
Cuando la secundaria empezó, yo estaba completamente aterrada. Mi timidez convertía una escuela nueva en mi peor pesadilla. Mientras estaba intentando desesperadamente encontrar amigos, noté que había un chico que estaba en casi todas mis clases, Ethan. Era muy tímido, rara vez hablaba, y yo nunca lo había visto con amigos. Pero entendía sus dificultades, y quería conocerlo. Por eso, durante los siguientes años, siempre le diría “hola” cuando lo viera, me sentaría con él en clase, y tendríamos conversaciones cortas de vez en cuando. Éramos simplemente conocidos, reunidos por la suerte arbitraria de nuestros horarios de clases.
Un día, durante mi último año del colegio, en una de nuestras clases, el profesor nos dio la tarea de escribirle una carta a una persona por la que estábamos/nos sentíamos agradecidos. El aula estaba perfectamente en silencio, llena de emociones e incluso algunas lágrimas, algunas de las cuales eran mías. Fue fácil elegir a mi papá para mi carta, pero sabía que nunca iba a dársela, porque él es un hombre de pocas palabras y aún menos sentimientos compartidos.
Salí de la clase un poco triste pensando en esto, pero justo antes de poder alcanzar mi coche, Ethan se me acercó, incluso más tímido que de costumbre. “No soy un gran escritor, –me dijo– pero estoy agradecido por ti”. Me dio un papel, y antes de que pudiera decirle nada, se fue. Tan pronto como estuve en mi coche, leí la carta, una carta que lo cambió todo. Dijo que tres años antes, en el primer año de la secundaria, cuando tuvimos nuestra primera clase juntos, Ethan estaba/se encontraba en una parte de su vida muy oscura. No tenía a nadie, pero mis ‘holas’, nuestras conversaciones, y nuestra pequeña amistad le habían ayudado a mantener la esperanza.
Me sentía abrumada, con una gran mezcla de emociones girando en mi mente/dando vueltas en mi cabeza. El asombro, la alegría, la confusión y el orgullo hicieron que las lágrimas rodaran por mis mejillas sobre el volante. Ethan y yo habíamos creado una amistad durante los años de la secundaria, pero no yo no tenía ni idea de su importancia para él. “Me salvaste la vida”, decía la carta, en una frase que leí mil veces sin creerla. No me había dado cuenta de que podía tener un impacto tan fuerte en la vida de alguien. De repente, pensé en mi propia carta a mi papá y cómo él, probablemente, tampoco sabía la importancia que tenía en mi vida.
Ethan no sólo me dio una carta que dio comienzo a nuestra amistad de toda la vida, sino también la confianza para darle aquella otra carta a mi papá, con la que se hizo más profunda y fuerte nuestra relación, justo como entre Ethan y yo.
Ethan me enseñó a correr riesgos con las nuevas amistades, a expresar mi amor y mis sentimientos. Voy a guardar su nota para siempre porque significa mucho para mí, y sé que mi carta es lo mismo para mi papá, porque también siempre está con él.