
En lo que va de 2016 han sido asesinadas más de 300 personas transexuales en todo el mundo y la cifra sigue en aumento, al igual que los años de espera para realizar una operación de cambio de sexo, que ahora mismo pueden ser más de cuatro en España. Hoy, ser transgénero está patologizado. El problema de la transfobia comienza en la escasa alarma social que tienen estos hechos, y continúa luego con el rechazo y la discriminación que diariamente sufren estas personas en todos los ámbitos. Mel Gómez Capel conoce bien esta lucha que, por necesidad, ha tenido que hacer suya.
CLASIFICACIONES
“Imagínate una máquina que saca fruta a través de una cinta y la clasifica en manzanas y peras. Primero sale una manzana roja y se va a la cesta de manzanas, después sale una verde y, como es verde, se va a la cesta de las peras, después sale una fresa y, como es roja, debe ser una manzana. Esto es más o menos lo que hace nuestra sociedad al mirarnos los genitales para definir nuestro género. Desde que nacemos, se nos impone que si tienes vagina eres chica y si tienes pene eres chico. Esto es una construcción social, y el problema viene de los roles que les acompañan: la niña es amable, sumisa, paciente, madura y delicada; y el niño es fuerte, curioso, impaciente, seguro de sí mismo y dominante. No todes* encajamos en este dualismo y con esto no quiero decir que por ello ya seas trans, pero influye.
Tipos de géneros hay muchos. Hombre y mujer, demichica, que significa que eres parcialmente chica, demichico, parcialmente chico, agénero que es que no te identificas con ninguno, género neutro si estás en un punto medio entre hombre y mujer, género fluido si tu género va cambiando con el tiempo, y hay muchos más que yo conozco”.
ENCONTRARSE
“No sabría decirte en qué momento supe que era trans. No sabía qué era serlo, simplemente sabía que algo iba mal conmigo. Era diferente, no encajaba con las chicas, no actuaba como ellas, ni quería. Yo quería ser una superheroína y jugar a videojuegos con mis primos, mientras mis primas me obligaban a jugar con muñecas y bebés de plástico, todo esto nos lo inculcan y al final tiene mucho peso sobre nosotres.
Estaba muy confuse porque me gustaba hacer cosas calificadas de chico, pero no me sentía como uno de mis amigos. Acabé asumiendo que sólo era una chica rara que quería tener pene y decidí restarle importancia, pero cuando empecé a formarme en feminismo y transfeminismo fue como si me abrieran el mundo. Me acepté como trans a los 20 años. No estaba sole, había mucha más gente como yo y no era nada malo o raro. Cambié mi nombre a Mel y ahora me siento realmente cómode conmigo, pero me llevó mucho tiempo.
Mi padre siempre ha soltado comentarios muy hirientes sobre el colectivo LGBT, así que me he criado en un ambiente homófobo y tránsfobo, y la sociedad tampoco ayuda. Quizás yo me rechazaba por miedo a decepcionarle, o por homofobia y transfobia interiorizada, o un poco de ambas, no sabría decir qué fue”.
SOLEDAD
“Me han aceptado poco, ser trans me ha hecho perder muchas relaciones. Para los que no saben nada de ser transgénero ni transexual, es una chorrada para llamar la atención y sólo eres un bicho raro. Mi familia no lo acepta, mis hermanas se niegan a llamarme por mi nombre o a no usar el femenino conmigo. Hace tiempo, mi hermana mayor me llevó en coche a encontrarme con unes amigues, iba tarde y lo mencioné. Ella me dijo: ‘no importa, las chicas se hacen esperar’; le dije que no era una chica y me contestó que sí que lo era. Quiero creer que no son conscientes del daño que me hace eso, pero supongo que de momento no tengo otra que aguantarlo.
