
Era una noche normal en Kingswood Camp en Piermont, New Hampshire cuando mis amigos y yo, todos consejeros en el campamento, nos dirigimos al salón de personal. Dos de mis amigos, Mike y Henry, estaban hablando sobre su excursión para hacer senderismo de tres días con los campistas. ¿Qué comida se puede llevar a una excursión así? Todos nos pusimos a hablar de alguna comida loca que puedes llevarte a una montaña. Alguien sugirió bistec, otro dijo langosta.
En ese momento, Mike paró la conversación y dijo, “¿Como cocinas una langosta encima de una montaña?” Hablamos sobre ello e ideamos un plan: subiríamos a Mt. Moosilauke y cocinaríamos langostas sobre su cima.
El próximo día, empacamos nuestras mochilas y, cuando terminamos con nuestro trabajo, nos fuimos a Mt. Moosilauke, cerca de las 4:30 de la tarde. Normalmente con campistas, esa caminata duraría cerca de tres horas montaña arriba, pero nosotros, naturalmente, la hicimos en un hora y media. Cuando llegamos a la cumbre, cocinamos nuestras langostas que, mientras subíamos la montaña, aún estaban vivas en la mochila de Mike.
En una hora, el grupo formado por Mike, Henry, y por mí, además de por otros cuatro consejeros, disfrutamos de una cena de langostas a 4,000 pies de altura.
En ese momento, cuando pude mirar el atardecer sobre las montañas blancas con parte de una langosta en la mano, me di cuenta de que eso era todo sobre lo que la vida es. La vida no es estar diciendo “no” a algo que es incómodo sino abrazar el miedo, la locura y lo insensato. Además, necesitas estar un poco loco para subir una montaña y cocinar langostas en la cumbre. ¿Verdad?