
PROYECTO DEL CURSO ‘MIGRATIONS IN TODAY’S GLOBALISED WORLD’
Fanta camina en la habitación. Ella es alta y delgada, con una piel oscura que brilla a la luz del poco de sol que entra por la ventana. Tiene una belleza natural que existe en sus hijas también. La madre se sienta en el sofá de la acogedora habitación. Su hija menor corre de un lado a otro del piso. Su otra hija se encaja perfectamente en el sofá entre ella y su sobrina Eva. Su suegra se sienta en una silla al lado del sofá. Su esposo está cerca, mirando a la ciudad desde el balcón. Este ambiente, teniendo a su familia cerca de ella, no le es ajeno, pero Fanta está a casi 4.000 kilómetros de donde solía experimentarlo. Fanta vive en Sevilla, España, pero su verdadero hogar está en Senegal.
La infancia de Fanta fue “todo bien, perfecta”. Nació en una familia de 17 hijos. Le encanta su familia, lo más importante de su vida. Siempre estuvieron juntos, porque la cultura senegalesa se centra en la comunidad y en tener relaciones cercanas con la familia. Le encantaba crecer allí por esa razón. A la vez que disfrutaba de estar con su familia, la cultura local fomentaba la autosuficiencia. Por lo tanto, en el momento en que cumplió 12 años, logró la autosuficiencia, porque podía cocinar, limpiar la casa y trabajar fuera. Le encantaba de su vida africana que allí los niños “aprenden la responsabilidad” en sus familias y tienen “independencia”. Le encantaba también el contacto con la naturaleza de su infancia en Senegal. Es un país con mucha belleza natural. Fanta recuerda vívidamente los árboles, las hojas y los recursos naturales que hacen rico su país. Cuando llegó la hora de trabajar, encontró la pasión profesional de su vida. Estudió belleza y trabajó en una peluquería. Además, ella encontró al amor de su vida, José. Este sevillano estaba trabajando con un ONG para ayudar a la gente en Senegal y se conocieron mientras él vivía allí. Después de casarse, agregaron una hija a la familia que tanto ama Fanta.
Las cosas iban bien en Senegal, pero el vecino Estado de Malí no estaba teniendo la misma suerte. José quiso ir a ayudar con su ONG, por lo que se mudaron a territorio maliense. Fue un cambio difícil para Fanta, porque no quería dejar a su familia. Además, a ella no le gustaban Malí y su cultura. Le molestaban las violaciones de los derechos humanos que se producían en este país, como el matrimonio infantil. Fanta explica que si bien Senegal no es perfecto, está progresando, pero que en Malí no sucede lo mismo. En 2012, comenzó una guerra civil en Malí entre el sur y el norte. Grupos armados tuareg luchaban contra el gobierno central de Bamako por la independencia de Azawad (como llaman al norte del país donde viven los tuaregs), con apoyo de extremistas islámicos afines a Al Qaeda. Fanta y su hija enfermaron y el conflicto empeoró progresivamente. Ella estaba lista para regresar a su casa de Senegal, pero José sintió que necesitaba quedarse y continuar ayudando a la población local. Decidieron entonces que José se quedaría y que Fanta y su hija volverían a Senegal. Pensaron que sería fácil volver a su hogar, pero cuando llegaron al aeropuerto se enfrentaron a un gran problema. La nacionalidad se determina por la del padre, por lo que a su hija la consideraban española. Por esa razón, no se les permitió viajar de regreso a Senegal. Pero quedarse en Malí era una opción demasiado peligrosa. En esa encrucijada, se fueron a España.
Fanta sólo había visitado España una vez antes de mudarse a Sevilla. Tenía un poco de miedo, porque no conocía bien a la familia de José. Era difícil mudarse y vivir sin su esposo, pero José se había comprometido con la gente a la que estaba ayudando y planeaba mantener ese compromiso. Durante este difícil momento de cambio, su familia se enfrentó a un gran infortunio. Cuando el conflicto en Malí empeoró, José decidió que era hora de volver a España. Mientras trataba de escapar, un grupo de extremistas islámicos armados lo capturó. El grupo estaba matando a cualquiera que no pudiera leer el Corán. Afortunadamente por su experiencia en África y en la ONG, José podía hablar y leer árabe. Esta habilidad le salvó la vida. Escapó y se reunió con Fanta en España.
