Julio César es ‘la voz de la tierra’

Julio César Figueroa, en un partido del Sevilla FC.
PROYECTO DEL CURSO ‘MIGRATIONS IN TODAY’S GLOBALISED WORLD’

En el año 2002, el nuevo graduado de la Universidad de Lima hizo sus maletas y se embarcó en su viaje a España. Julio César Figueroa Torres, de Perú, hace 16 años que vive en Sevilla. El único rasgo físico que revela su edad –47 años– es su pelo, negro con manchas de blanco y raleando en lo más mínimo. Pero en su voz, con un acento confundido que es una mezcla única de los acentos peruano y andaluz, es posible percibir el alcance de sus años. “En Perú está casi toda de mi familia”, dice Figueroa. “Mis hermanas, mi madre, mi padre. Llevo mucho tiempo aquí y tengo ganas de hacer cosas diferentes”.

Cuando Julio César llegó a Sevilla en 2002 con su diploma en comunicación, tenía un plan: estudiar la historia americana, recibir su doctorado y volver a su país. Pero el mundo tenía planes diferentes, y Figueroa no regresó a su país después de su graduación del programa de doctorado en la Universidad Pablo de Olavide. En realidad, después de su educación, empezó un trabajo en los medios informativos: en la radio, específicamente. Ahora, tiene un programa sobre el tema de la inmigración, que se llama Voces de la Tierra.

Es lo que parece: un programa sobre las vidas y situaciones de los inmigrantes que viven en España hoy en día. Pero es un poco diferente también: “Trata sobre la inmigración, pero desde un punto de vista diferente”, dice Figueroa, con sus ojos brillando con el entusiasmo que implica un tema personal y que le gusta mucho. “Un punto de vista cultural, gastronómico, de vivencias personales, y también de las asociaciones de inmigrantes”. En la actualidad, el programa es un poco más político y serio porque el ambiente circundante sobre el tema de la inmigración requiere un toque más fuerte, explica su presentador.

Como Figueroa, hoy en día algunos peruanos emigran de su país para trabajar, ir a la universidad u otras razones, y no es tan difícil, pero Perú no es un país con mucha emigración afuera de sus fronteras, en comparación con otros estados americanos. En realidad, hay más gente hoy en día que emigra a Perú que peruanos que salen fuera (por ejemplo, hay muchos venezolanos que están huyendo a Perú para escapar del conflicto en su país). Por otro lado, en el pasado, muchos peruanos rurales fueron desplazados internos debido a la violencia, y se fueron a otras ciudades dentro de Perú, no a otros países.

En el año 1978, el presidente de Perú, Francisco Morales Bermúdez, quería aprobar una constitución nueva para reemplazar la de 1933. El Partido Comunista de Perú se oponía, y por eso una parte de los comunistas peruanos formaron una organización extremista, Sendero Luminoso. Esta organización quería derrocar al gobierno peruano y sustituirlo con una “Nueva Democracia”, con un dictador y un sistema de gobierno comunista. El Sendero Luminoso se convirtió en una organización terrorista que enfocaba su violencia en los campos de los Andes, donde más de 200.000 peruanos huyeron de sus pueblos en las montañas, a menudo sin educación y sin la habilidad de hablar español, para vivir en Lima, la capital. Figueroa cuenta que este éxodo causado por la violencia creó un gran problema urbanístico y socia, porque Lima no era una ciudad diseñada para acoger esta cantidad de habitantes.

Esta crisis de los refugiados se llamó “La década de chaqwa”, usando una palabra de la lengua quechua que significa “caos”, porque la destrucción de las comunidades nativas de los Andes –que usualmente sólo hablan quechua– fue caótica. Durante los años de poder del Sendero Luminoso, más de 69.000 peruanos murieron, y la culpa de los muertos no solamente está en las manos de este grupo: el Estado también fue responsable, especialmente durante el gobierno de Alberto Fujimori.

Después del reinado del Sendero Luminoso, en los años noventa, alcanzó la presidencia Alberto Fujimori, el padre de la ideología política conocida como fujimorismo. Este tipo de gobierno se caracteriza por el conservadurismo social; está del comunismo y el socialismo, y promueve la privatización de las empresas públicas. Mientras que algunos peruanos creen que Fujimori y su sistema de gobierno salvaron Perú del terrorismo y de la crisis económica, otros muchos opinan que Fujimori fue un dictador violento que destruyó las instituciones democráticas del país para mantener su poder político. Esta postura es similar a la de los cubanos en relación con Fidel Castro, pero en el lado opuesto de la escala política.

