La colección de mezquita

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No se trataba de la hora habitual para visitar una de las calles de culto para los vecinos del barrio. Los asiduos a El Jueves remolonean entre las sábanas soñando con la reliquia que conseguirán regatear a algún tendero del mercadillo. Pedro Mijas Mezquita, en cambio, no permitirá que nadie se lleve sus cromos a un precio inferior al ofertado. Con un aspecto algo descuidado, pero adecuado a las circunstancias, su cabello y su sonrisa descuidada brillan por encima de su mirada. Ya no es un niño que necesita conseguir el cromo deseado entre su pandilla, ahora su mirada es incisiva y no siente ningún apego por el tesoro que posee. Pedro tiende su mesa de playa al lado del puesto de cuadros y otras antigüedades, con la mirada al frente de un montón de ropa en el que cientos de señoras buscan lo que podríamos denominar una “ganga”. Su puesto no tiene nada que ver con los de la carismática calle Feria. Él permanece en silencio entre todas las voces permanentes. Como si de una partida de recreo se tratase, el protagonista de nuestra historia intercambia cromos de fútbol con un anciano que probablemente le doble en edad. “Cambio, vendo y colecciono”, dice Pedro sin balbucear con un pronunciado acento andaluz. Un álbum de medio kilo preside la mesa vacía. Dentro, se encuentra perfectamente ordenada la colección más completa que jamás se haya podido ver. Las figuras del Sevilla F.C y las del Real Betis son las más adoradas y cuidadas. Así lo refleja el precio, dos veces más que el del resto de equipos, haciendo justicia al fanatismo que se profesa en la ciudad por los jugadores de uno y otro. 500 euros es el precio a pagar por el gran premio: convertirse en coleccionista de élite.

Nadie colecciona esperando a que otro le compre, a pesar de las palabras de Mezquita. En su mirada y su simpatía sigue habitando el ansia de destacar y el aprecio a su infancia. Tanto es así, que, ocupando el puesto de su madre y luciendo la antigua Acreditación de Comerciantes de la calle Feria con el nombre y la fotografía de Dolores Mezquita, necesita la aprobación de la misma, que pasea y aparece por su espalda tutelando el trabajo heredado por su hijo.

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