
PROYECTO DEL CURSO ‘MIGRATIONS IN TODAY’S GLOBALISED WORLD’
Este día, dejamos de hablar en español. Durante casi un mes, jugamos con el español, aunque era más difícil para nosotros, pero nosotros dos sabíamos que no soy española y que él no es español. Su acento me dio la pista de que era francés, y oí que hablaba inglés con otras personas en el café, pero tratábamos de hablar en español cada día. Siempre le pedía lo mismo: un croque monsieur sin gluten y un chai late con soja. Esta vez le he pedido lo mismo. La diferencia es que hoy vamos a hablar sobre su vida.
Estamos sentados en un café de la calle San Esteban, en el antiguo Barrio Judío de Sevilla, España. Se llama Almazen, un nombre que refleja sin duda el ambiente del café. La música es suave y tranquila. A menudo suena la voz de Bob Marley. Las palabras orgánico, ecológico y vegano están en el menú. Las luces eléctricas sirven sólo para apoyar la luz natural que ilumina el sitio. Me da la sensación de que en este café me encuentro como en casa, porque soy de Boulder, Colorado, la ciudad más hippie del mundo en mi opinión. Pierre Roucou, el camarero de 23 años, también se ajusta a esta descripción. Es blanco, alto y da una onda de hipster con su pelo castaño recogido en un moño y su barba de varios días. Habla tranquilamente sobre su vida, pero cuando pido hacerle una foto, las paredes se rompen y dice «Me sentiré incómodo, pero vale», con una risa que capturo un momento después.
Empezamos a hablar sobre Francia. Cuenta que es de la ciudad de Burdeos, en el suroeste de Francia, donde se produce buena parte del mejor vino del mundo. Su familia, incluyendo sus padres, que tiene cincuenta años ahora, y su hermana, de 27, viven en las afueras de Burdeos. Pierre es el menor de la familia y también el más aventurero. Dice que sólo ha venido a Sevilla para seis meses y que el jueves se va a mudar a Gijón, en la costa norte de España. Es un patrón muy natural ahora, explica: «Vivo en otro país seis meses. Después, regreso a vivir con mis padres en Francia dos semanas o un mes. Durante los veranos, vivo cerca del mar en Burdeos para trabajar y pasar tiempo con mi familia y amigos, pero en septiembre, me voy a un país nuevo para explorarlo».
Ahora, Pierre es un ciudadano del mundo y dice que quiere continuar viajando y explorando hasta que esté listo para echar raíces en un lugar. Pero no tiene ninguna expectativa acerca de dónde quiere o espera crear un hogar permanente. Pierre tampoco tiene aún ninguna idea de dónde quiere trabajar en el futuro. Por ahora, está contento de viajar, sin trabajo a tiempo completo, para conocer el mundo y a nuevas personas, y para aprender sobre las culturas e idiomas de sus distintos hogares. Después de vivir en los Estados Unidos, donde estudió en la universidad, y Nueva Caledonia (el territorio francés de Oceanía), adonde fue para conocer aquella parte del mundo, Pierre escogió Sevilla en mayo de 2018 para su siguiente aventura. Visitó Andalucía y al descubrir la belleza de Sevilla decidió regresar en septiembre.

Dice que escogió instalarse en España porque quiere aprender español. Luego explica que España tiene además la ventaja para él de que aquí se siente como en casa porque está cerca de Francia. Aunque ahora no le resulta difícil vivir lejos de Burdeos, al principio echaba de menos Europa cuando vivía en Estados Unidos y Nueva Caledonia. Por eso, cuando le llegó la hora escoger un nuevo hogar, eligió Sevilla porque no es tan diferente de Francia.