Ha habido muchísimos momentos en que he recibido burlas hacia mi pronombre neutro (elle), no es algo que se acepte fácilmente sin formación de base; y comentarios violentos como: ‘¡estás enferma, maldita transexual!’, ‘¿qué tienes entre las piernas?’, ‘si no eres ni mujer ni hombre, ¿qué eres? ¿Una silla?’, Y otros peores que no mencionaré. Además, para los medios de comunicación, somos topicazos andantes, y el cine y las series españolas tienen una visión muy retrógrada, pero vas aprendiendo a pasar de estas cosas y refugiarte en quien te comprende y defiende cuando lo necesitas. Nunca he recibido ayuda de psicólogues, ni me atrevería a solicitarla por miedo a actitudes tránsfobas y cisexistas”.
MI CUERPO
“Durante mi adolescencia, intenté pasar desapercibide, nunca dije nada al respecto. Recuerdo especialmente una vez que un chico de clase me preguntó si era lesbiana, le dije que no, y me sentí como que mentía pero no del todo. Soy bisexual, aunque ahí aún no tenía claro de qué forma me atraían los chicos. En lo que se refiere al tema sexual, cuando empecé a, llamémosle explorar mi cuerpo, siempre lo hacía imaginándome relaciones heterosexuales siendo yo la persona con pene, aunque entonces me negaba a mí misme que fuera trans. El primer armario del que sales es contigo misme porque a veces, cuesta mucho aceptar lo que ya sabes, incluso cuando se trata de ti.
Desarrollé disforia corporal cuando me di cuenta de que me atraían las chicas, no asumía estar con una de ellas sin ser un hombre cis. Vivimos en una sociedad tan diseñada para la heterosexualidad que no se me habría ocurrido pensar que pudiese estar con una chica siendo yo una, hasta los 16. Actualmente no tengo pareja, tengo relaciones sexuales y afectivas, pero no quiero etiquetarlas, prefiero dejarlas fluir. Nunca he sufrido ataques homófobos por la calle, porque tanto si estoy con alguien de mi mismo sexo como si no, las muestras afectivas en público me son algo incómodas”.
LA MUJER TRANS
“No todas las personas trans sufren lo mismo, las mujeres lo pasan peor. Al alejarse de lo considerado masculino y acercarse a lo que se ve como femenino, están expuestas a mucha violencia porque no son aceptadas como mujeres de verdad.
Mi apariencia sigue siendo femenina, así que también yo estoy expueste a todo lo que sufre una mujer a nivel social, además del misgendering, que es ser tratade con un pronombre que no es el tuyo, y la disforia que conlleva. Salir a la calle en ocasiones supone un reto porque soy consciente de que la gente ve en mí una chica, y me hace sufrir mucha ansiedad”.
UNA VIDA NORMAL
“Quiero creer que mi vida ahora es normal. Hago activismo casi diario, se vuelve adictivo, y he conseguido rodearme de personas que tienen mis mismos ideales o parecidos, y me aceptan y apoyan. Estoy mucho más cómode y contente conmigo, he conseguido aceptarme más y tener una autoestima que hace unos años ni creía que pudiese llegar a tener, pero siempre hay malos momentos. La lucha que llevamos a cuestas las personas trans no es nada fácil porque somos invisibles como personas, pero visibles como chiste. Aun así, siempre trato de mantenerme optimista aunque cueste”.
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MEL GÓMEZ CAPEL nació y vive en Huercal, Almería, hace 23 años y define su género como fluido, entre demichica y agénero. Es activista por el feminismo, el transfeminismo y el antiespecismo. Amante del teatro, de la música y de todas las artes. En sus viajes, intenta conocer a aquellas personas que le han apoyado en las redes sociales.
Su familia, con la que vive, está compuesta por su padre Manuel, sus dos hermanas Blasa María y Desiré, y su perro Jacky. Estudió hasta bachillerato y ahora, a veces, trabaja de camarere en un negocio familiar, pero no se siente cómode con los trabajos de cara al público, así que lo quiere dejar. Busca otro trabajo para poder ir a la universidad y estudiar el grado en Derecho.
Los años de lucha constante por sus derechos le han dado seguridad y un fuerte carácter. Aunque se considera tímide, es un terremoto imparable cuando reivindica su valor y su derecho a sentirse libre, siendo quién es. •