Encontrando su lugar

Reyes Bernárdez during one of her Zumba sessions at Gimnasio Cuesta Sport / HANNAH CHO

En el gimnasio Cuesta Sport, Reyes Bernárdez no solamente es una entrenadora fantástica, sino también un modelo a seguir, una confidente y una amiga para todos los socios del gimnasio. Su misión es el empoderamiento de la mujer en su comunidad, flexión a flexión.

“¡Vamos! ¡Una canción más! ¡Aguanta! ¡Eso es!” resuena por las cuatro plantas del gimnasio Cuesta Sport, uno de los gimnasios más populares y de moda de Sevilla, situado en el corazón de la ciudad. “Cuesta”, como lo llaman coloquialmente los lugareños, es un lugar vibrante y energético, lleno de gente de todo el mundo y muchos personajes de distintas formas y tamaños.

Entre la diversa clientela de Cuesta, Reyes Bernárdez destaca sobre los demás; se la reconoce fácilmente por su pelo teñido de rubio, su figura menuda, unos grandes ojos castaños y una voz que retumba. Su presencia es alegre aunque poderosa, y a veces intimidante. Reyes, 37, lleva trabajando en Cuesta tres años, y en el mundo del gimnasio desde hace 19. Está ocupada todo el tiempo, pues se pasa el día corriendo entre clases, siempre con una sonrisa enorme en la cara.

Cuando habla sobre su agitado horario, se ríe y dice, “¡Puf! De lunes a viernes, trabajo, sólo trabajo. Empiezo normalmente a las ocho de la mañana, tengo tres clases, descanso al mediodía, como, duermo un poco, y después, por la tarde, trabajo de seis a diez. Todo el día trabajo. Más o menos cinco o seis clases al día”. Sin embargo, ella no es invencible. “Éste no es un trabajo solamente mental, es un trabajo físico, y mi cuerpo necesita descansar. No puedo dar seis horas seguidas por la mañana o seis horas seguidas por la noche, así que lo divido: tres por la mañana y tres por la tarde”.

Su pasión por el deporte y el fitness empezó cuando tenía 16 años. “Me apunté al gimnasio y empecé a hacer ejercicio porque mis padres estaban separándose y no quería pasar tiempo en casa. Por la mañana estudiaba y por la tarde, para no estar en casa, iba a hacer ejercicio”. Recuerda las horas infinitas que pasaba en el gimnasio, “Pasaba una hora, y otra hora, y otra hora, hasta que me di cuenta de que me gustaba mucho, y mi profesora incluso me dijo que por qué no me dedicaba a eso, que yo valía para enseñar. Desde entonces, decidí prepararme para dedicarme al fitness. Empecé con nivel uno y con el tiempo me saqué el título de aerobic, spinning, Pilates, levantamiento de pesos, todo”.

Sin embargo, ser mujer en una industria dominada por hombres viene con muchos retos. “Llegar a ser entrenadora profesional en un gimnasio es difícil”, dice. “Económicamente las cosas en España están cada vez peor, los salarios cada vez son más bajos. Es muy difícil avanzar, en particular para una mujer”, añade. Además, existe una discriminación implícita de género en el gimnasio que afecta negativamente a Reyes y otras entrenadoras. “Normalmente, la gente busca hombres fuertes para entrenar, aunque yo puedo entrenar a alguien igual de bien que un hombre. Puede que no parezca muy fuerte, pero sé entrenar a una persona para que se ponga fuerte”.

Reyes confiesa que fue difícil entrar en el gimnasio como nueva entrenadora. “Cuando entras en un sitio nuevo, los chicos te miran como diciendo, ‘¿qué haces?’, pero cuando ya te van conociendo y ven que sabes lo que haces, trabajan más contigo. Eso pasa siempre, hasta que te haces un sitio. Para un hombre es más fácil”.

Para la mayoría de las mujeres de Cuesta, “hacerse un sitio” suele significar limitarse a espacios específicos del gimnasio, dirigidos implícitamente a las mujeres. “En la sala de musculación es más difícil, pero si hablamos de aerobics o zumba, quizás ven mejor a una chica que a un chico”, explica Reyes. Desafortunadamente, estas normas de género disuaden a las mujeres de hacerse socias del gimnasio. “Conozco a muchas mujeres que no vienen al gimnasio porque les da vergüenza, porque se sienten inseguras”, expresa con desilusión. Sin embargo, Reyes las anima a que vayan. “En el gimnasio todo el mundo es bienvenido, no solamente la gente guapa o fuerte. Al gimnasio se viene a mejorar tu salud física y mental, para mantener un equilibrio”.

Esta actitud positiva y compromiso de empoderamiento de la mujer están presentes en las clases de fitness de Reyes. “Esta confianza en mí misma me permite trabajar en partes del gimnasio generalmente vedadas a las mujeres. Yo soy la única entrenadora que da clases de spinning o levantamiento de pesos, en las que hay más hombres”, añade riéndose.

Reyes es consciente del estereotipo de “madre modernilla” que va a yoga; la idea de que las clases más tranquilas del gimnasio son más apropiadas para las mujeres. Pero ella necesita algo más que una clase de yoga. “Soy muy nerviosa, tengo mucha energía y a mí una clase de yoga o Pilates no me cansa ni psicológica ni físicamente. Necesito explosividad, algo con energía, una actividad con la que suelte adrenalina”. También admite que su trabajo tiene sus aspectos positivos y negativos, “A veces estás muy motivada y otras un poco más decaída. A veces estás enferma o tienes la regla. También puede que te hayas enfadado con tu novio y no tengas ganas de venir. Pero cada vez que empiezo un día mal y no quiero venir al gimnasio a trabajar, acabo viniendo, y después me alegro. Vas como olvidándote de todo lo malo y te centras sólo en las cosas buenas”.

Aunque a veces puede ser difícil, Reyes siempre trata de mantenerse en la misma línea que las personas a las que entrena en sus clases. “Sobre todo, cuando estoy en la sala de fitness, noto cuando alguien quiere desahogarse, se ve en la cara de la gente que tiene problemas. Muchas veces yo misma también me abro y cuento mis cosas, porque todos somos humanos”. Recuerda a una joven de Italia con la que tenía una conexión especial el año pasado, “estuvo aquí el año pasado de Erasmus, y cuando empezó le sobraban kilos. Entonces se apuntó a mi clase de zumba y siempre venía, y cada vez estaba más delgada. Hablaba mucho con ella porque era muy simpática, y teníamos muchas cosas en común. En Navidad, me trajo un regalo con una nota en la que ponía que gracias a mí, había vuelto a ser feliz, principalmente porque yo había creído en ella. Ahora está en Italia, y muchas veces me escribe para decirme que siempre se acuerda de mí y que todavía va a clases de zumba”.

Al fin y al cabo, empoderar a otros es lo que le da fuerza a Reyes para aguantar, metafórica y literalmente. “El gimnasio es un lugar para hablar un poco de todo, para forjar amistades. Me siento muy bien aquí”.