El brasileño André Salla era un niño la primera vez que su abuelo le dio a probar una gotita de vino disuelta en agua con azúcar. Desde entonces, su amor por lo que él llama la sangre de la tierra no ha dejado de crecer y hoy es el dueño de Flor de Sal, una de las enotecas más conocidas de Sevilla. Cuando lo conocieron en una de las catas que organiza, Ellie Bollard y Erin Healey supieron que querían dedicar su proyecto final a contar la historia de la profunda dedicación de André al vino desde aquel primer contacto de su infancia; historia que, como todo buen relato que se precie de serlo, está llena de satisfacciones pero también de grandes esfuerzos.