
La homosexualidad ha sido siempre objeto de visiones erróneas en distintos ámbitos, por ejemplo en la vida cultural. La postura de las hermandades de Semana Santa en Sevilla se caracteriza por un rechazo basado en el desconocimiento. Borja, un joven cofrade, vive su orientación sexual desde la base de estas organizaciones religiosas.
Las campanadas de la parroquia de Omnium Sanctorum, anunciando las 10 de la noche, son el único sonido que se atreve a traspasar el devenir de los bares llenos de gente que la rodean. El eco grave y metálico no resulta incómodo a nadie acostumbrado a hacer vida en la céntrica calle Feria. Para Borja menos aún, ya que es el vínculo tan especial con la misma lo que le ha llevado a vivir allí desde hace dos años. Su estrecha relación con la hermandad de penitencia de Montesión es la razón principal. “La Calle Feria es mi vida”, afirma rotundo, “como si hubiera nacido aquí”.
“Esto parece la COPE, como Encarna Sánchez”, se ríe Borja mientras va enlazando un cigarro con otro sin descanso, como si fueran apéndices de su mano. Por el balcón abierto de su salón se cuela el murmullo suave pero continuo de una de las calles más características de la ciudad. Numerosos cuadros de vírgenes y cristos de hermandades como Montesión o la Esperanza de Triana decoran las paredes, mientras que en la televisión sin sonido se emite el famoso programa de citas de Cuatro, First Dates. “Todo el mundo me ha conocido siempre como yo he sido. No he ocultado nada ni me han rechazado, puesto un pero o mala cara”. Borja habla de su orientación sexual sin segundas en cualquier ámbito. “En mi casa se dice maricón, homosexual me suena a dieta, como dice Falete”.
Las hermandades de Semana Santa son, guste o no, uno de los rasgos más característicos de la personalidad de una ciudad pluricultural como Sevilla. A pesar de ello, su funcionamiento y la relación con la Iglesia a la hora de tratar temas conflictivos como la homosexualidad son bastante desconocidos. Así, es común pensar que en las hermandades existe un rechazo absoluto a los homosexuales. Sin embargo, no se tienen en cuenta otros aspectos desconocidos de las hermandades, como la opinión de Borja: “Una hermandad sin maricones no es una hermandad y sin ellos no saldrían adelante”. Él habla de su experiencia a la hora de vivir la homosexualidad en un ámbito de hermandad y sobre si se ha sentido más o menos cómodo con ello.
En la actualidad existen en Sevilla más de 70 hermandades de Semana Santa, además de numerosas de otro tipo como hermandades del Rocío o hermandades de Gloria en general. Esto explica que en el primer semestre de 2017 se organizaran hasta 545 eventos religiosos en la ciudad, entre ellos procesiones, romerías o vía crucis. Así, es difícil creer que no participen personas de todas las orientaciones sexuales en una proporción bastante equilibrada. Para Borja, de hecho, “el 99% de los miembros de hermandades son maricones”. Aunque no haya estadísticas, él sabe bien de lo que habla, debido a una dedicación a las hermandades que le ha exigido sacrificios, como perderse cumpleaños o fiestas importantes para él como los carnavales de Sanlúcar: “Es algo que haces con tanto gusto que cuando una hermandad te solicita lo haces gratuitamente. De hecho, me he gastado mucho dinero en ellas porque he querido”. Ha realizado numerosas tareas, desde vestir imágenes hasta ayudar a montar y decorar la caseta de Feria de la hermandad.
Borja ha estudiado Diseño de Moda, Comercio y Marketing y un máster en Comunicación de Moda. Aunque nunca ha enfocado su trabajo hacia la Semana Santa, sí que ha realizado trabajos como diversos mantos para la Virgen del Rosario de Montesión, pero siempre sin cobrar. “Es como si me lo pidiese mi madre”, explica. Es ella de hecho quien plantó la semilla de su pasión por las procesiones llevándole a verlas de pequeño, aunque ella las veía por cultura y arte y no por devoción.

