
El 6 de noviembre de 2015 se cumplieron cuarenta años del comienzo de la Marcha Verde, que desembocó en la ocupación marroquí de la que había sido hasta entonces colonia y provincia española, el Sahara Occidental. Fernando Peraita, hoy presidente de la ‘Asociación de Amistad con el Pueblo Saharaui’ de Sevilla, cumplía su servicio militar en el ejército español, que abandonó a su suerte a los saharauis. Desde entonces, lucha para reparar esa injusticia y coordina una parte de la ayuda humanitaria destinada a los campamentos de refugiados, que se ha hecho especialmente intensa con las recientes inundaciones.
LA MARCHA VERDE
“Yo estaba en la compañía de radio. Hacía guardia un día y al siguiente libraba. Recibíamos telegramas, y los llevábamos al cuartel general, nos llegaban desde Canarias y el interior. Los días que descansaba, me dedicaba a estudiar para aprobar los exámenes de Ingeniería de Caminos cuando iba a Madrid. Intentaba aprovechar esos días porque era una vida muy aburrida.
Cuando comenzó la Marcha Verde, se dio una situación de preguerra en la que todos nosotros estábamos muy asustados. Los militares profesionales también, pero les daba un poco de vergüenza irse sin hacer nada. Para los militares, fue una humillación salir del Sáhara como lo hicimos. Deseaban entrar en guerra con Marruecos para darles un escarmiento.
Nosotros mismos metimos al ejército marroquí allí, en nuestro cuartel. Literalmente fuimos a buscarlos a las afueras de El Aaiún y, cuando entraron, nosotros nos fuimos”.

EL SÁHARA
“Yo no tenía ni idea de lo que era el Sáhara cuando me destinaron allí. Sabía que era una provincia de ultramar, pero sin mucha más idea. Ese destino era maldito y significaba dejar a mis amigos, dejar los estudios y estar tirado año y medio en un lugar distante, que era como una especie de colonia pero que se empeñaban en llamar provincia.
Y estábamos allí, y los saharauis eran una gente estupenda, tranquila, que no hacía daño a nadie, y les metemos a un ejército para que los maten, y nos vamos y los abandonamos.
Las semanas previas habíamos estado rodeando los barrios saharauis de alambradas, cacheando a todos los que querían salir. Y todo era muy absurdo porque nosotros no teníamos ningún problema con ellos, pero tenías que cachear a una persona que no te había hecho nada y que a lo mejor era incluso amigo tuyo. Y después, los marroquíes en El Aaiún, cuyo gobierno y cuyo rey no caían bien a los españoles. Fue una situación tremenda, que luego me hizo sentir cómplice del genocidio que tendría lugar.
La huida del ejército español fue una decisión del gobierno, que cumplimos pero muy a disgusto. En el ejército, todos los militares eran pro-saharauis”.
LA VUELTA A LA REALIDAD
“Al volver a Madrid, tenía un sentimiento de culpa muy grande, sentía que les había liado una trastada descomunal a unos amigos. Entonces fue cuando comenzamos a echarles una mano. Se fundaron las primeras asociaciones de amigos del Sáhara, en Madrid, con algunos compañeros y políticos progresistas del Partido Comunista (PCE) y el Partido Socialista (PSOE). Entre la gente de izquierdas había una corriente muy
fuerte a favor del pueblo saharaui y en contra del régimen de Marruecos.
Al principio, la ayuda fue básicamente política: conferencias y artículos en los periódicos. Influíamos sobre los políticos para ver si ayudaban a mediar en el conflicto. En una de esas fue donde surgió el primer viaje de Felipe González a los campamentos, en el que prometió que estaría con el Sáhara hasta la victoria final. La bandera del Frente Polisario estaba en todos los mítines del PCE y del PSOE.