En 1992, durante la presidencia de Fujimori, el anterior presidente, el socialista Alan García, tenía el control de la mayoría del Congreso de diputados. Para acabar con esa oposición legislativa, Fujimori cerró el Congreso, suspendió la constitución y se deshizo de los jueces en un golpe de estado conocido en Perú como el Fujigolpe. Mientras que la mayoría de la opinión pública peruana creía que este golpe era por el bien del país, la comunidad internacional condenó este acto, y muchos países retiraron sus asistentes militares, lo que tuvo como paradójico resultado la pérdida de ayuda para los opositores que eran los blancos de la violencia de Fujimori. Después del golpe de estado, muchos partidos políticos izquierdistas se opusieron a la presidencia de Fujimori y lo acusaron de ser un tirano. Al final del golpe y de su primer mandato como presidente, más de 3.000 peruanos habían muerto en asesinatos políticos.

Durante estos conflictos, Perú no recibió mucha atención ni ayuda internacional, y por eso desde 1980 hasta 2000 fue difícil por los peruanos emigrar a otros países: la gente que necesitaba irse no tenía recursos para hacerlo.

Figueroa emigró después de estos conflictos, y a pesar de que su situación no era tan difícil, tampoco fue un proceso sencillo. “Era un poco complicado”, recuerda Figueroa. “Hay que presentar mucha documentación para venir. Pero en esta época, es más difícil. No tan difícil como ir a los Estados Unidos, pero difícil”. Según Figueroa, su proceso de inmigración –un caso muy claro y simple, como estudiante de doctorado– duró 10 años. También en España hoy en día, el proceso de inmigración es aún un poco más estricto y largo, especialmente en el caso de los viajeros de los países africanos, como Marruecos o Senegal. Figueroa, quien trabaja con los refugiados e inmigrantes cada día, alerta de que la situación es grave. “Muchos mueren en los caminos, son víctimas de la trata de personas”, dice sacudiendo la cabeza. “Es trágico”.

El historiador y locutor de radio Julio César Figueroa Torres, con sus hermanas en una visita a su Lima natal.

Sin embargo, a pesar de la pasión de Figueroa por su tarea, su vida en España no es sólo su trabajo. Le gusta correr, hablar con la gente, viajar, aprender más sobre el mundo. Y, casi como a cada español (y peruano), le encanta el fútbol. Tiene algunos primos en España y eso ayuda a que, por lo general, no sienta que su país esté tan lejos. A la vez que acepta que es importante para un extranjero integrarse en la nueva sociedad de acogida, admite que, por supuesto, hay muchas cosas peruanas que echa de menos. Por ejemplo, el ruido de la gente y la música constante. Dice que en Perú no puede hablar tranquilamente como nosotros durante esta entrevista, charlando en voz baja y bebiendo sorbos de café con leche. En Perú, cada segundo del día está lleno de la música y los gritos de los vendedores y clientes. “Es súper tranquilo”, dice Julio César Figueroa con un gesto de sus brazos que significa no solamente la cafetería, sino Sevilla entera.

La vida de una persona que tiene doble ciudadanía es un poco extraña. Por ejemplo, como Figueroa es ciudadano de Perú, debe votar en las elecciones de su país, donde el voto es obligatorio. “El año pasado, yo voté cuatro veces: dos veces para elecciones en Perú, y dos veces para elecciones aquí”, dice riendo. “Es muy curiosa esta situación, porque es un proceso distinto. En mi país, es obligatorio a votar” (en España, no).

También hay cosas que ha experimentado en Perú que no ocurren aquí en España.  “Puedes estar en un bar, tomando una cerveza, y hay una manifestación; la gente grita, protesta, viene la policía”, describe Figueroa, con una pequeña sonrisa en la cara. “Puede ser una situación violenta, ¿no? Pero allí es normal”.

Es una percepción habitual que Sudamérica y España son países iguales solamente porque la lengua es la misma, pero incluso esto no es verdad. De hecho, según Figueroa, el español de Perú y el que se habla en España son diferentes, y esto le complicó algo la adaptación cuando llegó a Sevilla. Para él, la lengua es muy importante para aclimatarse a un sitio diferente, y cuando hay problemas de comunicación, el proceso de adaptación es eterno. A pesar de esto, Figueroa dice que después de 16 años aquí, siente que España y Sevilla son su segunda casa.

Aunque ha tenido muchas oportunidades y ha logrado una carrera ejemplar y satisfactoria, él sonríe al pensar en la idea de volver a su país de origen, su hogar. “Tengo pensado volver a medio plazo”, confiesa Julio César Figueroa, mirando por la ventana a la calle, llena de niños camino a casa después de un día en la escuela. “Quiero hacer cosas en mi país”.