A pesar de su implicación con la hermandad de Montesión, Borja nunca ha tenido un cargo ni lo ha querido. Si la homosexualidad ha influido en ello de alguna forma, la respuesta es no. “Todos saben lo que hay y lo respetan”, explica. “En el mundo de las hermandades todos somos iguales y ser gay no influye en nada”. Sin embargo, la Iglesia y las normas diocesanas no permiten personas homosexuales en una Junta de Gobierno, ni divorciados, madres solteras, etc., recuerda Borja. Entonces, ¿a qué se debe este desfase entre la norma de la Iglesia y su aplicación en las hermandades? “Esto es igual que la política, todos sabemos que el Presidente del Gobierno está robando pero nadie dice nada. Son leyes a las que se acogen los sacerdotes sobre que el hombre tiene que estar con la mujer y no es así. Ni siquiera a ellos mismos les importa. Quien tú quieras que lo sepa se calla y quien no lo ve no lo sabe. Es un secreto a voces”, afirma Borja.
Sabiendo esto puede ser comprensible que aunque la homosexualidad sea aceptada dentro de las hermandades, a veces se oculte o se evite. Borja nunca ha sentido la necesidad de ocultar su orientación ya que dice haber ido siempre “de frente”: “Yo lo expreso libremente y mucha gente lo hace”, afirma. Sin embargo, sabe que hay gente que sí lo evita. “De unos se sabe a ciencia cierta que lo son, pero hay muchos de los que no se sabe, que lo ocultan. Te hablo de personas influyentes dentro del mundo de las cofradías o de altos cargos, incluso curas y sacerdotes”, cuenta Borja. Esto se debe a la todavía existencia de prejuicios aun con la aceptación de esos “secretos a voces”. “Hay gente que se echaría las manos a la cabeza si supiese lo que se hace, lo que se ha hecho y lo que se sigue haciendo”, afirma sabiendo de lo que habla. “Pero mientras tú no hagas escándalos ni hagas pública tu vida privada tú puedes vivirla normalmente”.
Muchos de estos prejuicios vienen de sectores todavía presentes. “Hay gente que es muy déspota y muy antigua, gente mayor y gente joven que no acepta estas cosas. Ya incluso no que no lo acepte, sino que por hacer la gracia haga comentarios. Hay mucha hipocresía y la seguirá habiendo”. Sin embargo para él esto no está necesariamente vinculado al ambiente de las hermandades, ya que cosas así pasan en todos lados. Borja quita importancia a que estos comentarios existan, ya que incluso él mismo se ríe con sus amigos de las cosas que ocurren en las hermandades: “Todos mis amigos metidos en las hermandades son gays y nosotros mismos hacemos comentarios del estilo ‘hay que ver el maricón la que ha formado que se ha acostado con no sé quién’ y cosas así”. A él siempre le han dado igual estos comentarios y se queda con lo bueno, aunque ha sido víctima de algunos y testigo de otros: “Comentarios como decir que la caseta de Feria de la hermandad parecía el Ítaca”.

Al mencionarle los negativos comentarios de curas u obispos sobre la homosexualidad Borja también les quita importancia. “La Iglesia puede decir lo que quiera, pero si lo tuviéramos que cumplir a rajatabla las hermandades no existirían”. Esta es la realidad del caso concreto de las hermandades de Semana Santa, ya que incluso encontrándose al amparo de la Iglesia cuentan con un factor diferenciador. “Las hermandades han evolucionado mucho. No es lo mismo hablarte de una en los años 80 que ahora. Han evolucionado poco a poco, gracias a Dios. No todo lo que deberían, pero cada vez se va viendo las cosas más normales”, afirma Borja. “Los prejuicios pueden llegar a cambiar pero siempre seguirá habiendo”, completa. Aunque se muestra optimista, la realidad actualmente sigue muy marcada por la mentalidad de generaciones pasadas: “Hay familias que son infelices toda su vida por no decir ‘soy maricón’. Se casan con mujeres y tienen hijos porque pertenecen a familias muy tradicionales y no quieren dar un disgusto”.
A pesar de los prejuicios todavía existentes, la visión errónea de la homosexualidad por esos sectores concretos se puede comparar a la de personas externas al mismo sin prejuicios sobre la homosexualidad o de homosexuales mismos ajenos a ese mundo. Es posible que a veces se transmita una imagen errónea de las hermandades al tomar la norma de la Iglesia como pretexto. Así es como lo entiende Borja: “Yo he estado comiendo con curas y jamás me han dicho nada. Hay gente que esto no lo entiende. A mí la Iglesia no me manda”.
Así, prejuicios externos e internos tienen el mismo origen erróneo y coinciden en juzgar la forma de vivir la homosexualidad de una persona concreta. Cuando amigos gays que no pertenecen a hermandades preguntan a Borja cómo puede estar en una si la Iglesia no le acepta, no sabe qué contestar. “Yo le tengo fe y devoción a mis imágenes, pero no sé por qué. Ni siquiera yo lo sé”, responde. Aun así, lo que sí tiene muy claro es su lugar en todos los niveles de su vida y lo poco que le influyen los prejuicios. “A mí la Iglesia no me ha echado. Yo no estoy en el Vaticano, estoy en una hermandad”, sentencia.

la Hermanda de Montesión en el interior del bar Casa Vizcaíno / CRISTINA PÉREZ