Pero se produjo un punto de inflexión en 1982. El PSOE ganó las elecciones y los simpatizantes pensamos que todo había acabado. Esperábamos que el gobierno socialista interviniera y acabase el conflicto, como Felipe González había prometido. Pero traicionó al pueblo saharaui y se puso del lado de Marruecos. Fue un golpe muy duro para las asociaciones de amigos del Sáhara, que ya prácticamente nos habíamos desmovilizado, pensando que el gobierno continuaría con nuestra labor”.
DE AYUDA POLÍTICA A HUMANITARIA
“Ante esta traición, comenzamos a movilizarnos de nuevo y, a partir del año 89, se montó la primera caravana humanitaria para el Sáhara. A principios de los 90, España se transformaba; ya no éramos un país pobre, sino mediano y con cierta riqueza, por lo que se comienza a hablar de cooperación con otros países. En el 92, con el
programa Vacaciones en Paz, se empieza a traer a España niños saharauis desde los campamentos de refugiados de Tinduf. Ahí comienza la colaboración humanitaria con el Sáhara.
Los niños calan profundamente en la sociedad española y, a partir de entonces, la ayuda humanitaria es muy potente en los campamentos. Los niños hacen que la sociedad conozca mucho más la problemática. Las asociaciones ya no están formadas por militantes de la causa y políticos, sino también por gente de la calle”.
EL FIN DEL CONFLICTO
“No tengo esperanzas de que el conflicto acabe pronto, es una lucha muy fuerte, ellos no se rinden, la población ha aumentado mucho su nivel educativo. El Polisario ha formado a la población en estos 40 años para que se pasara de dos o tres licenciados cuando yo hacía la mili, a miles ahora. Hay médicos e ingenieros, gente preparada para acceder a la independencia.
Antes o después, los saharauis conseguirán que se celebre el referéndum. Pasa el tiempo, pero los marroquíes no consiguen que nadie reconozca el Sáhara como suyo y eso le da mucha fuerza a los saharauis. No creo que yo llegue a conocer un Sáhara independiente, pero ellos no se rendirán.
La educación en los campamentos saharauis está muy centrada en el arraigo a su tierra. A los niños en el colegio se les enseña y se les insiste en eso. Siempre tienen la vista puesta en el Sáhara ocupado. Por eso cantan permanentemente canciones a la nostalgia de regiones que no conocen. La cultura saharaui, en general, tiene un sentimiento de arraigo muy fuerte, el sentimiento de añoranza a la tierra de la que han sido despojados”.

LOS CAMPAMENTOS
“La Asociación de Amigos del Sáhara lleva a cabo muchos proyectos en los campamentos, así que tengo que ir continuamente para ver cómo van. Me entrevisto con los responsables y veo cómo marchan. Ir al Sáhara, a los campamentos, es ir a recargar las pilas de la vida de aquí. Estoy en el sitio y con las personas a las que he dedicado 40 años de mi vida, con las que trabajo codo con codo para mejorar las condiciones de vida en los campamentos. Palpo la realidad de la gente que vive allí y veo a mis amigos saharauis, que con los años se han convertido en mi familia.
Ahora mismo, estamos con varios proyectos. Uno de ellos es artístico, ARTIfariti. Es un festival de arte y derechos humanos, que se celebra en los campamentos y en el que artistas de todo el mundo viajan a los campamentos para crear obras que se quedan allí. Cuando esos artistas vuelven a sus lugares de origen, Madrid, Paris, Nueva York o Berlín, montan exposiciones donde se habla de la problemática saharaui y se difunde la causa.
También contamos con una comisión médica en el Sáhara; construimos viviendas adaptadas para que personas que hayan sufrido amputaciones, víctimas de minas terrestres plantadas por el ejército marroquí, puedan vivir de una forma más cómoda; también colaboramos con la Unión Nacional de Mujeres saharauis para la obtención de microcréditos, ayudando a la creación de empresas que fomentan la empleabilidad y formación de las mujeres.
