Un espacio con luz propia

Con Blanquita en La Solana / ANA LUISA MARTÍNEZ GUARDADO

La Asociación La Solana Ecuestre se encuentra a 19,5 kilómetros de Sevilla, un espacio dedicado a las terapias ecuestres donde la luz envuelve a todos aquéllos que entran. Todo comenzó con cuatro mujeres, siendo siete las que hoy en día trabajan en la asociación. Así es como, en sus propias palabras, explican su misión tres de las cuatro socias fundadoras.

“Nosotras no hacemos nada, somos el intermediario que te acerca al caballo, que te acerca a la tierra, pero en realidad lo hacen todo ellos, los usuarios del centro. Por nuestra parte, intentamos adaptarnos a las normativas de la administración y, como no podemos depender de las subvenciones y no tenemos muchos recursos, ponemos mucho amor, el amor es gratis”, destacan las mujeres de La Solana.

LAS MUJERES DE LA SOLANA

María Luisa López Fernández, psicopedagoga y pedagoga: “La Solana es una asociación sin ánimo de lucro que empieza con la idea de aportar algo y de ayudar a las personas con discapacidad. La gestión, la organización y el seguimiento lo llevo yo como presidenta”.

Felisa María Villablanca, auxiliar de terapias ecuestres: “Ahora, como tengo mucho tiempo libre, me encuentro haciendo lo que realmente quería, estoy enfocando mi vida a lo que realmente me gusta, los caballos y ayudar a los demás. Hice el curso de Auxiliar de Terapia Ecuestre, pero hago un poquito de todo: cuido de los caballos, arreglo las cuadras, participo en la parte del cultivo… estoy a disposición para lo que haga falta, vamos, soy voluntaria”.

Raquel Guerra, ingeniera técnica agrícola: “Empecé a colaborar para crear un espacio de cultivo adaptado a personas con unas necesidades diferentes. Mi trabajo va acompañando al del fisioterapeuta, el psicólogo y el terapeuta en sí; mi labor es acercar el espacio a las personas y a esas personas a un espacio adecuado que yo he creado específicamente para su problema o situación”.

EL PRIMER PACIENTE

María Luisa: “La idea fue básicamente mía, contando con la ayuda de La Fundación para el Desarrollo de Terapias Ecuestres, que nos orientó acerca de cómo montar un proyecto propio. Al terminar un máster en Neuropsicología que hacíamos”.

“Lola, una de las primeras fundadoras de la asociación, y yo decidimos aplicar el trabajo de investigación a mi sobrino, que tiene una discapacidad visual y un problema a nivel psicomotor. Entonces contacté con Carmen y Chari (las otras dos fundadoras). A partir de ahí, vinieron los voluntarios y gente que conozco del mundo del caballo que se fueron incorporando. La evolución de mi sobrino, durante un curso que duró unos siete u ocho meses, fue fantástica”.

“Actualmente tenemos pocos pacientes, sólo cuatro: un chico con síndrome de West, un chico con síndrome de Angelman, otro con hiperactividad y también tenemos un niño de tres añitos que todavía no anda”.

A LA BÚSQUEDA DE SOLUCIONES

Raquel: “Los beneficios siempre son a largo plazo, como mínimo tres meses. El trabajo siempre se hace desde la tranquilidad, la paciencia, sin ninguna presión, de modo que la gente vaya viendo los resultados a través de su acercamiento a la naturaleza. Es una evolución que las personas experimentan tanto con los animales (en la terapia ecuestre) como con los vegetales (en la hortoterapia).

“Aunque ahora llevo muchos años dando clases, yo empecé como técnico agrícola. Solía ver que la gente con la que trabajaba tenía muchas dificultades sociales y me daba cuenta de que si yo no pretendía enseñarles una cosa, simplemente me iba con ellos al campo e intentaba que empezáramos a trabajar juntos, disfrutaban. Cuando una persona tiene una dificultad social de base, como una gran falta de autoestima o de afecto, yo no le puedo enseñar a hacer el trabajo para que le paguen bien o sea eficaz. Para eso, lo primero que necesita es estar tranquila y tener sus necesidades básicas cubiertas. Mis principios de trabajo están basados en eso: yo entro con la gente en el espacio y empezamos a trabajar, a creer en lo que estamos haciendo, amándolo.

Felisa: “Me parece un proyecto superinteresante. Me gusta mucho ayudar a la gente y, si se trata de niños con problemas, aún más. La relación terapéutica de los caballos con las personas es increíble. A un niño le supone una enorme ilusión estar en contacto con el animal. El cariño que el animal le brinda al niño o a cualquiera es especial. En mi relación con los caballos me he dado cuenta de que, si tú le sabes solicitar lo que necesitas, él te lo da. Está demostrado que la relación entre un niño que tiene problemas y un caballo beneficia mucho la evolución física y psicomotriz de aquél”.

BLANQUITA Y EL CHICO

Felisa: “María es una niña muy especial. Como todas las personas que tienen una minusvalía, ha desarrollado mucho la inteligencia emocional, que practica sin ningún tipo de problema con los animales, hablando con ellos y expresándonos lo que ella sabe que los animales le están contando. Confiamos muchísimo en su capacidad de comunicación con los caballos. Su sensibilidad e inteligencia emocional ayudan mucho”.

Raquel: “Blanquita es una yegua ya mayor, de vuelta de todo, con su carácter, pero muy buena. Me he dado cuenta de que, si le explicas lo que necesitas de ella, ella te lo da. Con María tiene una comunicación bidimensional. La joven habla y el caballo la escucha realmente”.

María: “Blanquita y Chico (el otro caballo de La Solana) me causan mucha tranquilidad, son unos buenos caballos. Yo les cuento sobre el día que he tenido y ellos me escuchan, están al tanto de la historia, aunque no me pueden contestar”.

María Luisa: “La terapia ecuestre es muy gratificante, porque la persona no tiene conciencia de que está realizando una terapia, viene a ver los caballos, a disfrutar con ellos, y los niños vienen a jugar. Ahí ya hay una base ganada porque inconscientemente se consiguen objetivos y beneficios casi sin esfuerzo”.

“El caballo es un animal fantástico, empático, comunicativo, sociable, cariñoso. Todo eso lo percibe la persona con discapacidad, el caballo no juzga y acepta todo lo que le ofrecen. Eso, la persona con discapacidad lo aprecia mejor que nadie”.

LAS TERAPIAS

María Luisa: “La hortoterapia se fue introduciendo como algo complementario al caballo, puesto que ambas cosas tienen algo en común: la naturaleza y el entorno”.

Raquel: “Con el cultivo, pienso que son las plantas y los árboles quienes hacen la labor terapéutica, no las personas. Utilizamos el medio como herramienta, al cual las personas van adaptándose a través de actividades secuenciales, superándose a sí mismas”.

“El terapeuta es el medio, es la interacción entre el medio y la persona. Yo lo único que procuro es que ese encuentro suceda, intento que los niños vuelvan a ser niños, que vuelvan a ilusionarse con cosas chiquititas, que vuelvan a sentir compasión por un animal que se ha lastimado, o vuelvan a sentir curiosidad cuando escuchen el canto de un pájaro, o vuelvan a hacer cosas que tengan que hacer los niños, que es la base de la educación emocional de todas las personas”.

“La verdad es que es una labor muy difícil, una tarea complicada, no todo el mundo lo entiende. Yo invito a la gente a que lo experimente”.

María Luisa: “La alternativa al caballo como valor y potencialización de aptitudes positivas es una aventura apasionante que nosotras queremos transmitir y compartir”. •