
PROYECTO DEL CURSO ‘MIGRATIONS IN TODAY’S GLOBALISED WORLD’
Una familia fragmentada por conflictos socio-políticos y económicos en Venezuela.
Alexander (nombre cambiado para este reportaje, pues pide mantenerse en anonimato) es un joven venezolano de 31 años que vive en Sevilla.
Es ingeniero eléctrico y electricista y lleva en España tres años y medio. Procede de un pueblo pequeño, Biscucuy de entre 1.000 y 1.800 habitantes, en el centro occidental del país, en la provincia de Portuguesa. Biscucuy es una aldea conocida por producir la mayoría del café en Venezuela.
Alexander se mudó a España en octubre de 2014, cuando tenía 27 años. Vino al país solo, con una beca de la Agencia para la Cooperación al Desarrollo de España. Ese año recibió la beca para estudiar una maestría sobre energías renovables y el mercado energético. Pero no siempre quiso emigrar a España.
“Mi travesía es algo interesante, está llena de cosas buenas y también de cosas no tan buenas”, reflexiona Alexander sobre sus últimos años. Aunque siempre quiso realizar estudios en Europa, nunca deseó ir a España en primer lugar. Al principio, tenía ganas de estudiar en Alemania durante un tiempo y después regresar a su país para trabajar y participar en el desarrollo integral de Venezuela.
Durante el proceso de planear el viaje al continente europeo, le preocupaban mucho los idiomas. En aquel momento no tenía un nivel suficiente de inglés avanzado ni un alemán básico, que era lo que le exigía la Agencia de Cooperación alemana.
“Ahora, afortunadamente, ha mejorado mi inglés”, destaca Alexander. Participa en una iglesia compuesta sobre todo por muchas personas extranjeras, donde se ofrecen estudios de la Biblia con estudiantes que hablan inglés, estudiantes que no necesariamente son solo de Estados Unidos, sino también de Irlanda, Alemania e incluso España. Estos universitarios también se reúnen para intercambios con otros estudiantes que han conocido allí.
Otras opciones para cursar sus estudios extranjeros eran países en Latinoamérica. Amigos suyos se han marchado a otras ciudades latinoamericanas y han encontrado ya trabajo y sueldos suficientes allí.
Al final solicitó la beca del gobierno español. Se la adjudicaron y vino a Madrid en un proceso que duró sólo algunos meses.
Llegó a Madrid para estudiar y conocer a gente de todo el mundo. Allí vivió con una chica de China y con un estudiante europeo del programa Erasmus. Para él, su primer año fue espectacular e interesante porque estudiaba en una escuela de negocios con prestigio en España.
El segundo año, recibió otra beca de prácticas que le permitió a mudarse a Sevilla. Durante esas prácticas, Alexander era el único extranjero. Ese año fue una experiencia muy diferente a la de Madrid, una ciudad tan grande, joven y diversa. Sus primeros meses en la nueva ciudad fueron un poco raros. Estaba acostumbrado a la vida en Madrid, acostumbrado a las personas y el acento. En Sevilla encontró un acento más rápido y un dialecto diferente. Ese año fue la primera vez que vivió con una persona española, junto a otra de Polonia. Aunque el tiempo transcurría más lentamente que en Madrid, el ambiente de su trabajo, Tetra Pak, era familiar y al final se lo pasó muy bien porque se integró. También cuenta que sentía la cercanía de Dios en la iglesia que encontró aquí.
Al principio, su búsqueda de una iglesia fue un poco difícil porque, según su experiencia religiosa, hay una diferencia entre la devoción a Dios en España y en América Latina. Por ejemplo, las congregaciones son más alegres allá, los feligreses aplauden y hay música en vivo. Visitó varios templos antes de encontrar la Iglesia Bautista de Fe en el barrio sevillano de Nervión.
Alexander quería aprender inglés en las reuniones y las comunidades de estudiantes de lengua inglesa que se reúnen allí cada jueves por la noche y cada domingo antes del sermón en español. Como mencioné antes, esta iglesia tiene mucha diversidad, con personas de Estados Unidos, Holanda, Alemania o Irlanda, por mencionar solo algunos países. Dice Alexander que Dios le ha enviado mensajes a través de esta iglesia. “De alguna manera, Él me edificó allí”.
Durante ese tiempo, también tuvo la oportunidad de viajar por Europa, y conoció Francia y Portugal.
Alexander eligió salir de su país porque siempre tuvo ganas de estudiar y vivir en el extranjero, pero su objetivo fue siempre volver para trabajar en la construcción de su patria. Desgraciadamente, por la situación de Venezuela ahora, en su opinión no es lógico regresar de momento.
El contexto económico y político en Venezuela es un obstáculo para su regreso. Además, como aún no hay signos de mejora en su país, ha decidido quedarse en Sevilla, aguantando más que la duración de su visado para buscar trabajo y una mejor calidad de vida. Desde aquí, él puede ayudar a su familia en Venezuela.
Sin embargo, quiere añadir que en Sevilla también hay dificultades. Alexander todavía está desempleado. Ha comprobado de primera mano que no hay mucho trabajo en la ciudad para nadie. Por otro lado, no puede renovar su visado y la mayoría de las empresas no quiere contratarle sin documentos legales.
En su experiencia, un inmigrante latinoamericano y cualificado muchas veces no puede encontrar trabajo porque a veces las empresas no valoran los títulos completados en América Latina, pues opinan que son países tercermundistas. Por eso, él tiene que luchar contra esos prejuicios y mostrar lo mejor de sí para que vean que es bueno. Todavía está luchando contra esa percepción mientras su familia continúa en Venezuela (con la excepción de su prima, que está viviendo con él).
Aunque no experimenta el mismo miedo que los inmigrantes africanos de ser deportado, esta semana pasada Alexander ha tenido su primera pesadilla sobre su deportación violenta. Piensa que los inmigrantes que combinan más con la sociedad española por su idioma y el color de su piel sufren menos riesgos que otros. Si los detienen por estancia irregular en España, normalmente sólo tendrán que pagar una multa y no se enfrentan a la amenaza de la deportación.
Alexander tiene muchos primos que se han marchado de Venezuela al agravarse la situación. Por ejemplo, dos primos están en Chile, una vive con él en Sevilla desde hace año y medio, otro se fue a Argentina, otro a Ecuador, y una hermana se quiere ir pronto al Perú.
Por tanto, la realidad de su familia, y de muchas familias globales, es que se ha convertido en una familia fracturada, con los jóvenes huyendo del país porque no ven una solución a corto plazo. En sus propias palabras: “Los jóvenes quieren oportunidades, [y por eso] huyeron de esa realidad”. Si la situación fuera diferente, en su opinión, muchos de sus compañeros querrían quedarse en Venezuela.
Aunque tiene ganas de regresar a Venezuela para visitar a su familia, dice que no puede ir hasta que no solucione su situación en España como inmigrante ‘sin papeles’. Además, no tiene trabajo ni ahorros. Cuando pueda, quiere ver a su tía y más a su mamá. “La experiencia de ser inmigrante es difícil porque solo quieres abrazar a tus familiares y no puedes”.