Cuando viajamos a los campamentos, nos solemos alojar con familias en sus jaimas y convivimos con ellos, es una experiencia muy agradable. Nos tratan muy bien, como reyes, nos cuidan. Siempre voy con la misma familia, en el campamento de Bojador, somos íntimos amigos. Ya son tantos años juntos que es como ir a mi casa. Es una familia un poco particular porque todos han estudiado fuera y tienen un nivel educativo muy alto. El padre, Omar, trabaja en en el Ministerio de Cooperación Saharaui. Como funcionario, lleva todo el tema de la cooperación exterior. La madre, Jadiya, se ocupa de la casa y es extremadamente seria. Todos son muy educados y grandísimos cocineros.
Las tardes en los campamentos son entrañables; cuando se vuelve para la hora de cenar, se tienen largas conversaciones tomando el té. Se charla y se charla durante horas, mientras se van incorporando visitantes y vecinos. Hablamos de todo, pero sobre todo de la cuestión saharaui.
Ahora se les ha caído media casa con las inundaciones de octubre, como ha pasado con casi todas las casas. Es como si hubiera caído una bomba. De los seis campamentos, el de Dajla está destruido por completo. No queda ni una vivienda en pie. Todas las familias están viviendo en jaimas provisionales. Las edificaciones están hechas de ladrillos artesanales de adobe; hacía 50 años que no llovía así, 10 días enteros lloviendo sin parar. En un primer momento, llegó mucha ayuda de Argelia y de ACNUR, ahora está comenzando a llegar de las asociaciones y de los gobiernos europeos. En fin, nunca llegará tanta como se necesita.
Los saharauis se lo toman con calma, no ha muerto nadie y piensan que todo lo pueden arreglar, aunque hayan perdido muchas cosas de valor. No se quejan nunca, son muy duros. Vienen de una tradición beduina, son nómadas del desierto y están acostumbrados a padecer todo tipo de sufrimientos.
La primera vez que fui a los campamentos de refugiados, en el año 86, el nivel de vida era mucho más bajo y estaban en guerra contra Marruecos. Siempre recordaré que estábamos allí una noche y, mientras dormía en la jaima de una familia en una colchoneta, me taparon con una manta y la señora de la casa vino a echarme colonia. Me quedé admirado de que, en unas circunstancias tan terribles, fueran capaces de echarte un poco de colonia para que durmieras mejor, oliendo a perfume en lugar de a porquería. Me pareció un detalle de amor a la vida por parte de esa señora. Siempre han vivido con dignidad absoluta a pesar de la escasez”. •
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FERNANDO PERAITA tiene su segunda oficina—y media vida también—en el local de la Asociación de Amistad con el Pueblo Saharaui de Sevilla. Nacido en Burgos en 1953, de joven simultaneó su carrera como jugador de baloncesto en el Estudiantes de Madrid con los estudios de Ingeniería de Caminos.
En 1974 le destinaron a El Aaiún para hacer el servicio militar obligatorio. Tuvo entonces que abandonar el baloncesto porque el mando militar le negó el traslado a Tenerife, donde hubiese podido jugar en el club Náutico. Como soldado vivió los meses más convulsos en la historia de la que había sido durante casi un siglo colonia de España, el Sahara Occidental. En 1975, vivió el antes, el durante y el después de la Marcha Verde.
Al volver a España ese mismo año, dolido por como el ejercito español había abandonado a los saharauis, entregándole las llaves de la colonia al rey Hasan II de Marruecos, Fernando participó en la fundación de la primera ‘Asociación de Amistad con el Pueblo Saharaui’ en Madrid. En 1992 fundó la de Sevilla. Sus viajes a los campamentos de refugiados saharauis de Tinduf son constantes.
Calmado, pausado y prudente cuando habla de cualquier otro asunto, le cambia el tono de voz y el gesto cuando el tema es la causa saharaui. Alto, con aire desgarbado y mirada triste, parece que la forma de ser de los saharauis ha ido moldeado su carácter. Dice de ellos que no se quejan nunca, que son muy duros, que son pacientes. Quizás describe a los saharauis sin darse cuenta de que, en realidad, se está describiendo a sí mismo también. •