Aunque su familia está viviendo unida ahora, Fanta está todavía ajustándose a la cultura española. Ella ve una gran diferencia entre los senegaleses y los españoles. Dice que en Senegal la gente es más abierta, mientras que los españoles son personas privadas. Además, para Fanta, hay una diferencia respecto a la noción de comunidad. Lo más importante para los senegaleses es su comunidad, y en especial sus familias. La comunidad y la familia son también importantes en España, pero no al mismo nivel que en Senegal. Le parece que los españoles están muy estresados. Los senegaleses, en cambio, se relajan y toman pausas en la vida para disfrutarla, explica Fanta. Desde su perspectiva, todo es artificial en España, porque los españoles son materialistas. En Senegal, su pueblo valora a la comunidad y a la familia más que cualquier posesión material.
Fanta echa mucho de menos su hogar y a su familia. Le encanta su familia española, pero es difícil no estar con su familia senegalesa todo el tiempo, como en su infancia. Quiere volver a Senegal, pero se queda en España por sus hijas. “Prefiero Senegal, pero para ellas… [España] es mejor”, dice. Cree que sus niñas pueden recibir una buena educación en España, en Europa, para conseguir en el futuro un buen trabajo. Esta decisión de quedarse es “como un sacrificio” para Fanta, porque su pasión es la peluquería. Echa de menos su época de peluquera en Senegal, un oficio que no ha podido seguir en España. Si bien su pasión profesional es muy importante para ella, su familia y el bienestar de sus hijas valen mucho más. Mientras extraña su vida en Senegal, todavía tiene esperanzas de regresar algún día.
Aunque cree que la educación en España es mejor para obtener un trabajo cualificado, Fanta desea que sus hijas puedan recibir la misma educación sobre los valores de la vida que ella recibió en Senegal. No le gusta que los jóvenes españoles tengan que depender de las redes sociales, porque hay cosas más importantes en la vida que obtener un trabajo para ganar dinero. En Senegal ellos centran la atención en la autosuficiencia. Ella prefiere que sus hijas la aprendan, como la aprendió de niña, porque en Senegal “tienes que aprender lo básico”. En su opinión, los jóvenes españoles son demasiado dependientes de los demás. También Fanta cree que sus hijas aprenderán mejores valores de la vida en Senegal, como el valor de la comunidad y el de compartir con otros. De una manera cariñosa, explica que su sobrina Eva, presente durante la entrevista, no tendría éxito en Senegal, porque tiene 16 años y todavía depende de sus padres. Pero al menos Fanta reconoce lo que Eva ha ganado con su educación formal en España, y quiere que sus hijas tengan también esta ventaja.
Además de compartir sus opiniones sobre la cultura española, Fanta comenta sobre la perspectiva mal informada de los españoles sobre África y Senegal. La gente piensa que toda África es pobre, pero éste no es realmente el caso. Asegura que “África es rica en recursos, pero los blancos robaron” sus recursos y su gente, y continúan haciéndolo hoy. Su suegra parece confundida cuando ella dice esto. Eva interviene para decir que la pobreza que ven en la televisión es real; pero también hay más en África que sólo pobreza, como en cualquier otro país. Como mujer negra de África, a Fanta se la ve diferente en España. Algunas personas la miran porque no es común ver a alguien negro en España, pero otras no tienen tan buenas intenciones. Los españoles tienden a pensar en los negros como gente que vende cosas en las calles, pero Fanta señala un punto importante. Esas personas que venden en las calles son inmigrantes que buscan una vida mejor. A veces mueren en el mar, intentando llegar aquí. Probablemente sus familias no saben dónde están, o si están seguros, y, como madre, esto “choca mucho”.
Aunque las culturas en España y Senegal son diferentes, Fanta no ha tenido problemas en su país de acogida para seguir conectándose a sí misma con su religión. Ella es animista, y esta fe es muy importante en su vida. El animismo es la religión más antigua del mundo. Los animistas creen que todos los objetos, lugares y criaturas tienen espíritus (Park, 2018). En esta religión, hay un gran enfoque en la naturaleza y el espíritu. Fanta cuenta que, “cuando nacemos, lloramos mucho porque no sabemos nuestro futuro” ni el sufrimiento al que tendremos que enfrentarnos. De la misma manera, los animistas dedican una gran celebración a la vida cuando una persona muere después de vivir por 80 años o más. Fanta ha echado raíces en España. Y en esta nueva vida ha trasplantado un pedazo de Senegal a través de su fe.