Le pregunto lo malo y lo bueno de vivir en Sevilla. Responde que todavía no ha encontrado nada malo. Aunque tiene dificultad en entender el acento andaluz, aquí, a diferencia de sus otros hogares extranjeros, no se ha sentido extranjero, porque comparte la identidad común europea. A Pierre le encanta la ciudad de Sevilla. Le encanta que puede ir andando a cualquier parte, le encanta la belleza de las calles y le encantan las personas, pero se siente demasiado cómodo hablando inglés o francés con sus amigos del trabajo y por eso se dio cuenta de que necesita cambiar para mejorar su español. Ahora irá a Gijón, otra ciudad española, en la costa de Asturias, que comparte con Sevilla su identidad europea; pero en el futuro quiere ir a Uruguay para desafiarse a sí mismo y enamorarse de un nuevo lugar en el mundo.
Habiendo viajado durante gran parte de su vida, Pierre es muy consciente de su identidad y del privilegio que supone tener un pasaporte de Francia y piel blanca. Explica la ironía del apoyo de algunos miembros de su familia, que le dijeron «Es fantástico que vivirás a España» pero que también opinaron que no quieren migrantes extranjeros en Francia. «Soy un migrante…, eso es exactamente lo mismo que estoy haciendo», dice Pierre con un sacudida de su cabeza. Pierre es un migrante con diversas motivaciones: ha viajado a otro país porque prefiere otra cultura, quiere viajar para ver otra parte del mundo y escogió su nuevo hogar por razones económicas porque Sevilla es menos cara.
Pero, como parte de los medios de comunicación han creado una narrativa sobre los migrantes que dice que todos son de países pobres, que son personas de color y que son indigentes o peligrosos, a Pierre no se le ve como un migrante. Aunque quiere que los demás entiendan que él también es un migrante típico, Pierre reconoce a la vez el privilegio de su experiencia. «Soy un migrante con suerte… Tengo más dinero que las personas que necesitan dejar su hogar simplemente por razones económicas y hablo la lengua…, aunque los migrantes económicos normalmente también hablan la lengua» de su país de acogida. Pierre hace una pausa para poner sus ojos en blanco y mostrar su frustración con la doble moral que existe sobre los migrantes de grupos marginalizados.

Sobre el proceso migratorio, cuenta que todo es demasiado fácil para él y que por eso cree que no puede hablar sobre este asunto. La experiencia de un migrante es subjetiva y todo depende de su identidad y de cómo otros lo perciben. Pero todavía hay una diferencia para él entre ser un migrante aquí en la Unión Europea o serlo en otros lugares. En América, se sintió mucho más como un extranjero, no siempre aceptado: «Dos años de vivir en los Estados Unidos te cambian mucho». Uno de sus recuerdos más fuertes es el la noche de las elecciones de 2016, cuando ganó Donald Trump. Entonces era estudiante de administración de empresas en la Universidad del Gran Cañon, en Phoenix, Arizona. Pierre estaba con muchos amigos internacionales y por la mañana todos estaban convencidos de que Hillary Clinton iba a ganar.
Pero cuando anunciaron los resultados, Pierre aún se acuerda de las caras de todos sus amigos internacionales, y en especial las de los mexicanos. «Todos dijimos, ‘¿Qué acaba de pasar?’, y pude ver que todas las personas en el cuarto estaban pensando en ese momento en las implicaciones que este resultado iba a tener para sus planes de vida». Esta experiencia le impactó mucho, y por eso cuando se mudó a Sevilla decidió que no quería saber nada de la política de España. Dice que sólo quiere conectar con personas sin tener que hablar de política, especialmente porque la situación aquí es parecida a la de Francia. Pero añade que cuando vaya a Uruguay sí querrá profundizar en situación política.
Para terminar, le pregunto si hay alguna idea más que quiera compartir. Pierre insiste, para quienes creen que no es posible viajar o que es demasiado caro, que esto no es cierto. Hay muchas opciones, explica, como trabajar en un albergue juvenil como voluntario, que hacen posible recorrer el mundo. Hay muchos oportunidades para convertirse en un ciudadano del mundo. Sólo necesitamos aprovecharlas.