machismo persiste y se sigue expresando en el día a día, tanto en la forma de micromachismos como en la de agresiones sexuales o físicas de los hombres a las mujeres. En la actualidad, una de cada cuatro mujeres en España ha sido agredida de una u otra forma –y de ellas, una gran parte permaneció en silencio: sólo el 8% lo denunció- y el 65% reconocen haberse sentido acosadas física o psicológicamente alguna vez por un hombre, según el Barómetro sobre el Feminismo. El Ministerio de Igualdad arroja otra cifra escalofriante: 2018 se cerró con la muerte de 47 mujeres a manos de sus parejas o exparejas, el 12% andaluzas.
¿Se puede hacer algo hoy para salir del sistema machista? “Lo primero es la consciencia”, afirma Mónica. “Cuando los pacientes vienen, se dan cuenta de que sus síntomas, como la ansiedad o la tristeza, son defensas que se originan en algo más profundo: el miedo. Miedo al sufrimiento y a la culpabilización que han vivido dentro del sistema machista, un miedo que está relacionado con el lugar en el que viven. Si nos sentimos atacadas, tenemos miedo: es lo normal. Las pacientes –y los pacientes: también tengo hombres- se dan cuenta entonces de que no son ellas las que están enfermas, sino que es el sistema el que está enfermo, y que necesitan empezar a tomar el control de su vida y hacer cosas por ellas mismas. Cuidarse. Y esto lleva a otra decisión, la de elegir qué gente de tu vida te está realmente ayudando y quién no”.
Mónica sonríe. La única forma en que las mujeres podrían vivir tranquilas, concluye, sería fuera de un contexto machista, un contexto en el que se sientan respetadas: un contexto feminista. En los últimos años, y aunque todavía queda bastante por recorrer, se están dando en Sevilla pasos importantes para ello. El 8 de marzo de 2019, la celebración del Día Internacional de la Mujer en la ciudad llevó a manifestarse por las calles a más de 130.000 personas, de acuerdo con las cifras de la Policía Local, cifra que las organizadoras de las 23 distintas concentraciones duplican. La sensación general es que la pulsión feminista vivida el 8M de 2018 no ha menguado. Otros números lo confirman: el 58% de las mujeres y el 46% de los hombres de España se declaran feministas.
La conversación llega a su fin y Mónica Ortiz acompaña a la reportera hasta la salida. Vuelta al ajetreo del mundo exterior, al contexto en el que sigue dominando, aunque cada vez menos, el sistema machista. La consciencia del daño que hace a las mujeres y a todos está cada vez más desarrollada. Y aunque es verdad que hacer frente a la tradición y darse cuenta de los miedos no es fácil, hay una terapeuta y sexóloga feminista en Sevilla que puede saber por dónde empezar.